De las 132.000 mujeres de cuarenta países que sufrieron el infierno nazi en campos de concentración, unas cuatrocientas eran españolas. La mayoría fueron conducidas a Ravensbrück y, tras un tiempo, trasladadas a otros campos de concentración de Alemania, Polonia o Austria, como Saarbrücken, HASAG-Leipzig, Mauthausen, Bergen-Belsen o Auschwitz.
En 1939, los nazis hicieron construir Ravensbrück, a 90 kilómetros de Berlín, el único campo de concentración destinado exclusivamente a mujeres. Su nombre significa “puente de los cuervos”, ya que ahí siempre se escuchaba el graznido de esos pájaros que acudían ahí atraídos por el olor a carne quemada que salía de sus cuatro hornos crematorios. 50.000 prisioneras murieron en Ravensbrück a las durísimas condiciones a las que estaban sometidas y otras 2.200 fueron asesinadas en sus cámaras de gas.
La escritora y periodista Mónica G. Álvarez ha recogido la historia de once supervivientes en “Noche y niebla en los campos nazis” como un “pequeño y humilde homenaje a los que padecieron ese infierno para que su historia no se olvide ni se vuelva a repetir”.
![11 españolas sobrevivieron al campo de concentración de Ravensbrück](https://contrainformacion.es/wp-content/uploads/2021/09/1-41-800x557.jpg)
En el libro la escritora relata los padecimientos de Olvido Fanjul Camín, Elisa Garrido Gracia, Neus Català Pallejà, Braulia Cánovas Mulero, Alfonsina Bueno Vela, Elisa Ricol López, Constanza Martínez Prieto, Mercedes Nuñez Targa, Conchita Grangé Beleta, Lola García Echevarrieta y Violeta Friedman, casi todas detenidas por las SS por colaborar con la resistencia francesa.
“No eran espías, tenían trabajos normales y corrientes y pasaban información cuando obtenían algo, hacían de correo, ocultaban en sus casas a enemigos de Hitler o hacían labores de mecanógrafas pasando a máquina de escribir documentación primordial para la resistencia”, explica la autora en una entrevista reciente.
“Lo único que empujó a esas mujeres a sobrevivir fue su creencia acérrima en la democracia, en la justicia social y, sobre todo, en la igualdad. Lejos de amilanarse ante las torturas sufridas a manos de los nazis, se rebelaron para luchar contra la opresión y el totalitarismo y, una vez libres, la mayoría dedicó gran parte de su vida a levantar la voz para que nadie olvidase la tragedia del Holocausto. Su voz fue y sigue siendo un ejemplo de heroicidad”, señala Álvarez.
Palizas, torturas, violaciones, esterilizaciones y trabajos forzados
En Ravensbrück, custodiado por guardianas nazis ataviadas con látigos, pistolas y perros, las prisioneras sufrieron una doble victimización por ser mujeres. Por un lado, sufrieron palizas, torturas y realizaron trabajos forzados, pero también fueron violadas. Se quedaban embarazadas y les practicaban abortos o las vaciaban directamente. A otras, las esterilizaban, les retiraban la menstruación inyectándoles líquidos con la excusa de que serían más productivas.
Los bebés nacidos eran automáticamente exterminados, ahogados en un cubo de agua, o los tiraban contra un muro o los descoyuntaban, mientras las madres agonizaban por las malas condiciones del parto o se volvían locas por la importancia de presenciar tales asesinatos.
Los nazis consideraban a los niños una carga, así que en los campos de concentración todos los bebés y los menores de ocho años eran directamente asesinados. A partir de los 9 años a los niños se les perdonaba la vida, pero eran destinados a trabajos forzados, obligándoles con frecuencia a manipular ácidos. La mayoría moría por las durísimas condiciones de vida.
Experimentos médicos
Las reclusas también eran tratadas como cobayas y les realizaban insólitos y dolorosos experimentos médicos como mutilaciones o la inoculación de bacterias para analizar el proceso de infección. A una reclusa francesa incluso llegaron a inyectarle semen de chimpancé para ver si se quedaba embarazada y acabó quitándose la vida.
Allí, las prisioneras no eran personas, sino meros números de identificación que eran agrupados según sus “delitos”: ser judías, gitanas, lesbianas, testigos de Jehová, delincuentes comunes o presas políticas y eran obligadas a extenuantes jornadas de trabajo de hasta 16 horas y soportaban la brutal violencia de las guardianas de las SS.
Pero las once españolas no se rindieron y demostraron una gran fortaleza y coraje. “Hasta cuando los nazis las apaleaban y las trataban como animales, ellas se levantaban y hasta insultaban a los soldados, señala la escritora.
Sabotaje
Todas lucharon contra el enemigo sin armas. “Usaron el sabotaje. Reducían la producción de material armamentístico que tenían que fabricar diariamente y hacían de todo para adulterar la calidad de la pólvora. Sabían que ese material sería usado contra los aliados y que, si evitaban que esas armas funcionasen, estaban salvando las vidas de los suyos. Era una forma muy inteligente de combatir al enemigo desde dentro”.
Tras ser liberadas, las once heroínas españolas arrastraron durante toda su vida secuelas físicas como depresión, terrores nocturnos e insomnio, pero las peores fueron las psicológicas, que nunca se curan. “Nadie puede superar el Holocausto, solo se sobrelleva”.
Algunas de esas once mujeres dedicaron buena parte de su vida a contarle al mundo el infierno por el que habían pasado, para que no se olvidara el Holocausto y, sobre todo, para que nunca jamás pudiera volver a repetirse algo así, pero otras nunca encontraron las fuerzas necesarias para hablar públicamente del horror que habían sufrido.
Se habla de las supervivents, però existe algun arxivo donde se pueda investigar las mujeres de estos campos de exterminio que fueron asesinadas?