El papa Francisco pidió combatir “el problema serio y grave” de los abusos sexuales a monjas en todo el mundo y también que sean utilizadas como servidumbre. Llama la atención que no se haya luchado contra este problema antes y, dados los antecedentes con el abuso de menores, asusta pensar los casos que no han salido a la luz.
Estas palabras las ha realizado el papa durante un encuentro en Vaticano con las 850 religiosas que han participado en la Asamblea de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), que agrupa a 1.900 congregaciones y representa a unas 450.000 monjas.
La presidenta de la UISG, la maltesa Carmen Sammut, explicó al papa que en estos días de reuniones han hablado de los abusos a menores en la Iglesia, pero también de las religiosas víctimas de abusos sexuales y de poder, un problema que están afrontando “con valor y determinación”.
Sammut agradeció al papa que en la ley divulgada ayer en la que se obliga a todos los religiosos a denunciar los casos de abusos, también se incluyese la violencia de todo tipo contra las consagradas.
“El abuso de religiosas es un problema serio y grave y yo soy consciente y también existe en Roma por la información que llega”, dijo Francisco a las religiosas en el aula Pablo VI del Vaticano.
El pontífice pidió ayuda también a las congregaciones para atajar el problema ya que son las superioras de las congregaciones las que autorizan esto (que las monjas se ocupen de las tareas domésticas). “Trabajad en los dicasterios, en la administración de una nunciatura, pero sirvientas no. Solo en las casas de los enfermos, porque esto es servicio, pero no servidumbre”, agregó.
Denuncias silenciadas
En noviembre de 2018, la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) denunció “la cultura del silencio y el secreto” que con frecuencia rodea a los casos de abusos sexuales y ha instado a las religiosas a informar de ello a la Policía y a sus superiores.
“Pedimos que cualquier religiosa que haya sufrido abusos informe a la responsable de su congregación, a la Iglesia y a las autoridades civiles, según se considere más conveniente”, solicitó la UISG.
Respecto a la ordenación de diaconisas, que la UISG planteó en su anterior encuentro con el papa en 2016, Francisco reafirmó como ya hizo en el vuelo de regreso de su viaje a Bulgaria y Macedonia, que “no se ha llegado a un acuerdo”.
“No es un gran resultado, pero es un paso adelante”, dijo sobre la posibilidad del diaconado femenino, que es el grado de consagración anterior al del sacerdocio y puede otorgar la potestad de administrar algunos sacramentos como el bautismo y el matrimonio.
La mujer en la Iglesia
Tanto en la dirección como en el ejercicio ministerial de la Iglesia, las mujeres están marginadas de los puestos importantes y jerárquicos; la toma de decisiones y la misión pastoral la ejercen los hombres. Las mujeres continúan siendo ninguneadas por la estructura eclesial, que les cierra las puertas a los ministerios y a los órganos de poder y reduce a las religiosas a meras sirvientas de obispos y cardenales.
Ante esta situación de invisibilidad y en un momento en el que el feminismo adquiere pujanza, las mujeres católicas también se plantan, exigen su lugar en la institución, participar en las estructuras de decisión, y denuncian los abusos de poder del clericalismo, fruto de una “cultura patriarcal” que tiene en la Iglesia católica uno de sus más firmes puntales.
Es hora ya de que la Iglesia formule una sincera autocrítica, que reconozca sus arraigados errores estructurales, cambie sus arcaicas leyes y lleve a buen término en todos los órdenes la igualdad de todos los bautizados, hombres y mujeres.