Manuel Fraga Iribarne (Villalba, Lugo, 23 de noviembre de 1922 – Madrid, 15 de enero de 2012), quien ocupó casi ininterrumpidamente cargos de relevancia política e institucional durante la dictadura de Franco, fue elegido presidente de la Xunta de Galicia un 31 de enero de 1990.

La carrera de Fraga al lado del dictador Francisco Franco fue creciendo paulatinamente. En 1951 fue designado secretario general del Instituto de Cultura Hispánica, en 1953 ascendió a secretario del Consejo de Educación (del que acabaría siendo secretario general), en 1956 se convirtió en el director del Instituto de Estudios Políticos y en 1957 fue nombrado delegado nacional de Asociaciones, que era una de las delegaciones de la recién creada secretaría general del Movimiento.

El 10 de julio de 1962 accedió a primer cargo político relevante: Ministro de Información y Turismo, que no abandonaría hasta 1969. Durante el verano de 1966, formó parte de la comisión que se encargó de redactar el borrador de la ley orgánica del Estado que se aprobaría en noviembre, ley que cerraba el entramado institucional del régimen y que aseguraba la monarquía como forma futura de gobierno.

En 1969, año del estado de excepción que se produjo en torno al proceso de Burgos, cesó como ministro y accedió al cargo de embajador en Londres, cargo que ejerció hasta la muerte de Franco.

El escritor José Manuel Caballero Bonald resume los más de 35 años de militancia franquista de Fraga al explicar que «se convirtió en uno de los máximos secuaces de la camarilla de Franco y que sus actuaciones propiciaron la falta de libertades y la persecución de disidentes».

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Ejecución de prisioneros políticos

Durante su presencia como uno de los máximos responsables del «gobierno» creado por el dictador, se llevaron a cabo ejecuciones políticas. Es el caso del dirigente comunista Julián Grimau, al que calificó de «ese caballerete» en rueda de prensa cuando estaba detenido, condenado a muerte y fusilado en 1963.

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El día de su ejecución, el 20 de abril de 1953, ABC publicó su supuesto expediente policial. Grimau, según el régimen, había sido jefe de una checa situada en el número 1 de la Plaza de Berenguer el Grande, de Barcelona, donde se había procedido a la detención y tortura de diversas personas. “Fraga diseñó una campaña de propaganda bestial para convencer a los españoles. De hecho, se entregaba un folleto explicativo sobre las acusaciones de Grimau a todas las personas que entraban y salían de España”, asegura Antonio Ortiz, historiador.

La condena de Grimau provocó una gran campaña de rechazo en el exterior, que no logró salvarle la vida. Fraga justificó entonces la ejecución y posteriormente nunca modificó públicamente su postura. El novelista y exministro del PSOE Jorge Semprún ha dicho que «Fraga fue uno de los ministros que fusilaron a Grimau».

“Fue ejecutado a las cinco de la madrugada, ante los faros de unas camionetas. Los reclutas del pelotón de fusilamiento estaban muy nerviosos. Dispararon 27 balas, pero el oficial al mando tuvo que rematarle con tres tiros de gracia. Nunca lo olvidaré», explicó el abogado defensor de Grimau Alejandro Rebollo.

Grimau Alejandro Rebollo.
Grimau Alejandro Rebollo.

Fraga en la Xunta

A pesar del pasado franquista de Manuel Fraga, el vilalbés accedió a la presidencia de la xunta de Galicia un 31 de enero de 1990. La derecha siempre había vencido en tierras gallegas, pero con su candidatura el PP, en coalición con una fuerza nacionalista moderada (Centristas de Galicia), obtiene, por fin, la mayoría absoluta.

Fraga ejerce un fuerte liderazgo durante 15 años. Fue una etapa en la que el Partido Popular en Galicia tuvo una indiscutible fuerza que tan solo su reverso político, el líder nacionalista Xosé Manuel Beiras, con el que sostuvo memorables enfrentamientos políticos y un corto período de entendimiento, fue capaz de pelear.

El que fue ministro franquista orquestó una Xunta enfocada en fortalecer las redes de poder provincial en las que descansa el tradicional caciquismo gallego que dura hasta hoy y de establecer un control de los medios de comunicación gallegos por la vía de convenios y subvenciones.

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Ejerció una política desarrollista escasamente planificada. Proliferaron parques empresariales en zonas de nula vocación industrial, concentraciones parcelarias sin real interés agrario e inversiones dispersas al servicio de líderes locales con escasos efectos multiplicadores.

Su período es el de la consolidación del feismo urbano, de la destrucción de valores paisajísticos gallegos (monocultivo de eucalipto, minicentrales eléctricas, parques eólicos, macroplantas de acuicultura y canteras en espacios de alto valor natural) y el de la colosal contaminación de las rías.

En las de 2005, siendo ya uno de los mandatarios en activo más ancianos del mundo, volvió a ganar las elecciones por amplio margen respecto del segundo partido en número de votos pero perdió la mayoría absoluta. La alianza de gobierno entre PSdeG y BNG impidió que Fraga obtuviera de nuevo la presidencia de la Junta de Galicia, la cual pasó a Emilio Pérez Touriño (PSdeG).

El ruinoso macroproyecto arquitectónico de la Cidade da Cultura ha sido su legado.

A pesar de la Memoria Histórica

El currículum franquista de Manuel Fraga resiste a la memoria histórica. Todos los Ayuntamientos gallegos mantienen las distinciones que le otorgaron al fundador del PP y expresidente de la Xunta hace medio siglo

Al menos ocho corporaciones locales de Galicia (es hijo adoptivo de Santiago, Ferrol, Cedeira, Pontedeume, Verín, Tui y Cervo, y predilecto de Vilalba), además de la Diputación de A Coruña, otorgaron títulos a Fraga durante la dictadura.

“Hay miedo a tocar a Fraga. PP y PSOE lo tienen porque fue una piedra angular de la Transición, pero hay otros partidos que no estuvieron en ese proceso y tampoco mueven ficha”, reconoce Manuel Monge, uno de los firmantes de un manifiesto firmado por una treintena de represaliados gallegos de la dictadura que piden retirarle los méritos a Fraga.

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«Dentro de la biografía secuestrada de Fraga está su simpatía y admiración por las ideas del fascismo y la negación del Holocausto judío, y firmó en abril de 1971 con otros significados fascistas un manifiesto del Comité Español para la Liberación de Rudolf Hess (número dos de Adolf Hitler), que solicitaba su libertad porque estaba en la cárcel alemana de Spandau», exponen los firmantes del manifiesto, quienes destacan que Fraga «nunca manifestó arrepentimiento ni pidió perdón por los crímenes del franquismo».

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