Este miércoles el rostro y nombre de la hasta ahora desconocida Isabel Peralta empezaron a correr como la pólvora en redes sociales y diversos medios tras pronunciar el pasado sábado un discurso antisemita en una concentración neonazi en homenaje a la División Azul que tuvo lugar en el cementerio de la Almudena. “Es nuestra suprema obligación luchar por España y por una Europa ahora débil y liquidada por el enemigo, el enemigo que siempre va a ser el mismo, aunque con distintas máscaras: el judío”, dijo Peralta.
El consejero de Justicia, Interior y Víctimas, Enrique López, solicitó la apertura de una investigación para averiguar si se había producido un ataque contra la comunidad judía, al considerarlo constitutivo de un posible delito de odio. Este martes, La Fiscalía de Madrid anunció que había abierto diligencias para determinar si se profirieron gritos antisemitas durante la concentración y en la que hubo simbología neonazi.
Peralta utilizaba además su cuenta de Twitter para difundir sus mensajes de odio contra los judíos, negacionismo del Holocausto, proclamas de la Falange, consignas machistas, homófobas y, por ello, la red social decidió suspender su cuenta por incumplir sus normas. Ese medio de difusión ya ha desaparecido pero continúan los medios de comunicación, que según a quien se le pregunte, son un altavoz del fascismo o muestran una realidad informativa, tal y como recoge infoLibre.
El presidente de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), Rafael de Mendizábal, considera que el discurso de Peralta forma parte de la libertad de expresión.
Por otra parte, el periodista Pedro Vallín y la directora del Instituto de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, Amparo Huertas, creen que la entrevista debería haberse realizarse de otra manera. Mientras, el también periodista Antonio Maestre y la decana del Colegio de Periodistas de Andalucía, Eva Navarrete, señalan que es un error actuar como altavoz del fascismo. Vallín considera que “el periodismo no puede emanciparse de la noticia, pero de ahí a hacer como si el fascismo fuera una opción válida, hay un viaje muy largo”.
Las claves para evitar el crecimiento del fascismo
En un artículo que publicamos hace un tiempo nos hicimos eco de un hilo de Twitter del periodista Pedro Vallín en el que explicaba las claves que deben tener en cuenta los medios para evitar el crecimiento del fascismo:
La clave es NO DIFUNDIR LA AGENDA FASCISTA. Si nos pasamos el verano dando espacios sin fin a la llegada de inmigrantes, como si viviéramos una oleada que no existe, da igual que el tratamiento sea serio y riguroso, el público creerá que tenemos un problema de inmigración.
Si dedicamos horas sin fin a contar que unos quitan lazos y otros los ponen, como si los catalanes estuvieran a punto de emprenderla a tiros, da igual que tengamos tertulianos o columnistas muy serios, el público creerá que estamos al borde de la confrontación civil.
Si toda la programación televisiva de las mañanas consiste en hablar de sucesos escabrosos, ignorando que en realidad tenemos los niveles de delincuencia criminal más bajos de la historia y de los más bajos del continente, la gente creerá que necesitamos endurecer el código penal.
Si cada vez que un terrorista condenado obtiene un tercer grado o es excarcelado por motivos de salud dedicamos páginas y páginas a debatirlo como si no fuese lo normal en democracia (que la ley penitenciaria se aplica), el público creerá que hay oscuros pactos con el terrorismo.
Si a cualquier noticia sobre los pocos cientos de manteros que operan en Madrid o Barcelona le damos tratamiento de Cuestión de Estado el público creerá que nuestros barrios viven sometidos a un régimen de terror nunca visto, cuando todos los indicadores dicen JUSTO LO CONTRARIO.
Si apenas informamos de los desahucios pero hacemos debates sobre narcopisos, cuando el primer problema ha afectado a cientos de miles de ciudadanos y el segundo estadísticamente es residual, el público creerá que la amenaza al vecindario son los negros y no la ley hipotecaria.
Si cuando nuestras grandes ciudades hacen lo propio del momento, es decir, sacan vehículos contaminantes del centro, montamos debates de los años setenta sobre el supuesto «derecho» a hacer lo que te plazca con tu coche, degradamos e irritamos al ciudadano.
Si nos esforzamos en relatar el debate territorial del Estado en términos de selección de bandera, si decimos a los ciudadanos que son desiguales por su identidad y no por su renta, crearemos en el público la necesidad de elegir bandera.
Como no hemos hecho esto sino lo contrario, como hemos actuado de forma irresponsable como gremio en pos del debate cutre, el click y la audiencia, quizá no estamos ya a tiempo de hacer nada muy relevante contra el fascismo. Porque el primer deber del periodismo es la selección de agenda. Esa jerarquización del mundo es lo más importante que hace cada día un periodista, mucho más importante que escribir bien o invitar a analistas sensatos. Y lo segundo no redime de lo primero.
La agenda no viene dada ni la marcan los políticos. La creamos nosotros. Si existe alguna posibilidad de detener el fascismo y si esa posibilidad pasa por el periodismo (son dos «y si»), no creo que dependa de cómo los tratamos, sino de silenciar su agenda racista e identitaria.
Amparo Huertas opina, al igual que Vallín, que aunque no hay que ocultar esta ideología, tampoco hay que mostrarla sin filtros en los medios de comunicación y que hay que dar visibilidad a estas ideologías de una manera muy concreta y diferente a lo hecho en esta ocasión. “Los medios no pueden ser meros transmisores de ningún discurso y, en este caso, lo que hay que hacer es evitar su banalización. El periodista debe apuntar hacia la crítica, pero debe realizarla en el mismo diálogo, cuestionando al entrevistado”, señala.
“El tratamiento de la entrevista debe ser muy reflexivo, sobre todo cuando se realiza a alguien que no defiende valores democráticos”, apunta Vallín, quien considera que lo más importante es que los medios sean los que manejan “la agenda”. “Es la primera gran herramienta y la más importante”, afirma. Pero, según ambos, el problema es que el periodismo se mueve bajo la viralización de sus noticias, de las visitas a sus webs y de los clicks.
Por su parte, Eva Navarrete, defiende que si los medios de comunicación no dan voz a personas como Peralta, éstas siguen estando en la sombra y señala que con estas entrevistas se da relevancia pública a gente que no debería tenerla. Además, recuerda que hay que tener cuidado porque todo lo publicado por la prensa se replica más tarde en las redes sociales.
El periodista Antonio Maestre, que trabaja en La Marea, medio que dio en primicia la información del acto en el cementerio de la Almudena, opina que el periodista debe tener el “control” sobre las informaciones que genera relacionadas con el fascismo, pero que en una entrevista es imposible, ya que la persona entrevistada puede decir lo que quiera con plena libertad.
“También hay que ver si esta persona es relevante en términos informativos. Realmente los periódicos como El Mundo y El Español lo han hecho porque ha adquirido relevancia en redes sociales y porque se ha convertido en una especie de icono de un fascismo menos agresivo que asegura clicks. Buscaban el folclore y las visitas, y eso es banalizarlo”, denuncia.
El peligro de que los medios actúen como altavoz, tal y como indica infoLibre, es que, aun sin quererlo, pueden convertirse en canalizadores de un discurso extremista que cale en la población y que dé votos a los partidos que lo defienden como ha pasado con Vox y otras formaciones de extrema derecha en Europa.
La investigadora en Ciencia Política en la Universidad de Salamanca, Carolina Plaza, ha indicado que: “Los medios de comunicación de masa hacen que los mensajes lleguen, dando una imagen de normalidad y consiguiendo que parezca que los discursos fascistas pueden enmarcarse dentro de la libertad de expresión” y advierte que entrevistas como la de Peralta “luego tienen consecuencias en términos electorales, porque se fortalecen ciertos partidos que adoptan o recogen ese mismo discurso, o uno parecido”.
Juan Francisco Albert, director de Al Descubierto, un centro de investigación especializado en análisis de la extrema derecha, explica que a Isabel Peralta se la ha “blanqueado y sobreexpuesto”. Sin embargo, opina que ya es tarde para que los medios oculten el discurso de Vox.
Según explica, lo que hay que hacer es mostrarlo desde una “superioridad moral”. “Hay que confrontarles, mostrar fallos, no dejarles hablar”. Además, lamenta que “los medios son bastante responsables del auge” de Vox, precisamente, por no haber hecho eso. “Hay que ahondar en sus contradicciones, dejarles que digan cosas que asusten”, zanja.