El Comité español de ACNUR ha querido destacar que la desigualdad de género, sumada a tener que huir de su país, sitúa a las niñas refugiadas en una posición especialmente vulnerable. Estas niñas tienen la mitad de probabilidades de cursar secundaria, lo cual impacta negativamente en su salud, sus ingresos y su posibilidad de prosperar.
Sólo el 23 % de los niños y niñas refugiados están matriculados en secundaria frente al 84% de media mundial, al encontrar obstáculos como el coste de la matrícula, uniforme, libros y otros materiales escolares, así como del transporte.
las niñas refugiadas tienen menos posibilidades aún de acceder al colegio ya que tareas como ir a por agua o leña, cuidar de sus hermanos y de la casa suelen recaer sobre ellas. Según van creciendo, la brecha va en aumento, ya que la educación secundaria es más costosa y, si una familia tiene que elegir, suele optar por mandar a los niños ante la sensación de que tienen más potencial de ingresos futuros.
Un dato que sorprende por lo sencillo que tendría que ser lograrlo, es que si todas las niñas terminaran la escuela primaria, el matrimonio infantil se reduciría en un 14% y las muertes por diarrea, tercera causa más frecuente de mortalidad infantil, se reducirían un 8%.
Emitithat Mahmoud, ejemplo de lucha
La poeta y activista Emitithat Mahmoud, asegura, a través de EACNUR, que la educación cambió sus vidas y por esta vida buscarán cambiar las de miles de niñas refugiadas:
“A los refugiados se les dice constantemente que deben guardar silencio. Sí, cuesta ser oído con el rugido de los aviones de guerra o el ruido de una explosión más. Pero también cuesta ser oído con ese estribillo incesante según el cual los refugiados tienen menos derecho a existir (o ninguno) y las niñas refugiadas valen menos que nadie.
Tengo voz. Como antigua refugiada, poeta, graduada por la Universidad de Yale y ahora defensora de esta causa, se me ha concedido una plataforma para enfrentarme al silencio. La educación cambió toda mi vida y por eso es mi deber usar mi educación para ayudar a otros a llegar hasta el lugar en el que hoy me encuentro. Muchas personas que han pasado por lo que yo pasé y por cosas peores no tienen este privilegio.
Cuando se les dice a las niñas refugiadas que ellas no necesitan o no quieren una educación, quien lo dice son personas que no quieren que manifiesten su opinión, no quieren que enriquezcan sus vidas y crezcan como seres humanos fuertes y prósperos.
De nosotros depende usar nuestras voces, si tenemos una, y yo lo voy a hacer para pedir que todas las niñas refugiadas tengan acceso a las aulas y tengan una voz propia, vivan donde vivan. Es su derecho como seres humanos.”