Desde el inició de la ofensiva talibán unas 400 mil personas han debido huir de sus casas, por temor a las detenciones y ejecuciones sumarias.
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La dimensión de la tragedia que los Estados Unidos, han construido durante sus veinte años de ocupación en Afganistán, por momentos es difícil de atribuirla a la imprevisión, la falta de compresión del espíritu nacional afgano, la casualidad, ramplonamente a la mala suerte, al destino manifiesto o que fue maktub (estaba escrito) y uno entonces se atreve a preguntarse, si no fue una pieza de ingeniería fenomenal, construida para arruinar a ese país y complicar a toda la región por el resto de los tiempos. Solo así podríamos encontrar una respuesta.
Mientras
la ofensiva del Talibán,
iniciada el pasado primero de mayo, se impone en todos los frentes,
los 37 millones de afganos se preparan para someterse nuevamente a
las arbitrariedades de, lo que hasta finales de 2001, se conoció
como el Emirato
Islámico de Afganistán,
que bajo la agobiante ley coránica
o sharia,
del gobierno del mullah
Omar, el Amir
ul-Momenin
o príncipe de los creyentes, donde todo lo que no estaba
estrictamente permitido, estaba estrictamente prohibido, zambullendo
a los afganos en el siglo VII.
Por
lo que millones de afganos, están intentando escapar de los
rigoristas, que ya han comenzado bombardear los aeropuertos para
impedir el despegue de aviones, por lo que, cerrando las fronteras,
volverán a convertir al país en una inmensa mezquita.
En
este contexto la Misión
de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA)
ya ha documentado un sensible aumento en el número de víctimas
civiles durante los primeros seis meses del año, superan los
registros de los mismos periodos, desde 2001. Por lo que se cree que
hasta fin de año el número de civiles que morirán o tendrán
secuelas físicas, si no se detiene la guerra, no tendrá
precedentes.
Se
ha conocido que la principal causa de muertos y heridos civiles, se
producen por el intenso uso de artefactos explosivos improvisados
(IED, por sus siglas en inglés), casi monopolizado por los
insurgentes. La mayoría de las bajas civiles se han producido en
zonas rurales, ya que el mando Talibán,
hasta hace un par de semanas, evitaba incursionar en los centros
urbanos, justamente, para no incrementar esos números.
Habiendo
alcanzado la guerra los niveles de violencias, casi desconocidos, es
que los afganos están abandonándolo todo, para escapar de los
combates, intentando cruzar a países vecinos o incorporarse a los
diferentes campos de desplazados, donde se cree están mejor
protegidos por las fuerzas de seguridad, que todavía responde al
presiden Ashraf Ghani. Dada la situación, las oficinas que emiten
documentación y pasaportes, están saturadas, en Kabul, en las que
se registran colas de más de cuatrocientos metros, ignorando un gran
cartel gubernamental, que aconseja: “No pongas en peligro tu vida y
la de tu familia. La migración no es la solución”.
Desde
el inició de la ofensiva se ha registrado que unas 400 mil personas,
han debido huir de sus casas, por temor a las detenciones y
ejecuciones sumarias de la que no son solo víctimas los miembros de
las fuerzas de seguridad, el ejército y funcionarios públicos sino
muchos ciudadanos de común, que no han dado fervientes pruebas de su
devoción.
Tras
el abandono norteamericano de Bagram, la principal base con la que
contaban en el país, el número de afganos que cruzaron fronteras
internacionales de manera ilegal se incrementó entre un 30 y un 40
según la Organización
Internacional para las Migraciones
(OIM).
A
mediados de julio el Alto
Comisionado de la ONU para los Refugiado, informó
que: “Afganistán está al borde de otra crisis humanitaria”. Lo
que se traduce, que cerca de 18 millones de personas, están
necesitando ayuda humanitaria.
A
la crítica situación que vive Afganistán por la guerra civil, hay
que sumarles la pandemia por el Covid-19
y una sequía “jamás registradas”, que atenta directamente
contra la producción agrícola: Por lo que ya son ciento de miles
que han entrado en crisis alimentaria y que muchos de ellos, también,
carecen de agua.
El
largo adiós del pueblo afgano, no se ha iniciado en estos últimos
meses, sino que se retrotrae a los años posteriores a la guerra
antisoviética
1978-1992. Que se incrementó con la guerra civil que entronizaría
al mullah
Omar en 1996.
Los
afganos representan actualmente uno de los mayores colectivos entre
los refugiados y solicitantes de asilo en el mundo, los que superan
los 6 millones de personas. Desbordado en las últimas décadas las
fronteras de Pakistán
e Irán, intentado llegar a Turquía, para luego saltar a Europa. De
donde miles de ellos ya han sido expulsados. Sin conocerse el
verdadero número que Turquía mantiene en su territorio, tras los
jugosos acuerdos con la Unión
Europea
de marzo de 2016.
En
esta realidad son los Estados Unidos, que agregan más desesperación
a los miles de afganos, que después de colaboran con ellos durante
años, Washington siguen dilatando el programa
de visas especiales
para aquello colaboradores y sus familias, que se encuentran ya en la
mira de los muyahidines,
conociéndose que no han sido pocos los que ya han sido asesinados.
El número, aunque incierto, refiere a cerca de los 20 mil
colaboradores, que sumados a sus familiares, más directos,
representaría entre 250 y 330 mil.
En
la ciudad de Zaranj, en la provincia de Nimruz, junto a la frontera
con Irán, donde funciona una de las redes de migración ilegal más
activas del país, desde hace años cada día salen camionetas
cargadas de desplazados, rumbo a la frontera iraní. Hasta fines de
marzo se calculaban unas 200 diarias, habiendo llegando a principios
de julio a las 450. Según el Instituto
Británico de Desarrollo de Ultramar,
desde 2019 ese tráfico se ha incrementado en un 300 por ciento.
En
Tayikistán, en la frontera noreste de Afganistán, que en julio
recibiendo cerca de 1600 afganos, se conoció que existen planes para
recibir hasta 100 mil refugiados. A pesar de que los talibanes
tomaron zonas cercanas a esa frontera, donde también opera el grupo
tayiko, Jamaat
Ansarullah
aliado el Daesh
Khorasan,
con base Afganistán. Por lo que el gobierno de Dusambé envió 20
mil efectivos a esa frontera, y el presidente Emomali Rahmon, ha
solicitado asistencia militar a su homólogo ruso Vladimir Putin.
Mientras,
otros países vecinos de Afganistán, no han mostrado la misma
voluntad de Tayikistán y se están incrementado los planes para
reforzar la seguridad fronteriza. Por temerosos de dos factores, que
sus economías no pueden soportar el peso las oleadas de refugiados y
que entra tantas personas puedan infiltrase terrorista.
Los
registros comienzan a ser apabullantes se conoció que desde
Lashkargah, capital de la sureña provincia de Helmand, que cuenta
con una extensa frontera con Pakistán, casi 40 mil personas
abandonaron la ciudad, solo en las últimas dos semanas.
La
hora kabulí.
Hasta
hace unas pocas semanas el Talibán,
no tenía como objetivos a Kabul, blanco favorito de las operaciones
del Daesh
Khorasan
y de la Red
Haqqani,
organización cuentapropista que alquila sus “servicios” a quien
los necesitase. Aunque últimamente se han incorporado orgánicamente
a los talibanes.
Sin embargo, siguen con sus “changas” por fuera de la
organización del mullah
Haibatullah Akhundzada.
El
ataque del pasado miércoles cuatro, contra la residencia del
Ministro de Defensa Bismillah Khan Mohammadi, en pleno centro de la
capital, deja en claro que Kabul, ya se encuentra entre las
prioridades de los terroristas.
En
el comunicado oficial, los insurgentes informaron que cuatro
inghimasi
o shahid
(mártires) de su organización pertenecientes al “Batallón del
Martirio”, con armas ligeras y pesadas, conduciendo un coche bomba,
tras cinco horas de combates finalmente se inmolaron. A pesar de la
virulencia de la operación en la que además de los cuatro
inghimasi,
murieron ocho funcionarios, veintidós resultaron heridos, el
ministro consiguió escapar ileso.
El
pasado 20 de julio, tres cohetes impactaron en cercanías del palacio
presidencial, en el momento que se estaba realizando las oraciones
del Eid
al-Adha,
(La celebración del Sacrificio), con la presencia del presidente
Ghani, junto a un importante número de funcionarios y dirigentes
políticos. Sin que se hayan registrado víctimas, ninguna
organización se adjudicó el atentando, aunque fuentes cercanas al
gobierno dejaron deslizar que podría haber sido el Talibán.
Kabul,
en poco tiempo más comenzará a vivir lo que ya sucede en otras
capitales provinciales cómo Herāt, Kandahar y Lashkargah, donde la
guerra ya penetró a los centros de las ciudades, dejando una
importante cantidad de muertos. En Lashkargah, la capital de Helmand,
el miércoles cuatro, se produjo la muerte de cuarenta civiles, lo
que sin duda adelanta la hora kabulí.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.