El eurodiputado de extrema derecha Luis Pérez Fernández, conocido como Alvise, ha vuelto a protagonizar un episodio de cinismo sin límite, esta vez en València. Bajo el pretexto de “llevar comida caliente” a las personas alojadas en el pabellón de la Universitat Politècnica de València (UPV), intentó hacerse pasar por el coordinador del mando avanzado de Paiporta, con el objetivo aparente de acceder a un espacio reservado para bomberos y equipos de emergencia. Estos profesionales, desplazados para responder a los efectos de la DANA, no solicitaron su ayuda. Al contrario, se confirmó que reciben alimentación diaria y un servicio de lavandería gracias a la coordinación de la propia universidad.
La realidad, sin embargo, no importa a quienes buscan manipularla para generar indignación. La estrategia de Alvise —como tantas otras veces— es sencilla: confrontar, victimizarse y, por encima de todo, explotar la empatía pública en su beneficio. La tragedia en València le brinda la excusa perfecta para posar como defensor de los desamparados, aunque detrás de ese gesto se esconda la búsqueda de atención mediática y rédito político. Para ello, no dudó en publicar la cuenta de redes sociales de la concejal socialista Carmen Alcíbar, a quien acusó de dejar sin comida a las personas refugiadas en el pabellón.
Este tipo de acoso a figuras públicas, aludiendo a su pertenencia política como un motivo para desprestigiar su labor, demuestra hasta qué punto la extrema derecha se ha instalado en una política de odio y persecución personal. Así, el episodio no se trata solo de un intento de intrusión, sino de un ataque a la integridad del equipo de emergencias, quienes ya cumplen con su labor sin necesitar interferencias. Alvise, como tantos otros líderes de su partido, necesita fabricar conflictos donde no los hay para movilizar a sus seguidores, ignorando las consecuencias reales de sus actos en el bienestar de los afectados.
LA SOLIDARIDAD COMO ARMAMENTO POLÍTICO: EL OTRO ROSTRO DEL POPULISMO
La solidaridad con quienes sufren debería ser un acto genuino, libre de intereses ocultos. Pero para la extrema derecha, esa solidaridad se convierte en un arma política para captar apoyos a través de la confusión y el rencor. Alvise y su partido, ‘Se acabó la fiesta’, representan una visión utilitarista de la compasión. Fingiendo preocupación, buscan manipular la percepción de la ciudadanía en un momento de emergencia, mientras intentan demonizar a quienes realmente trabajan en el terreno. Los bomberos y personal de emergencias no pidieron “comida caliente” ni ayuda extra: fueron forzados a lidiar con la presencia de un político que buscaba protagonismo en lugar de soluciones.
Este tipo de manipulación emocional no es accidental ni nuevo. El populismo autoritario recurre frecuentemente a tácticas de infiltración y victimización para socavar a los equipos y entidades públicas, aludiendo a una supuesta falta de empatía o eficacia que solo ellos estarían dispuestos a subsanar. La difusión de datos personales de personas que no comulgan con su ideología política es, además, una técnica bien conocida de acoso. La cuestión central aquí no es si los alojados en la UPV recibieron comida caliente —un servicio que ya estaba garantizado—, sino cómo el liderazgo de la extrema derecha ha convertido el dolor y el sufrimiento en una plataforma de autopromoción.
LA UNIVERSITAT POLITÈCNICA DE VALÈNCIA COMO ESCUDO ANTE EL ABUSO
Ante esta invasión de su espacio, la Universitat Politècnica de València ha dado un paso al frente. El vicerrector de Comunicación e Internacionalización, José Francisco Monserrat, ha condenado enérgicamente el intento de manipulación de Alvise, así como la difusión de datos personales de una funcionaria, un acto que cruza todas las líneas éticas en busca de una victoria simbólica. Monserrat insiste en la necesidad de coordinar cualquier tipo de colaboración para evitar interferencias que afecten el descanso y la privacidad de los trabajadores desplazados. La UPV, institución de acogida y gestión de recursos en esta emergencia, reafirma así su compromiso con el respeto y la integridad de quienes han sido enviados a socorrer a València.
Sin embargo, es preocupante que una universidad se vea obligada a defenderse de quienes deberían estar apoyando su labor. Las declaraciones de Monserrat subrayan la toxicidad de la campaña de Alvise y sus seguidores, quienes parecen dispuestos a desacreditar a cualquier figura que represente lo público o lo institucional si no comulga con su ideología. La manipulación de una crisis humanitaria con fines de notoriedad política ilustra hasta qué punto se ha deformado el concepto de solidaridad en manos de quienes buscan dividir en lugar de unir.
Mientras el personal de emergencias trabaja a contrarreloj, la extrema derecha se apropia de su esfuerzo para promover una agenda de desconfianza y odio.
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