Es una realidad: cada vez hay más países que permiten a sus ciudadanas interrumpir su embarazo en las primeras semanas de gestación. No obstante, la legalización del aborto sigue estando en la arena política en muchas naciones. Así, la histórica decisión de la Suprema Corte mexicana de despenalizar la interrupción del embarazo ha sido recibida recientemente con protestas por algunos sectores y con alegría en otros muchos.

El debate también parece haber resurgido, quizás inesperadamente, con las iniciativas normativas de algunos estados de EE.UU., decididos a restringir al máximo esta posibilidad. España, por su parte, discute cómo terminar con el acoso a usuarias de clínicas privadas de interrupción del embarazo. Además, se alzan voces cuestionando el alcance de la objeción de conciencia de los facultativos en el sector público.

Más allá de los valores morales

La interrupción voluntaria del embarazo (IVE) va más allá de los valores morales personales. La evidencia científica ilustra cómo la posibilidad de IVE afecta al bienestar social y económico. Como en otras áreas sensibles, no contamos con ensayos aleatorios para determinar los efectos de su despenalización.

Sin embargo, podemos aportar luz cuando la posibilidad de abortar se ve afectada por modificaciones normativas, decisiones judiciales o cambios de otra índole que surgen ajenas al bienestar social y económico. Estos “experimentos naturales” permiten explorar el impacto de la IVE con el rigor adecuado.

Un buen ejemplo de este tipo de contexto viene dado por la existencia de diferentes normativas dentro de un mismo país, como en el caso de Estados Unidos, o de repentinos giros de 180 grados en la policía demográfica, como en la Rumanía o la Hungría comunistas.

Los estudios disponibles señalan que abrir posibilidad de interrumpir el embarazo bajo supervisión médica contribuye al descenso de la mortalidad materna a través de la reducción de los riesgos asociados a abortos no seguros. En esta línea, la OMS estima que los abortos representan una de las cuatro principales causas responsables de la mortalidad materna.

Contextos desfavorecidos

La IVE se lleva a cabo en la actualidad, fundamentalmente, por medio de medicamentos de administración oral. Junto con la creciente disponibilidad de métodos anticonceptivos, este elemento provoca que la IVE alcance un mayor potencial en esta dimensión en contextos (países o entornos) desfavorecidos.

Una segunda consecuencia de despenalización del aborto es la posible reducción de la fecundidad. La evidencia disponible apunta a que una parte importante de este efecto es permanente y limitado a un desplazamiento de los nacimientos hacia mayores edades.

Los efectos, no obstante, cuentan con un alcance mucho más importante. No resulta sorprendente que este descenso de la fecundidad no se distribuya al azar. Los contextos en los que se producen las interrupciones del embarazo no son escogidos de forma aleatoria. Al contrario, existe una amplia evidencia de que, en promedio, las IVE se vinculan a embarazos no planificados, adolescentes, mujeres sin pareja y entornos con dificultades socioeconómicas. En otras palabras, los abortos resultan en lo que se denomina una selección positiva de los nacimientos.

Mejor planificación de la fecundidad

En este sentido, la literatura señala que la posibilidad de interrupción voluntaria del embarazo se asocia a una mejor planificación de la fecundidad, más compatible con la inversión en educación y la carrera profesional, que revierte en la consecución de mayores niveles educativos y mejores trayectorias laborales de las mujeres, menor riesgo de pobreza e incluso matrimonios de mayor duración.

Por las razones mencionadas, las IVE, con alguna singular excepción, tienden a observarse en entornos en los que los que la inversión en salud y educación de los niños hubiesen sido menores. Así, encontramos que la despenalización del aborto se vincula a factores como el nacimiento de bebés, en promedio, con mejor salud (mayor peso al nacer o controles prenatales más adecuados).

Resulta aún más interesante abordar cuál es el impacto a más largo plazo de la selección positiva de los nacimientos. Contamos con evidencia que sugiere que la despenalización del aborto puede contribuir a la reducción del número de abandonos de bebés, el incremento de las adopciones, la mejora del estado de salud de los niños e, incluso, el descenso del consumo de drogas y el crimen juvenil o el aumento de los salarios.

Las implicaciones de la despenalización del aborto van, indudablemente, mucho más allá de las creencias o valores morales de los ciudadanos. Existen importantes implicaciones sociales y económicas de la regulación de la IVE.

La reducción de la fecundidad asociada a la posibilidad de abortar será de menor calado en los países más desarrollados y con mayores opciones de anticoncepción. Este descenso en los nacimientos afectaría a embarazos no planeados, de forma que, en promedio, es previsible una selección positiva de los nacidos.

No debe sorprender que los científicos sociales tengan algunas palabras que decir en este debate. Ni que, en el marco de la discusión actual de las limitaciones establecidas en algunos Estados, los economistas hayan suministrado a la Suprema Corte de Estados Unidos una síntesis sistemática de la amplia evidencia existente sobre esta cuestión.

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