Joaquín Araujo

Nadie, nunca, podrá expresar con suficiente emoción y cordura lo que allí sucedió. Menos aún repararlo. Lo único que podemos hacer, además de no olvidar, de ahí estos versos por los que pido disculpas, es tener presente que no sólo no ha concluido, sino que los huevos envenenados de otros holocaustos, acaso el de la totalidad de lo vivaz, están siendo incubados en estos momentos.

La barbarie devoradora forma parte del alma humana, sus tácticas y sus sistemas. De la misma forma que la compasión, la libertad y el respeto forman parte de la CULTURA. De ahí que debamos incrementar todo lo posible nuestro cuidado, a todo y a todos, para que siga sin eclosionar otra solución final. Para que respetemos a lo que, sin merecerlo, nos respeta, como he querido recordar en este poema.

Ilsutración de Javier F. Ferrero

¿Por qué la vemos si no está?
La invisible mancha que

humilla todas las miradas.

¿Por qué queda luz?
Cinco mil gafas «Gandhi» (tan mías)
sin cristales, en una vitrina iluminada.

¿A qué fotografiar?
Instantáneas en las que el uniforme
niega la cara de quien lo soporta.

¿Un naturalista?
La leve lavandera blanca
agita su cola, como siempre,
sobre el tejado del horno
crematorio, como nunca.

¿Cómo es posible?
La tristeza de que
las risas no estén prohibidas

¿Sentimos?
Quieres llorar y te da vergüenza,
de la que te avergüenzas.

¿Y el panorama?
Como un incierto oleaje
de banderas de paz
flotan mil gaviotas –también reidoras-
que , como gomas de borrar, hacen
de su blancura un olvidar. Tan imposible.

Por primera vez rechazas un paisaje
jugoso y palpitante.
No aceptas que todo esto
no sea un socavón inerte
o un agujero negro que
engulla toda la historia.

¡Crece la hierba, fluye el Vístula, canta un zorzal!
Es más, no ha faltado un solo año la lluvia
ni el aroma de los colores.
Todo proclama que la vida no desprecia,
ni siquiera a nuestra, ya siempre,
desconsolada especie.

 


 

Breve semblanza de Joaquín Araújo

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