Toñi Gómez
Coportavoz de Equo
Mi abuela era una persona muy sabía, a pesar de que su formación se limitó a saber leer, escribir, manejarse con las cuatro reglas básicas de las matemáticas y hacer primorosos paños, porque mi abuela tenía algo muy poco valorado en estos tiempos: sentido común, que dicen que es el mayor de los sentidos.
En estos momentos tan convulsos como frenéticos, me estoy acordando mucho de ella, si recuerdo que después de producirse el ecocidio del Mar Menor, aquellos que debían haberlo protegido como la joya que fue tuvieron el cuajo, que diríamos en mi tierra, de presentarse en la multitudinaria manifestación organizada en su defensa para pedir soluciones.
Si rebobino el debate electoral del pasado lunes, y vuelvo a escuchar las majaderías de un señor, que se etiqueta a si mismo de patriota, sin que ninguno de los otros cuatro candidatos fuera capaz de rebatir, con rotundidad, las mentiras que iba escupiendo, casi puedo escucharla diciendo ¡estos son unos “Juan Trapas”, no tienen remedio!
Es un sentimiento muy legítimo, pero que parte de una base errónea, pensar que la culpa de nuestros males la tienen los políticos, pero éstos no han caído del cielo. Somos la ciudadanía, bien votando o bien al desentendernos de los procesos electorales, quienes les elegimos y, por eso mismo, lo que pase o deje de pasar en nuestras localidades, regiones y país es responsabilidad nuesta, única y exclusivamente, por más golosas que sean las promesas en período de elecciones. Su hechos, o lo que dejan de hacer, responde, sin ninguna duda, a lo que les permitimos. Si negamos esta realidad, nos estamos haciendo trampas al solitario.
De nuevo estamos en proceso electoral y, en este contexto mi partido, Equo, representante de los Verdes Europeos, por expresa elección mayoritaria de las bases se presenta en coalición una nueva formación política, Más País, y con antiguos compañeros de aventuras como La Chunta o Compromís.
El programa se ha hecho de una forma participativa, teniendo en mente algo que a muchas y muchos nos importa sobremanera: la crisis climática y, por ende, la gran injusticia social a la que nos han llevado las viejas recetas que la clase política pone encima de la mesa, una y otra vez, por más que dejen cadáveres por el camino.
Así, proponemos medidas para asegurar una transición ecológica justa encaminada al autoconsumo, la reducción de la jornada laboral a 32 horas, que se reforzará con el teletrabajo, para propiciar un relevo intergeneracional y, a la vez, permitir que la gente podamos tener proyectos de vida que permitan la conciliación. También proponemos blindar la sanidad pública, que paguen más quienes más tienen dentro de un sistema fiscal realmente progresivo, revertir los recortes en depedencia, equiparar las víctimas de la violencia machista con las del terrorismo, favorecer la compra de productos de temporada y de proximidad, feminizar el empleo verde y ofrecer opción vegetariana en los comedores públicos. Todas estas medidas, junto a otras como la subida del salario mínimo interprofesional hasta los 1.200 euros, o la implementación, de manera gradual, de una prestación por hijo o hija a cargo de 1200€ al año, hasta los 16 años, están encaminadas a cuidar tanto de nuestro medioambiente como de todos los seres vivos. Los derechos adquiridos, y los que debemos adquirir, para asegurar un presente digno y un futuro alentador a las generaciones venideras son el mayor patrimonio que podemos tener.
Hace bien poco hemos conocido que más de 11.000 científicos alertan en un artículo publicado en la revista especializada BioScience que “Un sufrimiento humano sin igual” es lo que espera al planeta si no se toman medidas radicales para reducir las emisiones de dióxido de carbono y otros factores que contribuyen al crecimiento de la crisis climática”.
El próximo 10 de noviembre tenemos una nueva cita con las urnas en la que podemos escoger lo mismo de siempre y tener el mismo resultado, o podemos, con nuestro voto, propiciar ese cambio necesario para afrontar los graves retos que nos acucian.
A mí me da que mi abuela, con su sentido común, votaría ese cambio porque, en caso contrario, no habrá bandera lo suficientemente grande para tapar la vergüenza de tener que explicarles a nuestras hijas e hijos que miramos hacia otro lado.