(Julio Mateos) Reflexión postelectoral: Unos días antes de las elecciones se publicó aquí, en Contrainformación, una entrevista que me hizo Javier Cortines sobre distintos aspectos relacionados con la situación política y el inminente proceso electoral del 10N. En el centro de la misma se planteaban los motivos para el difícil entendimiento entre el PSOE y Unidas Podemos. Mis explicaciones se remontaban históricamente mucho tiempo atrás y también me aventuraba a dibujar escenarios futuros.

Sustancialmente allí planteaba que por trayectoria de larga data y, especialmente, por la estrategia de gran calado decidida por el PSOE en la Transición, veía imposible la formación de un gobierno de coalición de carácter progresista. A juzgar por la sorprendente noticia de hace unos días sobre el pre-pacto entre Sánchez e Iglesias parece que me equivoqué (creo que sorprendió a casi todo el mundo y la rapidez junto al factor sorpresa fue un acierto). Mi análisis era excesivamente absolutista o, al menos, no tenía en cuenta que movimientos profundos en los resultados electorales podían cambiar, en el ámbito de las coaliciones de gobierno, directrices muy seguras. Aunque en el primer texto de esa entrevista, luego necesariamente reducido en favor de su legibilidad se decía que «esta hipótesis, que hago sin esa maquinita que Antonio García Ferreras llama el pactómetro, puede ser, naturalmente descartada mediando un imprevisto terremoto en los resultados electorales».

Por Julio Mateos Montero

Los hechos muestran que el voto de los españoles y españolas puede llegar a cambiar planes políticos muy consolidados, estrategias históricas y características de los partidos políticos. Eso en principio es cosa muy sana. Ya decíamos en la mencionada entrevista que, al contrario de una creencia muy común, los partidos sí nos representan. Por las buenas o por las malas. Los cambios de los partidos en función del voto es parte de la práctica democrática. Otra cosa es que al albur de los vientos cambiantes alguna que otra formación política se convierta en una veleta alocada.

Para la ocasión que motiva esta nota, los analistas más serios coinciden en señalar dos grandes sacudidas que han recolocado las piezas del tablero: el hundimiento de Ciudadanos y el ascenso de Vox. Conjuntamente el seísmo ha propiciado que el PSOE haya mirado a la izquierda con mucha más decisión que en el pasado mes de julio.

Pero la partida previa a la formación de un gobierno no ha terminado y se desarrolla en un escenario endemoniado, entre otras cosas, por la “cuestión de Cataluña”. Mejor dicho porque tal cuestión sirve, y va a servir por mucho tiempo, para justificar una tensión política sin límites. En un extremo de la cuerda Puigdemont y en el otro Abascal. Los demás partidos se columpian, según los momentos y conveniencias, en esa tensionada cuerda. Lamentablemente se trata de una subordinación de los problemas sociales que afectan a la vida de todos a los enardecidos discursos de banderas y patrias y en este punto ERC tiene una especial responsabilidad. No tengo duda de que sus decisiones y actuaciones en esta coyuntura serán juzgadas en el corto plazo y en una dimensión histórica. Me temo que tal escenario de crispación, de acoso sin medida a la opción de gobierno pre-acordada, es el que la derecha y los más poderosos medios de comunicación van a cultivar no solo ahora sino después de la formación de un gobierno de orientación progresista (hipotética por el momento) como fruto del pre-acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos.

Por el momento ya se han lanzado al ataque la CEOE y el Círculo de Empresarios, la jerarquía de la Iglesia, la recalcitrante vieja guardia del PSOE (Felipe, Guerra, Ibarra, Corcuera, Leguina, … En fin, los que se han retratado desde hace muchos años la facción derechista “sin complejos” con carnet socialista). Y no digamos de la acometida por parte de la derecha política.

En general el mensaje con distintos grados de intensidad es: si llegáis a conseguir ese gobierno de izquierda ya nos ocuparemos de que no duréis mucho tiempo.

Lo inquietante no es que este variopinto ejército de contrarios al desbloqueo mediante un proyecto moderado y fielmente constitucional, no se limite al ejercicio de una oposición democrática sino que siga sobando los bajos instintos (“a por ellos”), machacando con lemas simples, concediendo crédito y alfombra a los discursos de la ultraderecha.

Aviso a navegantes:

Si no salen de sus oficinas los líderes sindicales, si no hay un apoyo en las calles al proyecto pre-pactado, si no hay entre el gremio periodístico voces valientes que puedan llegar a hablar con claridad, incluso en sentido contrario a los amos, no va a ser nada fácil la capacidad de gobernar del gobierno (lo que en términos más ambiguos y muy modernos llaman gobernabilidad).

Por cierto, no creo alejarme mucho de nuestro tema si invito a recordar la tabarra que respecto a Venezuela nos han dado los obsesos con los bolivarianos. Es decir, los mismos que hoy se callan como muertos ante el brutal golpe de Estado en Bolivia. Este concepto de golpe de Estado dentro de las meninges de la ultraderecha transnacional debe ser objeto, a no tardar, de oportunas disecciones.

No perdamos de vista estas batallas. Estemos atentos al desarrollo de los acontecimientos y a lo que cada actor dice y hace. Todos ganamos cuando los ciudadanos y ciudadanas de nuestro país hacen un esfuerzo, tienen los sentidos abiertos y se convierten en sujetos con pensamiento y actuaciones propias.

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