“Si alguien es superinteligente, y él lo es, debería pensar cómo puede ayudar. Pero esto es agitación populista”, declaró Gates
En un mundo donde la tecnología y el capitalismo han redefinido las reglas del poder, las acciones de los magnates no solo impactan en los mercados, sino también en la estabilidad política de naciones enteras. Elon Musk, el hombre detrás de Tesla, SpaceX y la red social X, ha cruzado una línea peligrosa al convertirse en un agitador político global, apoyando abiertamente a movimientos de extrema derecha en Europa y más allá. Esta deriva ha sido calificada por Bill Gates, fundador de Microsoft y filántropo, como una “locura de mierda” en una reciente entrevista con The Sunday Times.
LA INJERENCIA DE MUSK EN EUROPA: UN PELIGRO PARA LA DEMOCRACIA
El apoyo de Musk a partidos como la Alternativa para Alemania (AfD) y su respaldo a figuras como Nigel Farage en Reino Unido han levantado alarmas en todo el mundo. “Si alguien es superinteligente, y él lo es, debería pensar cómo puede ayudar. Pero esto es agitación populista”, declaró Gates, criticando la interferencia de Musk en asuntos que no le competen.
En Alemania, Musk ha llegado a afirmar que “solo AfD puede salvar a Alemania”, respaldando a Alice Weidel, líder del partido ultraderechista. Este tipo de declaraciones no solo son polémicas, sino que también representan una intromisión directa en la política interna de un país soberano. Según The Financial Times, Musk ha estado involucrado en maniobras para desestabilizar al Gobierno laborista de Keir Starmer en Reino Unido, utilizando su plataforma X para lanzar críticas feroces contra el primer ministro británico.
“Es una auténtica locura que pueda desestabilizar la situación política de los países”, señaló Gates, quien también sugirió que otros países deberían adoptar medidas para evitar que extranjeros superricos influyan en sus procesos electorales. En Estados Unidos, por ejemplo, está prohibido que personas no ciudadanas financien campañas políticas. Sin embargo, en Europa, las reglas son más laxas, lo que permite a figuras como Musk ejercer una influencia desproporcionada.
EL CAPITALISMO SIN FRENOS Y LA DISTORSIÓN DEL PODER
La crítica de Gates no se limita a las acciones de Musk, sino que apunta a un problema más profundo: el capitalismo desenfrenado que permite a unos pocos acumular un poder descomunal y utilizarlo para fines cuestionables. Musk, dueño de cinco empresas y con intereses en múltiples países, parece haber perdido de vista el impacto global de sus acciones.
“Es difícil entender por qué alguien que tiene una fábrica de coches tanto en China como en Alemania, cuyo negocio de cohetes es ultradependiente de las relaciones con naciones soberanas y que está ocupado recortando dos billones de dólares en gastos de la administración pública estadounidense, se obsesiona con estas historias de Reino Unido”, cuestionó Gates.
Esta obsesión por la política no es nueva en Musk. Desde la compra de Twitter (ahora X) en 2022, el magnate ha utilizado la plataforma para promover sus ideas y atacar a quienes no comparten su visión. Sin embargo, su apoyo a la extrema derecha marca un punto de inflexión. No se trata solo de opiniones, sino de acciones concretas que buscan alterar el equilibrio político en países clave.
LA RESPONSABILIDAD DE LOS SUPERRIQUES EN UN MUNDO FRAGIL
El caso de Musk pone en evidencia una realidad incómoda: en un sistema capitalista globalizado, los superricos tienen el poder de influir en la política internacional sin rendir cuentas a nadie. Gates, a pesar de ser parte de esta élite, ha reconocido la necesidad de establecer límites.
En 2025, con una fortuna estimada en más de 200 mil millones de dólares, Musk es uno de los hombres más ricos del mundo. Su capacidad para influir en la política no se limita a sus declaraciones, sino que también incluye su poder económico. “Creo que en Estados Unidos a los extranjeros no se les permite dar dinero; otros países quizá deberían adoptar salvaguardas para asegurarse de que los extranjeros superricos no distorsionan sus elecciones”, sugirió Gates.
Sin embargo, la solución no es sencilla. En un mundo donde las fronteras entre lo público y lo privado se desdibujan cada vez más, la influencia de figuras como Musk plantea preguntas incómodas sobre la democracia y la soberanía nacional. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a permitir que los intereses de unos pocos determinen el futuro de muchos?
El apoyo de Elon Musk a la extrema derecha no es solo un capricho de un magnate excéntrico, sino un síntoma de un sistema que ha permitido a unos pocos acumular un poder desmedido. Mientras tanto, la democracia sigue tambaleándose bajo el peso de esta influencia descontrolada.