Siendo niña, Ceija Stojka fue deportada junto a su familia a un campo de concentración nazi. Al final pasó por tres: primero Auschwitz-Birkenau, luego trasladada con su madre y su hermana a Ravensbrück y por fin en Bergen-Belsen, donde los prisioneros eran hacinados sin agua y sin comida en el mismo cercado en el que se amontonaban los cadáveres. Y logró sobrevivir para para pintarlo.

En Auschwitz tenían una zona especial denominada “el campo de los gitanos”, donde vivían hacinados unos 20.000 hombres y mujeres que en su mayoría fueron ejecutados. Solo sobrevivieron 1.200 de los más de 12.000 gitanos austríacos. Años después de terminar el conflicto, no se les incluyó entre las víctimas de persecución racista. Se consideraba que había sido por “holgazanería” y por ser “antisociales”.

A finales de los ochenta, a los 54 años, sintió la necesidad de plasmar el horror que vivió de niña. Se encontró con la interlocutora Karin Berger, quien la animó a desentrañar sus recuerdos en cuadernos, cartones y telas. La artista realizó entre 1988 y 2012, un año antes de su fallecimiento, más de mil dibujos y pinturas. No pintaba de forma cronológica, sino que alternaba los momentos bellos con su familia antes de la guerra y los que vivió durante la contienda.

El Reina Sofía expone ahora alrededor de 140 de esas obras que representan un testimonio excepcional, tanto por su rareza como por su calidad artística, sobre el porrajmos, la persecución y el genocidio de la comunidad gitana a manos de la Alemania nazi.

En sus cuadros es habitual ver a nazis con caras deformadas,ojos gigantes que todo lo ven y que por una parte representan la vigilancia a la que estaba sujeta e incluso en una de sus pinturas se observa un brazo con la inscripción Z 6399, el número que Stojka tenía tatuado en su piel y cuya letra inicial servía para identificarla como zigeuner (gitano en alemán). La muerte estaba siempre acechando, estuvo tres veces a las puertas de las cámaras de gas,de ahí que en sus obras haya elementos recurrentes como los cuervos, las chimeneas o los alambrados.

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Las obras representan varios capítulos de su vida que abarcan desde las estampas floridas y campestres antes de la guerra hasta imágenes devastadoras de los campos de concentración.

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En 2013, el mismo año en que murió, un crítico de arte se interesó en sus creaciones para mostrarlas en diferentes centros de arte. Por desgracia, Stojka no ha podido ver cómo sus obras han acabado en las mismas paredes que alojan los cuadros de Picasso o de Salvador Dalí.

Aunque Stojka era analfabeta también comenzó a escribir. A pesar de que la cultura romaní a la que pertenecía siempre ha tenido un especial apego a la oralidad, ella quiso dejar plasmadas por escrito sus experiencias para que todo lo que había vivido no se perdiera.

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También en 1999 colaboró con la directora Karin Berger para la composición de un documental sobre su vida en un testimonio cinematográfico único que también se proyecta en una de las salas de la muestra.

Fuentes: The Holocaust Encyclopedia, RTVE.es, El Periódico y Roma Voices in the German-Speaking World

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