Que Pablo Casado o Isabel Díaz Ayuso carezcan de cualquier conocimiento serio sobre el socialismo y el comunismo es algo que no sorprende. Llevan años demostrando que se pueden ocupar altas responsabilidades políticas sin tener ni puñetera idea del mundo en que se vive y solamente por el hecho de estar bien relacionados o de saber colocarse en el momento y lugar oportunos.
Partiendo de ahí, estaba claro que la campaña electoral en Madrid iba a dejarnos perlas varias en forma de tuits o de declaraciones en prensa, de esas que te permiten tomarte con un poco de humor la absoluta farsa que son ellos, su partido y sus posicionamientos políticos generales.
No han tardado y han decidido meterse de lleno en esa campaña agitativa que han lanzado conjuntamente varias cabeceras insignes del amarillismo periodístico español, esa que apuesta por identificar al actual Gobierno de coalición como “social-comunista”, en el que la pata socialista es el PSOE y la pata comunista es UP.
Así, cuando el estudiante prodigio titulado en Harvard dice “comunismo o libertad” o cuando la antigua gestora de la cuenta del perro de Esperanza Aguirre eructa “socialismo o libertad”, aspiran a movilizar a un hipotético votante que tiene mucho apego a su “libertad” y que debe entender que los “socialistas y comunistas” que conforman el actual Gobierno central están a un paso de decretar la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía, construir un muro en la frontera francesa o aparecer abriendo el telediario de las tres con su vestimenta favorita que incluye cuernos, rabo y olor a azufre.
Casado y Ayuso, como tantos otros personajes políticos que defienden los intereses de una clase social muy concreta, la de los que viven del trabajo ajeno, sólo entienden la libertad de una manera: la libertad del capital. O dicho de otra forma, la libertad del que explota, la libertad de quien no paga las horas extras, de quien no da de alta en la seguridad social o de quien está pendiente de que privaticen un servicio público para meter la zarpa. Esa libertad es la que defienden Casado y Ayuso y en realidad aciertan cuando entienden que el socialismo y el comunismo son antitéticos con la libertad del explorador.
Pero Casado y Ayuso, como buenos mandados, pretenden que cualquier trabajador y cualquier pequeño propietario hagan suya la idea de libertad de las grandes empresas, como ellos. Ellos y el resto de políticos que defienden que el capitalismo es el único sistema posible, llevan años insistiendo en la idea de que tu libertad es la misma que la de tu patrón, que explotadores y explotados comparten intereses, a pesar de que a diario se constate que esto no es así. No tienen la misma libertad los miles de madrileños y madrileñas que forman las colas del hambre, ni los miles de jóvenes que ven negado su futuro por ese sistema que tanto defienden que los dueños de las empresas y los felones que les hacen el caldo gordo gestionando sus intereses. La libertad que ellos defienden es la condena para el trabajador, la sumisión absoluta a los intereses del patrón, la libertad de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos.
Por otra parte, es llamativo que acusen de social-comunista a un Gobierno que se está dejando los cuernos -literalmente- por salvaguardar los intereses de las grandes empresas. Que aplica con rapidez todas las propuestas que promueven FMI o de la Comisión Europea para sostener a los grandes capitalistas que están viendo peligrar sus beneficios por la crisis. Que están haciendo prácticamente lo mismo que harían Casado y Ayuso si en lugar de tener que organizar la mudanza de Génova estuviesen en La Moncloa.
Como tienen poco que debatir en materia económica porque todos comparten en lo esencial la defensa del sistema económico que nos toca padecer y de la explotación sobre la que se basa, optan por la exageración de sus diferencias en otras materias para que parezcan que defienden modelos sociales distintos. Apelan al antifascismo para tratar de arrastrar tras de sí a la mayoría trabajadora y al anticomunismo para hacer lo propio con la pequeña burguesía.
A Casado y a Ayuso les decimos que la libertad del dueño de Amazon, Uber o Air Europa no es la libertad que nosotros defendemos. Que la libertad para desmantelar los servicios públicos o para abaratar el despido no es la que nosotros defendemos. Que la libertad que ellos pregonan es la libertad para una clase social, minoritaria, que significa esclavitud para el resto de la población, aunque a buena parte de esa población la hayan convencido, con migajas y mucha propaganda, de que la libertad del “rider” es la misma que la del dueño de Glovo.
Y sí, comunismo es libertad. Libertad para la mayoría de la población que hoy no tiene posibilidad de decidir realmente sobre su vida. Que únicamente puede aceptar lo que le venga dado porque no se le permite más margen de actuación que el que determinan otros. Que hoy está sometida a la explotación y a la opresión de formas cada vez más refinadas. Comunismo es libertad para erradicar la miseria, el hambre y el paro. Para garantizar a toda la población el acceso al bienestar social, económico y cultural. Para asegurar a la juventud una vida mejor. Para decidir cómo gestionar las riquezas que generan los trabajadores y trabajadoras de nuestro país sin imposiciones de otros. En definitiva, libertad para tomar en nuestras manos el destino de nuestras propias vidas.
Ástor García, Secretario General del PCTE
Alberto Colomo, Responsable político del PCTE en Madrid