Este domingo se cumplió el 154 aniversario del nacimiento de Maria Sklodowska, más conocida como Marie Curie, quien a los 43 años se convirtió en la primera científica en recibir dos premios Nobel y la única en hacerlo en dos especialidades distintas: Física y Química.
Junto a su esposo Pierre, descubrieron no solo nuevos elementos químicos como el radio y el polonio, sino también los principios de la física atómica y la radioactividad. Su legado es invaluable para la ciencia, pero si alguien quisiera consultar sus cuadernos y libretas de notas lo tendría muy difícil.
Tal y como recoge la BBC, los cuadernos de Curie están en los sótanos de la Biblioteca Nacional de Francia, guardados en unas cajas especiales con varias capas de plomo. El motivo es que tanto los documentos como todos los objetos usados por Marie Curie y su esposo durante sus investigaciones son radiactivos.
Para consultar estos documentos, que pueden ser altamente nocivos para el ser humano, los investigadores deben usar trajes de protección y firmar un consentimiento en el que se exima a la institución de cualquier responsabilidad.
Los radioactivos objetos de Marie Curie
El matrimonio descubrió elementos químicos como el radio o el polonio, pero no imaginaban los efectos negativos que podían tener estos elementos radiactivos para la salud humana. De hecho, Marie Curie murió en 1934, a los 66 años, por una anemia aplásica provocada con casi toda probabilidad por la exposición a la radiación, y es que a menudo llevaba muestras en el bolsillo.
Tal es así que el cadáver de Curie, enterrada en el Panteón de París, se encuentra en un sarcófago de plomo de más de 2,5 centímetros de grosor para evitar que se escapen los átomos radioactivos que todavía emanan de su cuerpo.
Los científicos creen que tanto el cuerpo como los cuadernos de Curie deberán estar bien cubiertos durante al menos 1.500 años, tiempo medio en que tardan en desintegrarse los átomos de radio.
También en los lugares donde trabajó Marie Curie hay altos niveles de radiación para los siglos que están por venir. Tal y como señala la BBC, en el sur de París, en la comuna de Arcueil, hay un edificio de tres pisos al que está prohibido el paso. Un alto muro coronado de alambre de púas custodia la entrada y las cámaras de vigilancia velan por intrusos, mientras el gobierno registra cada cierto tiempo con aparatos extraños sus alrededores.
Sin embargo, la casa de la Rue de la Convention, el último laboratorio donde trabajó Marie Curie, está abandonada, a pesar de ser otro de los lugares donde los niveles de contaminación de los experimentos de la científica dejaron altos niveles de radiación. Le llaman el “Chernóbil del Sena”, por los niveles de radiación que fueron detectados allí muchos años después de la muerte de Curie.
Durante décadas el laboratorio se siguió utilizando como sede del Instituto de Física Nuclear de la Facultad de Ciencias de París, sin saber que la radioactividad que guardaban todo lo que había en su interior era demasiado alta como para que en ella trabajaran humanos. Allí, Curie trabajó con algunos de los metales radioactivos más nocivos, desde el torio y el uranio hasta el polonio sin protección.
No fue hasta la década de 1980 cuando el laboratorio finalmente se vació, después de que numerosos vecinos denunciaran crecientes casos de cáncer en la comunidad. Las pertenencias de Curie fueron trasladadas a un lugar seguro en la Biblioteca Nacional.
En una de las inspecciones, fueron hallados rastros no solo de radio, sino de un isótopo de uranio con una vida media de 4.500 millones de años.
Fue entonces cuando se decidió trasladar las pertenencias de Curie, incluidos sus cuadernos, considerados Patrimonio Nacional de Francia, a un lugar seguro en la Biblioteca Nacional de Francia.
En la década de 1990, el laboratorio recibió una profunda limpieza, pero todavía las autoridades francesas prohíben la entrada a la misma y continúan monitoreando periódicamente los niveles de radiación en sus alrededores, incluido el río.
Se calcula que Francia ha gastado ya más de 10 millones de dólares en la limpieza del sitio y se cree que la cifra se pueda multiplicar en los próximos años, cuando la casa-laboratorio sea finalmente desmantelada.
Mientras tanto, los cuadernos se seguirán custodiando por más 1.500 años bajo urnas de plomo, esperando que algún día los humanos puedan volver a tocarlos sin trajes especiales.