Según SpaceX, la petición que Amazon presentó a la FCC la semana pasada solicitando que se denegasen permisos a Starlink para seguir ampliando su constelación de satélites es simplemente el resultado de que la compañía sabe que el proyecto que tiene similar al de Starlink, llamado Kuiper, no tiene ninguna posibilidad de ser competitivo con respecto al desarrollado por SpaceX, lo que la lleva a plantear una estrategia de simple obstruccionismo.
La contestación de SpaceX al intento de Amazon de retrasar su despliegue recuerda enormemente al tweet que Elon Musk hizo hace algunas semanas coincidiendo con la salida de Jeff Bezos como máximo ejecutivo de Amazon y con su denuncia a NASA para que reconsiderase el contrato de exploración lunar, en el que afirmaba que «Besos» (sic) había decidido retirarse para trabajar a tiempo completo planteando denuncias contra SpaceX.
En realidad, más allá de ser una simple disputa entre dos de las personas más ricas del mundo por ver quién consigue materializar antes sus planes, hablamos de un tema sobre el que ya he escrito en varias ocasiones: la estrategia que Elon Musk tiene de vincular sus proyectos mediante economías de escala que les permiten desarrollar ventajas competitivas verdaderamente difíciles de batir.
En efecto, el gran detalle de Starlink, que ya ha alcanzado los cien mil clientes con antenas desplegadas y 1419 satélites operacionales en órbita, no viene de su indudablemente cuidado diseño, de su dimensionamiento o de su capitalización, sino de algo mucho más evidente: la capacidad de la compañía de poder utilizar el espacio ocioso en muchos de los lanzamientos de cohetes de SpaceX para diluir brutalmente el coste de ponerlos en órbita. Antes de SpaceX, poner un satélite en órbita era algo extremadamente caro, al alcance de pocos y había que esperar mucho hasta que coincidiese un lanzamiento adecuado que pudiese ponerlo en órbita. Ahora, es algo mucho más barato y, más sencillo, y por lo que, además, hay que esperar generalmente muy poco, porque la compañía lleva a cabo lanzamientos muy a menudo. Si algo ha conseguido SpaceX es acelerar la curva de experiencia en el lanzamiento de cohetes, y al hacerlo, además, ha conseguido poner en órbita más satélites que nadie, a un coste muy inferior.
El planteamiento de Amazon, por tanto, es el de tratar de dificultar el desarrollo de un proyecto ya muy avanzado, planteando demandas sin sentido que intentan elevar sus barreras de entrada. Una estrategia que inició cuando denunció el contrato de adjudicación de un enorme proyecto de cloud computing, JEDI, a Microsoft, que terminó siendo cancelado, y que ha repetido con SpaceX al hilo del ya citado contrato de exploración lunar: Amazon, convertido en un bully judicial que pretende que cada vez que una agencia pública adjudique un contrato a alguien que no sea Amazon, sepa que tendrá que exponerse a una compleja batalla judicial por ello.
¿Por qué denuncia Amazon a SpaceX? Simplemente, porque le irrita enormemente no ser capaz de alcanzar las economías de escala de las que disfruta. Básicamente, un proyecto aún en sus inicios, Kuiper, intentando que otro que está muchísimo más avanzado y que cuenta con una gran ventaja, muy difícil de superar, en términos de coste, se vea sometido a retrasos por la vía legal. ¿Cuál es la magia de las economías de escala? Que son acumulativas, y que crecen cuanto más avanza el proyecto. Con su desarrollo mucho más avanzado, Starlink acumula mucha más experiencia, muchas más oportunidades para hacer pruebas e introducir mejoras, y un camino recorrido que le permite, simplemente, ser mucho más competitivo, algo que la compañía ha podido aprovechar, por ejemplo, para obtener la concesión del ya citado programa de exploración lunar por parte de NASA.
Una ventaja muy difícil de superar, y una estrategia que Musk aplica de manera sistemática a prácticamente todos sus proyectos. Por mucho que a Bezos parezca no terminar de gustarle…