La odisea de viajar a China. El usuario de Twitter @Nyscalo ha contado a través de un hilo en Twitter el absoluto control a la que las autoridades sanitarias chinas someten a los viajeros que aterrizan en su país a causa del virus.
Para iniciar su viaje tuvo que presentar un test PCR negativo a la Embajada china. El mismo debió ser aprobado para que lo dejaran embarcar. Una vez en Shangai, el desalojo «puede durar hasta dos horas» y en el aeropuerto no hay nadie sin el traje de prevención.
Análisis de sangre, PCR, aislamiento en hotel («que cada viajero paga de su bolsillo») y cuarentena en casa sin contacto. Estas estrictas normas para el control de la epidemia son muy diferentes a las españolas en los aeropuertos: «En Barajas sólo rellené un formulario». Viajar a China es absoluto control sanitario.
«Se trata de hoteles especialmente acondicionados donde al llegar te dan un termómetro y unas pastillas de lejía para que disuelvas en las heces antes de tirar de la cadena. El mío era decente, pero solo eso. La comida pasable, aunque a lo largo de los días se hacía cuesta arriba«, explicó Nyscalo.
Nyscalo pudo atravesar la segunda semana de confinamiento en su casa, ya que reside en Shangai. Allí incluso le instalaron cámaras de seguridad en su habitación y un sensor en la puerta para que no saliera y cuando llegó lo esperaron dos policías para leerle sus derechos. Mientras cumplió el confinamiento en su hogar, un profesional fue a medirle la temperatura dos veces por semana y el día doce le hicieron otro PCR.
Así lo narra el usuario:
Vivo en Shanghái, China. En el país que ha logrado contener el virus y en donde la vida ha vuelto a la normalidad. Por razones familiares, he pasado unas semanas en Madrid. ESTA ES LA VUELTA DE MI VUELTA A CHINA. Para alucinar.
Comenzamos en España donde, aparte del visado en regla, también necesitas presentar una PCR con resultado negativo hecho en las 72h previas al vuelo. Tienes que enviar el informe del test a la Embajada china, que te lo devolverá sellado vía email.
Es solo el principio de la ODISEA. Ya en Shanghái, nos van sacando del avión en pequeños grupos; el desalojo puede durar hasta dos horas.
Al poner un pie en el aeropuerto, te das cuenta de que has aterrizado en otro planeta. Absolutamente todo el personal del aeropuerto viste con traje protector, capucha y escudo facial incluidos.
Ya en la terminal, nos asignan un QR. No hay nada abierto, ni se escuchan anuncios por megafonía. Parece vacío, pero está lleno de gente que, como yo, hace las colas en silencio. Todo está perfectamente organizado, tanto que comienzas a sentirte como una rata en un laboratorio.
A continuación, la segunda PCR (te sientas, te escanean el QR y comienza el tercio de las banderillas: ni Manolete las hincaba tan al fondo) y pasamos a inmigración. Es imposible distinguir a los policías que revisan tu pasaporte porque también van de astronautas.
Recogida la maleta, nos van separando por grupos para enviarnos a un hotel, donde haremos la cuarentena. Por si os lo estáis preguntando: sí, el hotel lo paga el viajero. Y no, no lo elije él. Y sí, todo el mundo tiene que hacer cuarentena vigilada, tanto chinos como extranjeros.
Se trata de hoteles especialmente acondicionados donde al llegar te dan un termómetro y unas pastillas de lejía para que disuelvas en las heces antes de tirar de la cadena. El mío era decente, pero solo eso. La comida pasable, aunque a lo largo de los días se hacía cuesta arriba.
Cada día tienes que enviar a través de un QR tu temperatura corporal, a las 9 y a las 2. Prohibido dejar la habitación bajo ningún concepto. Puede pedir comida fuera: leche, galletas o pan de molde, pero nada que venga cocinado de un restaurante.
De vez en cuando se pasan por tu puerta y te hacen tomarte la temperatura delante de ellos. El control es total.
Como resido en Shanghái, me han dejado pasar la segunda semana de cuarentena en casa. El día antes del traslado en furgoneta, mi mujer me llamó para decirme que acababan de instalar un sensor en la puerta y una cámara de seguridad. Comenzaba a sentirme como Al Capone.
El traslado fue en una furgoneta. 2 tipos vestidos de astronauta me llevaron hasta mi urbanización. Allí, 2 policías me esperaban para leerme lo que serían mis obligaciones (tiene derecho a un abogado, todo lo que diga…). Uno de ellos grababa el proceso con una mini cámara.
La vida en casa ha sido más fácil. Podía pedir comida de fuera y el comité vecinal se encargaba de subírmela. Dos veces al día venía un médico a medirme la temperatura. Ni que decir tiene que mi mujer ha tenido que pasar esa semana en casa de una amiga.
El día 12 de cuarentena vino un médico a hacerme el último PCR, otras dos banderillas para la saca. Dos días después era por fin libre.
Muchos os preguntáis cómo es posible que un país tan grande haya sido capaz de contener el virus. Esto que acabo de contaros lo hacen con todas las personas que entran a China, nacionales y extranjeros.
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