Xavier Tornafoch Yuste
En 2014, las actividades ilegales fueron incluidas en la Contabilidad Nacional de España (CNE), de la misma manera que lo hicieron la mayoría de países de la Unión Europea para adaptarse al Sistema Europeo de Cuentas Nacionales.
Se pretendía con ello tener una estimación más realista del Producto Interior Bruto (PIB) de cada país. Así pues, los países europeos empezaron a hacer estimaciones de actividades como la prostitución, el tráfico de tabaco, drogas o bebidas alcohólicas.
Se trataba, según argumentaban las recomendaciones metodológicas recogidas por la Oficina de Estadística de la Unión Europea (Eurostat), de consensuar unos métodos para medir el impacto de estas actividades en las cuentas nacionales, de manera que fuera posible comparar los números de los diversos países del espacio europeo, ya que en aquel momento ya había estados, como el Reino Unido, que contabilizaban en sus cuentas actividades como el contrabando de tabaco y de bebidas alcohólicas.
En las primeras estimaciones, se consideró que el conjunto de actividades ilegales, y por tanto no declaradas, significaban alrededor del 1% del PIB de los países europeos. Por primera vez, se llevó a cabo un debate público sobre la huella de la economía ilegal en la riqueza de los estados.
Ahora bien, las dimensiones reales del impacto de las actividades ilegales, de todas las actividades ilegales, ya que los sistemas de medición de cuentas nacionales aconsejados por el Eurostat no tuvieron en cuenta actividades como la trata de personas o el tráfico de armas, no quedaban reflejados en las contabilidades nacionales.
Algunos periodistas, como el italiano Roberto Saviano o el británico Andy Robinson, venían alertando, a partir de trabajos de campo que fueron difundidos ampliamente a través de libros de mucho éxito y de artículos en publicaciones de gran tirada, de las dimensiones reales del problema, especialmente en algunos países de América y del sur de Europa.
Los datos globales de la economía ilegal
El informe del Foro Económico Mundial (FEM) del año 2015 sobre el estado de la economía ilegal a nivel global arrojaba algunos datos más concluyentes sobre la importancia real de estas actividades, y de su influencia en el desarrollo de la riqueza de los países.
Así pues, según este informe, las principales actividades ilícitas significaban entre el 8% y el 15% del PIB mundial. Entre los negocios ilegales más lucrativos estaban el tráfico de drogas (750 mil millones de dólares al año), las falsificaciones de productos (650 mil millones) y las actividades ilegales vinculadas al medio ambiente (entre 20 mil y cuarenta mil millones).
A cierta distancia en cuanto a ingresos se refiere estaban otras empresas criminales como el tráfico de personas, el tráfico ilegal de petróleo, la venta de bienes artísticos y culturales, el tráfico de oro, el comercio de órganos humanos, la venta ilegal de diamantes y el tráfico clandestino de armas.
Según el mismo informe del FEM, los costes sociales y económicos de estas actividades se concretan en graves riesgos para el medio ambiente, para la libertad y la salud de las personas, en la evasión masiva de impuestos que imposibilitará la puesta en marcha de políticas sociales.
Además, esta economía en la “sombra” alimentará una cadena de sobornos y malas prácticas administrativas que pueden poner en riesgo la estabilidad de los estados, como han denunciado reiteradamente algunos periodistas independientes, incluso a riesgo de su vida, como sucedió con la maltesa Daphne Caruana Galizia, asesinada con un coche bomba en 2017 mientras investigaba al empresario Yorgen Fenech, que era conocido en Malta como el “rey de los casinos”. Aunque el profesional más amenazado sigue siendo el italiano Roberto Saviano, al que sus pesquisas sobre la Camorra napolitana le pusieron en la diana de los mafiosos, lo cual le ha obligado a vivir durante muchos años bajo permanente protección policial.
La economía criminal, una larga historia
En una perspectiva histórica, la economía criminal tiene una larga trayectoria que no siempre han practicado organizaciones al margen del estado, como podría ser la Mafia siciliana, convertida en una especie de estado paralelo, capaz de organizar sectores económicos enteros en la mayor isla del Mediterráneo occidental y de dictar y hacer cumplir una justicia alternativa, con ajusticiamientos incluidos.
También los estados formalmente constituidos han favorecido actividades criminales que les han reportado pingües beneficios.
En el siglo XIX, la prohibición dictada por los gobiernos de la China de comerciar con opio en su territorio fue ignorada sistemáticamente por la corona británica, que no sólo favoreció a los traficantes de la Compañía de las Indias Orientales, que llevaban esta sustancia desde la India hasta la China, sino que emprendió guerras para proteger ese tráfico, las guerras del opio.
De hecho, el interés británico por conservar para la corona el subcontinente indio se sustentaba, básicamente, en la voluntad de controlar el comercio de este potente narcótico. En la India estaban los campos de adormidera, y en el gran país asiático los consumidores potenciales.
La derrota china en esos conflictos obligó a liberalizar el comercio del opio, a costa de extender su consumo por todo el país, y a ceder Hong Kong como puerto franco durante 150 años.
Un caso similar sucedió con el comercio de esclavos, formalmente abolido por una ley aprobada por el Parlamento británico en 1807, pero que continuó llevándose a cabo de forma clandestina, principalmente entre África y América, donde la esclavitud continuó siendo tolerada, hasta el punto de que las leyes protegían el derecho de propiedad sobre las personas esclavizadas.
Una situación que empezó a cambiar con las independencias sudamericanas y en Estados Unidos de América a partir de 1865, con la derrota de los estados del sur en la Guerra de secesión.
Así pues, en el pasado como en el presente las actividades económicas de índole criminal, a veces toleradas por los estados cuando no directamente patrocinadas por estos, han supuesto una parte importante del desarrollo de la economía capitalista, y han generado fortunas particulares que posteriormente han sido “blanqueadas” con un barniz de respetabilidad que escondía sus oscuros orígenes.
Xavier Tornafoch Yust – The Conversation