Donald Trump: ¡Despedido!

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En cada pantalla de televisión del mundo, en todos los idiomas, uno puede ver al aún presidente estadounidense Donald Trump desarrollando su plan lleno de mentiras y amenazas (fakes) en vivo y en directo en nombre de la democracia. Se proclama vencedor sin serlo y denuncia fraude electoral por si el voto por correo le da la victoria a Joe Biden, impugna las elecciones en los Estados donde pierde y si los tribunales estatales aceptan, apela al Supremo, donde acaba de asegurarse amplia mayoría y completa su golpe mientras envía a su masa fascistoide a intimidar a  quienes protesten”. Aram Aharonian


Te vendo miedo al otro para que compres mi seguridad. Por eso aunque pierda, el trumpismo seguirá, porque él es el síntoma, la enfermedad es el neoliberalismo que provoca las desigualdades”. Javier Gallego


En efecto, parece que ya vamos por fin a poder desembarazarnos de este nefasto personaje, que solo ha sembrado la mentira, el odio y la discordia durante sus 4 años de mandato. Diremos de entrada que el próximo mandato de Joe Biden no será evidentemente ninguna panacea, continuará con el carácter imperialista estadounidense, y atacando los intereses de cualquier país que se enfrente a sus designios, pero al menos, Biden representa un estilo mucho más moderado, conciliador, tranquilo y educado que Trump, y eso ya es decir mucho. El perfil del personaje saliente de la Casa Blanca es bien conocido, un magnate obsceno y encarado, machista, homófobo, racista, ignorante (de los que hacen gala de su ignorancia), violento, autoritario, grosero y supremacista, que ha alentado con sus comentarios y gestos a los sectores más radicales de la ultraderecha estadounidense, y por ende, de todo el mundo. De hecho, es considerado el líder de la extrema derecha a nivel mundial, y aquí se incluyen infinidad de organizaciones pseudofascistas tales como, entre otras muchas, la alt-right norteamericana, diversas organizaciones supremacistas blancas, sectas como Q (Quanon), sectores ultrarreligiosos y megaconservadores, negacionistas de todo tipo, etc. En nuestro país, Vox se declara admirador suyo. Ya está todo dicho.

Aram Aharonian lo ha retratado magníficamente en un reciente artículo:Impuso en estos cuatro años de gobierno, la cultura del matonismo fascista en su discurso político hacia dentro y hacia afuera y le dio carta blanca a los violentos y fascistas del mundo para intimidar no sólo a sus oponentes sino también a los diferentes. Es el niño abusador del colegio, el matón que desaloja a los pobres de los pisos de su padre, el histrión mussoliniano que triunfa en la tele”. Todo un detestable personaje que banaliza el mal, y que siembra constantemente la mentira, el bulo, la falsedad, y todo ello lo hace sin inmutarse. Su liderazgo es mantenido únicamente a base de engañar, enfrentar y polarizar, llegando al exabrupto más descarado si es necesario. Para su ética, mentir sirve para conseguir y mantener el poder, y él lo practica con descaro. Se enfrenta a las verdades científicas, se burla de ellas e instala en el imaginario colectivo la semilla de las conspiraciones y de las “verdades alternativas”. Trump es todo un supremo maestro del horror.

Su llegada al poder también es bien conocida: gracias a las miserias del sistema político-electoral estadounidense, y bajo la falsa propaganda de ser un candidato que no pertenecía al establishment (en efecto, es mucho más peligroso que los que sí pertenecen a él, como Biden), encandiló a un gran número de votantes que creyeron ver en él a una especie de Mesías planetario que iba a restaurar el sistema eliminando todas sus maldades, cuando en verdad la mayor maldad la encarnaba él mismo. Es muy gracioso el comentario que muchos analistas hacen cuando se preguntan: ¿Es que vamos a pensar que todos los que votan a Trump son fascistas, machistas y racistas como él? Pues es evidente que sí, por mucho que nos cueste reconocerlo. Si alguien escucha decir a otro alguien que se presenta a las elecciones que va a construir un muro con su país vecino, y lo vota, es que es un racista como él. Otra cosa bien distinta será la legitimación del discurso que haga, o que dichas personas estén disfrazando (incluso ignorando en su conciencia) el hecho de ser racistas, pero es evidente que lo son. Desengañémonos y hagamos frente a la cruda realidad: el capitalismo exacerbado lleva creando en la superpotencia estadounidense, durante las últimas décadas, numerosas hordas racistas, fascistas e ignorantes, y por eso precisamente Trump es su ídolo. Afortunadamente, los seguidores de socialistas como Bernie Sanders también están aumentando, y es posible que algún día también sean mayoría. Estamos aún muy lejos de ese escenario.

Donald Trump: ¡Despedido!
Donald Trump. Ilustración de Javier F. Ferrero

Bien, siquiera sea como rápido sumario, vamos a traer a colación las medidas, decisiones y opiniones que se han vertido desde la Casa Blanca durante el mandato de Donald Trump, y vamos a dividirlas a nivel interno y a nivel externo a Estados Unidos. A nivel interno, su gestión ha estado caracterizada por un rosario de dimisiones, ataques, encontronazos y enfrentamientos con sus propios colaboradores de la Casa Blanca, asesores, compañeros de partido, altos mandos militares y cargos institucionales de su propio gobierno, que se alejaban de Trump a medida que comprendían la peligrosidad del personaje. El racismo institucional se ha desatado aún más, y la violencia policial hacia los afroamericanos ha vivido episodios de auténtica aberración, con verdadera impunidad, donde el mandatario se ha alineado con la policía y se ha atrincherado bajo su bandera de “ley y orden”. Ni un solo discurso comprensivo hacia la minoría negra, ni una sola visita a los familiares de las víctimas, ni una sola medida para evitar tanta masacre por parte de la policía. Más bien al contrario, ha alentado a las fuerzas de seguridad para que hicieran frente a las protestas de forma más enérgica. Con el asunto de la posesión de armas de fuego, Trump se ha alineado con los sectores más recalcitrantes y violentos de la sociedad estadounidense, y no ha tomado ni una sola medida para intentar revertir tanta matanza indiscriminada. Antes bien, sus declaraciones han sido aún más incendiarias si cabe.

Sus políticas públicas han acosado (y a veces derogado) a todas las medidas de protección social que anteriores gobiernos habían creado, sobre todo con el Obamacare, con lo cual, durante estos 4 años, ha aumentado vertiginosamente la desigualdad social, bajo una política ultraneoliberal de apoyo a las grandes empresas, a las grandes fortunas y patrimonios, y a los sectores productivos más peligrosos, como el de las energías fósiles. Y por supuesto, durante este último año, Trump ha presumido de una pésima gestión de la pandemia de coronavirus, mintiendo sobre la peligrosidad del mismo, ignorando las recomendaciones de los expertos (llegó a afirmar en un alarde de surrealismo escatológico que si ganaba Biden “escucharía a los científicos”), asegurando y afirmando mil barbaridades, y despreciando la labor de los sanitarios, incluso durante su propio contagio (“una bendición de Dios”, según Trump). El retrato social de los Estados Unidos que deja Trump es realmente desolador: el país del planeta con mayor número de personas fallecidas y contagiadas (más de 10 millones de contagios y 235.000 muertos al momento de escribir este artículo, con un colapso sanitario descontrolado), así como la mayor tasa social de personas desprotegidas ante las situaciones de desempleo y enfermedad. Lo último ha sido la negativa a reconocer su derrota electoral, la perversa propaganda que ha llevado a cabo sobre el voto por correo, las terribles afirmaciones sobre fraude electoral durante las elecciones del 3 de noviembre pasado, y las diversas batallas legales que ha anunciado para intentar deslegitimar la elección de Joe Biden como Presidente. Numerosos republicanos se han desmarcado de estos ataques al sistema democrático estadounidense, no concediéndole credibilidad a las afirmaciones de Trump, el primer candidato en la historia que cuestiona el sistema electoral de su propio país.

A nivel externo, la gestión de la política exterior estadounidense ha sido, si cabe, aún peor. La política migratoria ha desplegado una crueldad inusitada, a pesar de que las pretensiones íntegras del magnate devenido en Presidente no han podido cumplirse: el famoso muro con México (que por supuesto México no ha pagado) sólo ha sido ampliado un poco sobre el anterior, pero las espantosas declaraciones de Trump sobre los migrantes y los chantajes a los países de salida, tránsito y acogida de migrantes han sido constantes durante todo su mandato. Toda una política criminal ha sido aplicada en este ámbito, que ha empeorado con creces lo que ya existía. Por supuesto, y como era previsible, la “inquebrantable amistad” con Israel se ha acrecentado aún más, trasladando a Jerusalén la Embajada estadounidense, y diseñando un plan de paz para Palestina (el llamado “Acuerdo del Siglo”) que ha representado el acuerdo más vergonzoso creado jamás por ningún mandatario norteamericano, no reconocido por los palestinos ni por otros muchos países, pues aleja aún más la posibilidad de que Palestina pueda aspirar a configurar su propio Estado.

La política excesivamente proteccionista de Trump le ha llevado a desatar guerras comerciales con sus socios por todo el mundo, concretamente con China (a quien ha demonizado durante todo su mandato, incluyendo las frecuentes alusiones al “virus chino” y a los patéticos ataques para intentar disminuir el protagonismo de China en la tecnología 5G) y con la Unión Europea, con quien ha desplegado injustos aranceles a muchos de nuestros productos. En general, la política de insultos y descalificaciones a cuantos líderes no se adscribían a sus opiniones ha sido constante. Pero no satisfecho con ello, ha ordenado la retirada de Estados Unidos de cuantos pactos, convenios y organizaciones internacionales ha entendido infantilmente que “perjudicaban” a los Estados Unidos, y así han sido sonadas la retirada de la Cumbre del Clima de París, de la UNESCO, del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, sus intolerables críticas a la Organización Mundial de la Salud (y más en tiempos de pandemia), etc. Por último, destacar el recrudecimiento de la política agresiva perpetrada contra sus “enemigos” de siempre: Cuba, Venezuela, Irán…

En resumen, podemos calificar a Donald Trump como el Presidente más peligroso de toda la historia de Estados Unidos, por sus políticas y sus actitudes arrogantes y prepotentes. Desde la misma jornada electoral ya estaba reclamando que se detuviera el recuento de votos en los Estados donde iba siendo menos votado, algo verdaderamente inaudito. De hecho, todavía, como decíamos más arriba, no ha reconocido su derrota electoral, ni ha felicitado a su oponente, sino que promete una serie de batallas legales contra la victoria Demócrata, alegando fraude electoral, atrincherándose en la Casa Blanca, despidiendo a cuantos cargos le critican abiertamente, y prometiendo un traspaso de poder complicado. Ha destituido al Secretario de Defensa, lo que ha provocado una cascada de dimisiones en el Pentágono. De hecho, no sería extraño que después de su salida de la Casa Blanca, Trump acabara en la cárcel, debido a sus múltiples trapicheos empresariales. Pero lo cierto es que no podemos cantar victoria, incluso tras la marcha de Trump, porque el trumpismo seguirá vivo, no sabemos por cuánto tiempo. Un solo dato nos parece tremendamente ilustrativo: el 70% de los votantes republicanos cree firmemente que ha existido fraude electoral. Es tal la obsesión y la ceguera política de estas personas que la situación de polarización se vuelve realmente caótica y peligrosa. Trump es el único Presidente que no renueva su mandato en más de dos décadas, así que una pregunta recorre el mundo como un fantasma: esta vez los estadounidenses han rechazado al monstruo, pero…¿Volverá? Esperemos que no. De momento, no nos quedamos con las ganas de espetarle justo lo que él hacía con sus concursantes en televisión: Donald Trump, ¡Despedido!

Rafael Silva – Blog “Actualidad Política y Cultural”, http://rafaelsilva.over-blog.es

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