En 1888, Friedrich Nietzsche (1844-1900) escribió el libro ‘El Anticristo, maldición sobre el cristianismo’, donde expone su anticristianismo. En el texto escribe sobre cómo la cristiandad se ha convertido en una ideología establecida por instituciones como la Iglesia, y, de igual manera, cómo las iglesias han fallado a la hora de representar la vida de Jesús.
De esta forma, el filósofo distinguía entre la religión de la cristiandad y la persona de Jesús explicando la religión cristiana como si fuera representada por iglesias e instituciones a las que señalaba su «transvaloración» (“Umwertung”, en alemán) de los valores instintivos saludables.
Nietzsche usa el término de la transvaloración para destacar el giro sufrido en el significado de los conceptos “bueno” y “malo”. Se refiere con ello a la necesidad de, según él, cambiar los falsos valores (transvalorar) que han dominado toda la cultura occidental desde el momento en que la filosofía socrática, proseguida por el platonismo, puso la vida, lo terrenal, lo inmanente y el devenir en función de la muerte, lo suprasensible, lo trascendente y el ser eterno. Desde este momento se rompió el equilibrio entre los aspectos apolíneos y dionisíacos que habían forjado las primitivas bases de la cultura griega, y se invirtieron los valores.
Este proceso de inversión iniciado a partir de Sócrates (aunque preparado previamente por las filosofías que recelaban de los datos sensoriales) engendra el nihilismo, la doctrina filosófica que considera que al final todo se reduce a nada, y por lo tanto nada tiene sentido. Pero la culminación de este proceso es la muerte de Dios efectuada a partir de la Ilustración.
La falsa cristiandad, el anticristianismo de Nietzsche
Más allá del pensamiento de los agnósticos o ateos de la Ilustración, quienes sentían que la Cristiandad era simplemente falsa, el filósofo señala que ha podido ser deliberadamente infundida como una religión subversiva dentro del Imperio Romano por el apóstol Pablo.
Nietzsche compara y diferencia a los cristianos con Jesús, a quien admiraba de gran modo. Argumentaba que Jesús transcendió las influencias morales de su tiempo creando su propio sistema de valores, representando un paso hacia el Übermensch. Al final, Nietzsche clama, en contraste con el suprahombre, quien abraza la vida, que Jesús negaba la realeza en favor de su «Reino de Dios».
En el libro, Nietzsche analiza la historia de la cristiandad, descubriendo una distorsión grotesca de las enseñanzas de Jesús. Critica a los primeros cristianos por convertir a Jesús en un mártir y la vida de Jesús dentro de la historia de la salvación de la humanidad como motivo para dominar a las masas con apóstoles resentidos, cobardes y vulgares. El cristianismo es, para Nietzsche, lo que ha tomado partido por todo lo bajo. Esto lo ha llevado a vincularse con la nada. “Ni la moral ni la religión tienen contacto, en el cristianismo, con punto alguno de la realidad”.
Además de la compasión, el pensador alemán rechaza violentamente la doctrina de la igualdad ante Dios que ha pregonado el cristianismo durante siglos. “El veneno de la doctrina ‘idénticos derechos para todos’ es el cristianismo el que lo ha diseminado de modo más radical…”.
Las sucesivas generaciones malentendieron la vida de Jesús, afirma, mientras la influencia de la cristiandad crecía. El poder de la Iglesia crecía mientras el relato tapaba la historia de el profeta. Nietzsche concluye que la cristiandad se ha vuelto tan mundana al punto de hacerse una parodia de sí misma, una total manipulación de sus enseñanzas y su «buena nueva».
Derivado de este pensamiento, el filósofo concluyó que “el último cristiano murió en la cruz», considerando que Pablo de Tarso y los primeros cristianos (denominados por él como “anticristianos”) solo hicieron negocio con su figura a través de su Iglesia y nadie siguió realmente ni aspiró jamás a aceptar la doctrina de Cristo.