La industria extractiva dice que son indispensables para la descarbonización de la economía -y su negocio privado- pero la realidad se impone: ni hay suficientes recursos minerales en el planeta para evolucionar el modelo energético tal como algunos lo definen ni el impacto ambiental es asumible en yacimientos de entidad menor como los existentes en la península ibérica, sobre todo teniendo en cuenta que esta actividad es plenamente dependiente de los combustibles fósiles.

La minería en todas sus formas es una actividad plenamente dependiente de los combustibles fósiles / Dominik Vanyi

En términos generales, se estima que un coche eléctrico puede contener entre uno y dos kilogramos de tierras raras, principalmente en forma de neodimio y disprosio. Estos elementos se utilizan en los motores eléctricos de los vehículos para mejorar su rendimiento pero no están solos, porque otros minerales como el lantano y el cerio a menudo se emplean en los convertidores catalíticos para reducir el nivel de emisión de contaminantes.

A día de hoy se calcula que existen casi 1.500 millones de vehículos en funcionamiento en el planeta. ¿Es entonces asumible una renovación del parque móvil existente? en absoluto. Sí en una mínima parte pero del espectro no en su totalidad porque el nivel de recurso es claramente deficitario. Y esto es solo la punta del iceberg.

LOS IMPACTOS DE LOS QUE LA PATRONAL MINERA NO HABLA

Más allá de la publicidad de la patronal del sector, que en los últimos meses y a golpe de medios financiados por la industria pretende instaurar una reputación para la extracción de las tierras raras de la que carece totalmente, la minería de estos 17 elementos comporta una serie de impactos sobre los que ya han alertado entidades como la Agencia de Protección Medioambiental de los Estados Unidos (EPA) y sobre los que la industria extractiva no habla.

El organismo estadounidense ha advertido reiteradamente sobre la problemática que esta actividad extractiva conlleva “para los trabajadores del sitio y los residentes cercanos” por la inhalación de polvos finos (partículas), por ingestión o contacto dérmico con polvos contaminados procedentes de pilas de almacenamiento o de transporte del mineral, un polvo que además “puede ser un irritante, un tóxico, o un carcinógeno” dependiendo del tipo de partículas del que se trate.

Por otra parte, según la EPA, los trabajadores de las minas pueden estar expuestos a aerosoles de numerosos procesos como el de perforación, corte y triturado de la roca madre, pudiendo estos “acumularse potencialmente a lo largo de áreas perimetrales de estanques y lagunas y contaminar los suelos, sedimentos, aguas superficiales y aguas subterráneas poco profundas a través de la deposición y el transporte”. De igual manera, el procesado de roca y el polvo minero contaminan el entorno, lo que puede afectar a la fauna y la vegetación, siendo posible que algunos tipos de tierras raras pasen a formar parte de los cultivos procedentes de suelos contaminados, lo que puede contribuir a su incorporación a la cadena trófica.

Además la agencia norteamericana no olvida, en sus propias palabras, que “un cierto nivel de materiales radioactivos se encuentra asociado a muchos depósitos de tierras raras“, lo que origina que, “como resultado, los residuos de roca y lodos de la extracción de tierras raras también contienen estos radionucleidos”, generando un tipo de desechos “que pueden dar lugar a niveles de radiación inaceptables”. “Elementos como el torio y el uranio pueden concentrarse en los polvos y sedimentos minerales y el gas radón también puede ser emitido por estas fuentes”, advierten.

Además de las actividades de extracción y transformación de las tierras raras, y de su potencial impacto como elementos generadores de drenaje ácido de mina (DAM) y aguas ácidas en función del sustrato rocoso, incluso las actividades de exploración pueden afectar a las aguas superficiales y subterráneas y según la EPA “la contaminación y otras masas de agua puede ser potencialmente problemático” dado que “los fluidos de perforación de actividades de exploración pueden tener efectos significativos en ambientes acuáticos superficiales o subterráneos”.

Aunque la EPA reconoce todavía queda mucho por investigar en el terreno biomédico, la exposición a las tierras raras está asociada para el organismo a determinados niveles con el aumento del riesgo cardíaco, una enfermedad pulmonar llamada neumoconiosis (en los trabajadores que inhalan el polvo de las minas y los vapores metálicos procedentes de diversas fases del proceso), leucemia, determinados tipos de fibrosis, niveles anormales de algunas proteínas sanguíneas, alteración en la duplicación de los glóbulos rojos e incluso a problemas relacionados con la síntesis y reparación de ADN celular.

UN PROCESO DE TRANSICIÓN ENERGÉTICA QUE NO SE SOSTIENE

Si bien la transición hacia una economía baja en carbono es un desafío clave para abordar el cambio climático y garantizar la sostenibilidad a largo plazo a menudo se está pasando por alto el aspecto fundamental que este proceso debe tener, como es la disponibilidad y la realidad e impactos de la extracción de los recursos minerales necesarios.

Reza el dicho popular que “de donde no hay no se puede sacar“, y en cuanto a la minería de tierras raras ese es el mayor problema, pues como su propio nombre indica son minerales raros, muy escasos y cuyos mayores yacimientos, del todo insuficientes para lo que algunos plantean, se encuentran concentrados en un puñado de países con China como principal productor/procesador.

Quienes pretenden convertir al territorio europeo en el nuevo “Congo” ocultan que la extracción de recursos minerales a gran escala en yacimientos de baja ley conlleva a la larga impactos medioambientales, y por extensión sociales, muy significativos, como la degradación del suelo, la contaminación del agua y la pérdida de la biodiversidad, comportando un riesgo evidente para la salud pública y la población residente en las zonas afectadas y convirtiendo el sueño del beneficio rápido de las empresas extractivas y la “transición energética” que defienden en algo ni razonable ni sostenible.