Ser consumidor en España nunca ha sido tan difícil. Ya no se trata solo de comparar precios o preferencias personales, sino de moverse dentro de un margen de posibilidades cada vez más reducido. En el último tiempo, la concentración de vivienda en pocas manos ha transformado el mercado inmobiliario en un laberinto de imposiciones, donde alquilar o comprar es más un acto de supervivencia que una decisión real. La inflación, por su parte, ha hecho que cada compra en el supermercado sea una estrategia de resistencia, empujando a los ciudadanos a adaptar sus hábitos de consumo no en función de sus deseos o necesidades, sino de lo que pueden permitirse.
Mientras tanto, desde diversas instituciones y organismos se promueve la idea de que el consumidor tiene el control. Nos dicen que podemos elegir, que hay herramientas para ayudarnos a tomar decisiones informadas. Sin embargo, ¿qué libertad de elección tiene alguien que gasta más del 40% de su sueldo en vivienda? ¿Qué margen le queda a quien, frente a una inflación desbocada, debe llenar su carrito de la compra priorizando lo más barato sobre lo más saludable? Estas son las preguntas que definen la vida de millones de personas en España hoy.
El reciente análisis del Catastro sobre la concentración de vivienda en España muestra una transformación preocupante. Cada vez más viviendas están en manos de grandes tenedores y empresas, mientras que el ciudadano promedio ve reducida su capacidad de acceder a una propiedad o de alquilar sin destinar la mayor parte de sus ingresos. En ciudades como Madrid y Barcelona, los precios han subido de forma desproporcionada respecto a los salarios, y en muchas zonas las familias deben optar por pisos más pequeños, alejados de sus centros de vida, o bien compartir vivienda más allá de los 30 o 40 años.
Este fenómeno ha cambiado la forma en que las personas organizan sus vidas. La movilidad geográfica ya no es una elección vinculada a las aspiraciones personales o laborales, sino una imposición económica. Familias que antes podían elegir dónde vivir según la cercanía al trabajo o a los colegios de sus hijos, hoy deben tomar lo que haya disponible dentro de su presupuesto, aunque implique largos desplazamientos diarios o condiciones de vivienda precarias. El mercado inmobiliario ha reducido la capacidad de elección real de los ciudadanos, creando una dinámica en la que la vivienda es un bien de lujo para algunos y una lucha constante para otros. Y esta transformación no es un caso aislado: la pérdida de autonomía del consumidor se replica en otros ámbitos fundamentales, como la alimentación.
Así como el mercado inmobiliario limita dónde y cómo pueden vivir las personas, la inflación está redefiniendo lo que pueden permitirse comer. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, los productos básicos han incrementado su precio hasta en un 30% en los últimos cinco años. Esto ha obligado a muchas familias a modificar sus hábitos alimentarios, priorizando alimentos más baratos y muchas veces menos nutritivos. Antes, la compra en el supermercado podía estar guiada por preferencias personales, valores nutricionales o hábitos culturales. Hoy, en muchos casos, lo único que importa es el precio. No es casualidad que las cadenas de descuento y los productos de marca blanca hayan experimentado un crecimiento sin precedentes. La gente no deja de comer, pero sí cambia lo que come, adaptándose a un sistema donde lo barato suele ser poco saludable y donde lo saludable se convierte en un lujo.
La transformación del consumo en una cuestión de precio y no de calidad tiene efectos que van más allá de la economía familiar. Se ha producido un cambio en las costumbres y en la forma de relacionarnos con los productos que compramos. Se reducen las visitas a los mercados locales, se eligen opciones que rinden más por menos dinero y se normaliza la compra de productos envasados y modificados nutricionalmente.
Mientras tanto, desde distintos organismos se intenta inculcar la idea de que la alimentación saludable sigue siendo accesible y que el consumidor tiene la última palabra. Es en este punto donde herramientas como el Nutri-Score se presentan como una solución engañosa. Este sistema de etiquetado fue diseñado con la intención de ayudar a los consumidores a elegir opciones más saludables, asignando colores y puntuaciones a los productos en función de su perfil nutricional. Sin embargo, en la práctica, lo que ha hecho es confundir más que ayudar. Un estudio reciente de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) señala que el Nutri-Score clasifica el 38% de los platos mediterráneos como no saludables, mientras que otros sistemas de etiquetado no consideran ninguno de estos platos como insanos. Esta disparidad sugiere que, aunque el Nutri-Score pretende ser una guía objetiva, puede no reflejar adecuadamente la calidad real de los alimentos, especialmente en contextos culturales específicos. Así, el consumidor no solo está condicionado por los precios y la disponibilidad de los productos, sino también por un etiquetado que refuerza la idea de que puede tomar decisiones informadas, cuando en realidad lo empuja hacia ciertas opciones predefinidas.
La falsa sensación de elección es el común denominador entre la crisis de la vivienda, la inflación y los cambios en el consumo. Se nos dice que podemos elegir dónde vivir, pero el mercado ha decidido por nosotros. Se nos dice que podemos seguir comiendo bien, pero los precios determinan lo que podemos comprar. Y se nos dice que podemos optar por alimentos más saludables, pero sistemas como Nutri-Score introducen criterios que benefician a la industria alimentaria más que al consumidor.
Mientras estas dinámicas no cambien, el ciudadano seguirá atrapado en un modelo donde elegir bien no es una opción real, sino un privilegio reservado para quienes pueden permitírselo.
«Si uno de los nuestros comete una atrocidad, tenemos que actuar», afirma el abogado Michael…
El “visionario” convertido en burócrata de Trump pierde el favor del pueblo tras despedir a…
Cayó un 5,4% interanual en marzo, mientras el Gobierno celebra “recuperación” y el pueblo no…
La universidad más prestigiosa del planeta acusa al Gobierno de utilizar el antisemitismo como coartada…
La universidad más antigua de Estados Unidos planta cara a la ofensiva ideológica de Trump…
La escalada de aranceles entre Estados Unidos y China ha degenerado en un callejón sin…