Por Lourdes Benería. Alternativas económicas

Tras décadas en los márgenes, la escuela económica partidaria de colocar la vida en el centro mismo del análisis gana influencia en la academia y las instituciones

Aunque la expresión “economía feminista” se difundió especialmente a partir de finales del siglo pasado, sus raíces pueden trazarse al comienzo de la segunda ola de feminismo, o antes si tenemos en cuenta alguna autora de la década de 1930 como Margaret Reid en el mundo anglosajón.

A principios de la década de 1970 el feminismo hizo que los primeros saltos surgieran como respuesta a las muchas preguntas que las mujeres se hacían sobre su situación precaria dentro de la economía. Las respuestas fueron evolucionando a medida que crecía su interés y el feminismo profundizaba sus preguntas, sus protestas y su análisis. Aunque muchas publicaciones durante las últimas décadas del siglo pasado incluyeron temas sobre economía feminista, la expresión se hizo más visible y aceptada con la aparición de la revista Feminist Economics en 1993 con el objetivo exclusivo de concentrarse en temas sobre mujeres y economía. Empujada por el feminismo que surgía con cuestiones cada vez más profundas y respuestas más maduras, su difusión, sobre todo de cara a analizar las cuestiones de desigualdades de género, ha sido enorme desde entonces, en teoría y en la práctica, y a nivel nacional e internacional. Consecuencias profundas Actualmente, el análisis de la economía feminista es una realidad con profundas y radicales consecuencias para la política económica. Aunque los problemas no sean idénticos entre países, los más básicos son similares y las preguntas y respuestas han ido creciendo a medida que la investigación se ha intensificado y las consecuencias políticas del feminismo han ido tomando una forma práctica. Enfocadas inicialmente sobre las desigualdades de género experimentadas por las mujeres a nivel personal, las cuestiones analizadas surgieron en torno a las muchas discriminaciones y herencias patriarcales que sufrían a otros niveles. Así, la economía feminista se concentró en las diversas discriminaciones de género en el mercado de trabajo, en las diferencias en la carga doméstica de mujeres y hombres, en las mismas estadísticas de trabajo que ignoraban las mujeres, en las desigualdades generadas por su participación en el desarrollo, y un largo etcétera.
La revista ‘Feminist Economics’ ha tenido una influencia decisiva. El análisis inicial se centró, sobre todo, en la microeconomía
En cierto modo, podría decirse que inicialmente el análisis feminista se concentraba en cuestiones de microeconomía. Pero los temas de macroeconomía también empezaron a analizarse, principalmente durante la década de 1990 como consecuencia de las políticas de ajuste estructural que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) impulsaban en los países en desarrollo, inicialmente en América Latina y, más adelante, en países africanos y asiáticos. También la Conferencia Internacional de las Mujeres de Naciones Unidas (Pekín, 1995) —la última de la década que siguió a las de México (1975), Copenhague (1980) y Nairobi (1985)— dio una gran visibilidad al feminismo y a las cuestiones económicas conectadas con la situación de las mujeres a nivel internacional. Visibilidad La década de 1990 fue especialmente notoria respecto a la creciente visibilidad de la economía feminista. La misma expresión de economía feminista se popularizó durante esa década, primero en EE UU y muy pronto en España y otros países. Una mirada a los temas más comunes incluye naturalmente cuestiones de discriminación por género en el mercado laboral, la magnitud del trabajo no pagado de las mujeres, y muchos relacionados con las cuestiones de mujeres y desarrollo. Fue entonces cuando se introdujo la expresión “economía del cuidado”, expuesta por primera vez por la americana Nancy Folbre en su libro Who Pays for the Kids? (¿Quién paga por los peques?), publicado en 1993. Fue la primera vez que se utilizaba el concepto de cuidado como lo entendemos ahora, en un libro cuya influencia fue mayor de lo que nos imaginábamos en aquel momento. Folbre criticaba a los economistas por no dar importancia a las relaciones entre mujeres y hombres o entre padres e hijos en la familia, de modo que no presentaban un análisis convincente de las relaciones económicas ni del bienestar social familiar. En segundo lugar, introducía la idea de que la economía tenía que analizar con más cuidado las instituciones que afectan a la reproducción social. Y, en tercer lugar, subrayaba el análisis feminista en ejemplos históricos de reproducción social en distintos países o regiones y comparaba los regímenes desarrollados en el norte de Europa con el de EE UU y con los que predominaban en el Caribe y América Latina.
1990. Es la década en que se popularizaron las expresiones “economía feminista” y “economía del cuidado”
En realidad, documentaba la historia que ya sabíamos de alguna manera: que los países del norte de Europa habían desarrollado unos estados de bienestar que incluían unos cuidados mucho más generosos y liberaban a las mujeres de estos trabajos, mucho más que en EE UU, América Latina y el Caribe (se podría añadir el sur de Europa). Empleo y cuidados Por otro lado, la década de 1990 fue la del gran incremento del empleo de mujeres debido a la globalización, una realidad que añadió otro aspecto a los temas analizados por la economía feminista. La gran feminización del empleo inició otra fase que afectaba tanto a los países ricos, con costes de producción altos, como a los países recipientes. Por otra parte, se iniciaron los grandes procesos de emigración de mujeres de los países con condiciones laborales precarias a los de renta alta, que todavía persiste. Todo ello ha sido un gran tema de investigación por parte de la economía feminista. También el hecho de que las mujeres migrantes han constituido la gran reserva de trabajo para los cuidados en los países inmigrantes. La importancia de la economía de los cuidados no ha parado de crecer, sobre todo como consecuencia de la crisis que sufrieron todos los países durante la pandemia de 2020-2022. La experiencia fue la historia de un desastre en cuanto a la intensidad y el reparto de las cargas que aparecieron a raíz de la inmersión de familias enteras en sus domicilios y, en muchos casos, la pérdida de trabajos y de los correspondientes salarios. Sobre todo las mujeres sufrieron las consecuencias de tener a sus hijos encerrados en sus casas sin posibilidad de ir a la escuela. Con el cierre de las escuelas, universidades y servicios de cuidados en más de 100 países —y con un impacto afectando a más de 800 millones de niños según cálculos de la UNESCO— las cuestiones relacionadas con los cuidados se convirtieron en el centro de atención y preocupación. Y, superada la pandemia, la deficiencia de programas que afectan a tantos posibles beneficiarios se ha hecho central. Esto incluye la participación laboral de muchas mujeres, que representan el 90% del empleo de cuidados. Es una de las cuestiones más urgentes en la economía feminista.
Con la pandemia, los cuidados se situaron en el centro de atención. Se han ampliado mucho los campos de estudio: la tendencia es imparable
En la Unión Europea la experiencia de la pandemia llevó muy pronto a profundizar y a pensar en las políticas de cuidados a largo plazo, como se expresaba en el documento Considerando toda la igualdad: desigualdades en la economía del cuidado (septiembre de 2020), que dio lugar a la Estrategia Europea de Cuidados, publicada por la Comisión en septiembre de 2022. La estrategia tenía como objetivo “asegurar el acceso, la calidad, y un coste aceptable de los servicios de cuidados con mejores condiciones laborales… y mejorar la situación tanto para ‘las cuidadoras’ como para los receptores de cuidados”. Se calculó que 38 millones de personas en la UE van a necesitar cuidados de larga duración en 2050 y que más de la mitad de la población mayor de 65 años con necesidades prolongadas de cuidados no podrá cubrirlos adecuadamente. Sin embargo, los planes específicos para llevar adelante un sistema de cuidados quedaron en manos de cada país miembro. Agenda global En otras regiones y países en desarrollo también han surgido esfuerzos en la promoción de una sociedad cuidadora. Por ejemplo, liderados por la Comision Económica para America Latina y el Caribe (CEPAL), cuatro países latinoamericanos, que incluyen México y Uruguay, han añadido el cuidado en la agenda pública y han creado un sistema nacional de cuidados, mientras que otros cinco países lo tienen en proceso.
90%, porcentaje de mujeres en el empleo relacionado con los cuidados, con gran predominio de las mujeres migrantes
La Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN) debatió en 2022 un “marco comprensivo de cuidados” con el objetivo de construir un ecosistema resiliente de cuidados en la región, pero Corea del Sur es el único país que ha organizado e implementado un sistema de cuidados. Por el contrario, África es el continente que menos ha avanzado en dar reconocimiento, soporte y respeto a los cuidados, tras el episodio de la covid-19, ello a pesar de ser la región con el sistema más desigual, donde más del 70% de los cuidados se cubren por trabajo no retribuido, por personas individuales, en el seno de familias o comunidades. Crisis climática Naturalmente, los cuidados no son el único tema de la economía feminista, aunque es el preponderante en España (y en América Latina). En este sentido, se han discutido mucho en los últimos años las cuestiones relacionadas con la “sostenibilidad de la vida” que implica la reproducción social. La economía feminista se concentra también en las diferencias de género en el mercado de trabajo, ejerciendo presión para que los planes de cuidados vayan tomando forma lo más pronto posible. Hay mucho interés en la crisis climática y otras cuestiones medioambientales, aunque todavía hay muy pocos estudios empíricos para dar concreción al análisis más general. En este sentido, cabe decir que en EE UU hay más diversidad en los aspectos desarrollados por la economía feminista, incluyendo temas internacionales. Como se puede comprobar con los artículos publicados en Feminist Economics, no solo la diversidad de temas es más elevada, sino que la tendencia es más académica —y más conservadora— en comparación con España y América Latina. Por ejemplo, hasta hace poco tiempo, la economía feminista prácticamente no se había ocupado en profundidad de cuestiones medioambientales, pero la crisis climática ha acelerado el trabajo en este sentido y la investigación ya está en marcha. Esto incluye una revisión de los índices de capital humano del PNUD, la agencia de Naciones Unidas para el Desarrollo, lo cual se refiere a un tema internacional muy amplio e importante para examinar las cuestiones de género. En todas partes los campos de trabajo y de profundización de estos temas se van extendiendo: la tendencia es imparable.

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