BlackRock, el fondo buitre, ha sacudido los cimientos financieros de España con su última operación corporativa, la adquisición del fondo de inversión en infraestructuras GIP por la colosal cifra de 11.413 millones de euros. A primera vista, esta compra podría pasar desapercibida en el ámbito internacional, pero su impacto en el panorama español es innegable y preocupante.

Con la conclusión de esta operación, BlackRock se convertirá en dueña del 20% de Naturgy, empresa estratégica dentro del sector energético. Este movimiento coloca a la gigantesca gestora como accionista en 20 de las 35 empresas que componen el Ibex 35, el índice de referencia de la Bolsa española. Esto plantea interrogantes y desafíos considerables para la estabilidad financiera y política del país.

La adquisición de GIP por parte de BlackRock ha causado incomodidad entre algunas fuerzas políticas progresistas, especialmente Sumar y Podemos. Estos partidos han instado al Gobierno a tomar medidas para evitar que la gigantesca gestora tome el control del 20% de Naturgy. GIP es uno de los principales accionistas de Naturgy, con una participación del 20% y dos asientos en el consejo de administración.

La situación plantea una pregunta crucial: ¿Tiene el Gobierno español la capacidad de intervenir en esta operación y proteger los intereses estratégicos del país? La presencia de BlackRock en 20 de las empresas más importantes del Ibex 35, incluyendo sectores críticos como la banca, las energéticas y las telecomunicaciones, plantea un desafío significativo con el poder obtenido por los fondos buitre.

En términos financieros, BlackRock ya es un actor importante en España. Su participación en estas 20 empresas, sumada a Naturgy, representa un valor de acciones en el Ibex 35 que supera los 24.800 millones de euros, según los precios de mercado actuales. Esto equivale al 3,86% de todo el selectivo bursátil español, un porcentaje impresionante que otorga a BlackRock un papel crucial en la economía española.

BlackRock no se limita solo a la energía en su expansión en España. Su presencia abarca sectores estratégicos como la banca, donde es el primer accionista en BBVA y Santander, y también en otras áreas cruciales como las telecomunicaciones. Su estrategia se caracteriza por adquirir posiciones de entre el 3% y el 6% en las empresas en las que invierte, ejerciendo su influencia de manera discreta pero efectiva.

Aunque BlackRock no suele participar activamente en la gestión de las empresas en las que invierte, su influencia en los mercados es innegable. Sus estrategias de inversión y las declaraciones de su consejero delegado, Larry Fink, son seguidas de cerca en todo el mundo financiero. Fink es conocido por enviar cartas anuales a los consejeros delegados de las empresas en las que BlackRock tiene participación, marcando las tendencias y direcciones que espera que sigan los mercados.

La adquisición de GIP marca una nueva era para el fondo buitre en España. Aunque la gestora no suele buscar un asiento en los consejos de administración de las empresas en las que invierte, esta operación le otorga una presencia directa en Naturgy, un sector estratégico.

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