Este respaldo no es solo simbólico, sino una reafirmación de la complicidad estadounidense en un conflicto que sigue costando vidas inocentes

La hipocresía es un espectáculo diario en la política internacional, y pocos escenarios la evidencian tanto como el asedio en Gaza. Estados Unidos, país que se presenta como el mediador imparcial en las negociaciones de paz, se ha visto atrapado en una maraña de contradicciones. Mientras se alza como el principal promotor de un alto el fuego, no vacila en seguir proveyendo a Israel con armas avanzadas, reforzando así un conflicto que dice querer resolver.

EL DOBLE JUEGO DE ESTADOS UNIDOS EN EL CONFLICTO

La reciente ronda de negociaciones en Doha, calificada por muchos como una de las últimas oportunidades para alcanzar un acuerdo de paz en Gaza, ha quedado ensombrecida por la reciente venta de un paquete de armamento de 20.000 millones de dólares a Israel. La paradoja es palpable: mientras Washington presiona a Hamás para aceptar una tregua, envía a Israel misiles y aviones de combate.

Este paquete de armamento incluye 50 aviones F-15, 30 misiles de medio alcance y decenas de miles de municiones, un arsenal que tardará años en ser entregado en su totalidad. Sin embargo, desde el inicio de la guerra, Estados Unidos ha enviado a su aliado israelí bombas de gran potencia y combustible para aviones, garantizando que Israel mantenga su ventaja militar en la región.

El análisis de varios expertos, como Aaron David Miller, exnegociador estadounidense, revela la estrategia detrás de este doble juego: Estados Unidos y Israel buscan un consenso que después intentan imponer a los palestinos. Este enfoque explica el optimismo de Washington ante la posibilidad de un acuerdo, en contraste con la desconfianza de Hamás.

En palabras de Daniel Levy, exnegociador israelí y actual presidente del US/Middle East Project, “Las perspectivas de que estas negociaciones logren siquiera el principio de la aplicación de un acuerdo de alto el fuego son muy limitadas”. Levy argumenta que el verdadero objetivo de Washington es ganar tiempo, retrasando así una posible escalada regional, especialmente de parte de Irán. Estados Unidos no parece dispuesto a presionar a Israel para un alto el fuego real en Gaza, sino más bien a sostener el status quo mediante el suministro continuo de asistencia militar.

La Agencia de Cooperación para la Seguridad y la Defensa de Estados Unidos justificó la venta de armamento afirmando que es vital para los intereses nacionales de Estados Unidos ayudar a Israel a mantener una capacidad de autodefensa fuerte y preparada. Por su parte, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, agradeció este apoyo, destacando que es fundamental para mantener la ventaja militar de Israel en la región. Este respaldo no es solo simbólico, sino una reafirmación de la complicidad estadounidense en un conflicto que sigue costando vidas inocentes.

LA FALSA DIPLOMACIA Y SUS CONSECUENCIAS

Las negociaciones en Doha han estado plagadas de desconfianza desde el principio. Hamás, uno de los actores principales en el conflicto, se ha mantenido al margen, acusando a Israel de imponer nuevas condiciones a la propuesta original de Joe Biden, que supuestamente había sido aceptada por ambas partes en julio. Estas nuevas condiciones incluyen la permanencia de fuerzas israelíes en la frontera de Gaza con Egipto y menos flexibilidad para el retorno de los desplazados, lo que agrava la situación humanitaria en la región.

La insistencia de Israel en modificar las condiciones del acuerdo refleja, en parte, su interés en perpetuar un conflicto que ha utilizado como escudo político. Como señala Levy, un acuerdo de paz podría amenazar la estabilidad del gobierno de Netanyahu, cuya supervivencia política ha dependido de la continua guerra. Las nuevas exigencias de Israel, endureciendo las condiciones para un alto el fuego, parecen diseñadas para garantizar que cualquier tregua sea temporal y que el conflicto pueda reanudarse en cualquier momento.

Mientras tanto, la postura de Estados Unidos sigue siendo ambigua. Aunque el secretario de Estado, Antony Blinken, insiste en que Estados Unidos no acepta ninguna ocupación a largo plazo de Gaza, su retórica no se alinea con las acciones sobre el terreno. El suministro continuo de armas a Israel, junto con la protección diplomática que ofrece en el Consejo de Seguridad, deja claro que Estados Unidos no está dispuesto a ejercer una presión real sobre su aliado.

Jørgen Jensehaugen, investigador del Peace Research Institute of Oslo (PRIO), subraya esta contradicción: “Aunque Blinken y Biden critican a veces a Netanyahu, simultáneamente entregan a Israel enormes paquetes de armas y lo protegen en el Consejo de Seguridad. Este doble mensaje es interpretado por Netanyahu como una clara indicación de que Estados Unidos no aplicará presión real”. Este juego de dobles discursos debilita la credibilidad de Estados Unidos como mediador y siembra la desconfianza entre las partes.

El cinismo detrás de las acciones de Estados Unidos se hace evidente cuando se considera el contexto político interno. Con las elecciones en el horizonte y la convención demócrata en Chicago acercándose, la administración Biden busca mostrar que está haciendo esfuerzos intensos por la paz, aunque estos sean más un teatro que una realidad. La prioridad no parece ser resolver el conflicto, sino evitar que estalle en plena campaña electoral, lo que podría tener un impacto devastador en las aspiraciones demócratas.

Mientras tanto, las vidas en Gaza y en Israel siguen en juego, atrapadas en un conflicto que parece no tener fin. Las acciones de Estados Unidos, lejos de ser un faro de paz, parecen destinadas a perpetuar un ciclo de violencia que beneficia a unos pocos mientras condena a muchos.

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