Se acabó el verano y el frío noctámbulo comienza a erizar la piel, pero el precio de la luz sigue su ascenso. Mientras tanto Netflix arrolla con su nuevo éxito, ‘El juego del Calamar’. Estos dos hechos no tendrían ningún punto conexo de no ser que no se encontrara la crueldad de dos sistema como base de lo lúdico.
El siglo pasado Johan Huizinga publicaba el ensayo titulado ‘Homo Ludens’, donde reflejaba la importancia del juego en el desarrollo de la humanidad. Lo lúdico se entiende etimológicamente como distendido, recreativo e incluso educativo, pero también se convierte en enfermedad, ludopatía, cuando la misma necesidad es la raíz.
‘El juego del Calamar’ se presenta como el juego ofrecido a aquellos “necesitados”, cegados por la individualidad del desastre y abnegados frente al otro, quien se convierte en un competidor.
El capitalismo, por el contrario, presenta los resultados de su propio juego basado en la necesidad de la mayoría. En este caso se advierten las guerras impúdicas de los oligopolios eléctricos por monopolizar el frío de la ciudadanía.
La serie surcoreana lleva al extremo la condición lúdica a la que se ven abocados aquellos atrapados en el giroscopio del capitalismo, representado en la forma dinero, cayendo así en la perversidad de los ricos, que viven dentro de su propia moral.
La realidad es mas cruda, el juego es invisible para la mayoría y vertebra la anarquía que impera en el Capital. “La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”, escribía Marx.
En ambos casos se presenta la posibilidad de libertad. Los “jugadores” de la serie pueden votar de forma democrática para terminar. La mayoría de la población puede votar de forma democrática para terminar.
Sin embargo, “la experiencia muestra que estas elecciones nunca producen un gobierno dedicado a la expropiación del capital y a la realización del socialismo”, concluía Perry Anderson. La libertad se encuentra coartada, en ambos casos, por la necesidad.
¿Quién pone las reglas de juego? Las pruebas están inscritas en la pared y en las calles respectivamente.