La tribuna sobre el lobo, la ganadería y la caza, aparecida el 5 de marzo en el Diario de Córdoba carece de imparcialidad sobre un tema que genera polémica y se presta a expresiones vehementes, no siempre basadas en criterios objetivos y concretos.
Sobre la utilidad ecológica o valor ambiental de la conservación del lobo, ya no se discute, al menos, científicamente. Sin embargo, su protección o persecución encienden el discurso político. Y las presiones hacen que se declare ”incompatible” para la ganadería por múltiples organizaciones profesionales de ganaderos y cazadores, como queda patente en esta tribuna. Una incompatibilidad más visceral que comprobada, y que con las medidas oportunas podría salvarse, como desde EQUO hemos señalado en varias ocasiones.
Afirma el autor, Ignacio Fernández, que las explotaciones ganaderas y cinegéticas son los sectores económicos que sustentan y fijan la población en las zonas rurales más desfavorecidas, sin ofrecer ninguna prueba que corrobore tal afirmación y dando por hecho que la reintroducción del lobo ibérico en Andalucía malograría esta situación, lo que únicamente viene a demostrar que con el lobo se ha creado un mito falso que se empeña en mantenerlo en el imaginario colectivo como una amenaza, y no como la oportunidad que realmente podría suponer para estas zonas rurales.
La ganadería parece estar en conflicto con el lobo ibérico y consideran algunos ganaderos y alguna organización agraria que la convivencia es imposible. Por ello, el informe de reciente aparición: “Por la convivencia del hombre y el lobo” sugiere propuestas como la puesta en marcha de programas para concienciar e impulsar la comunicación entre productores y consumidores responsables para impulsar la ganadería respetuosa con el entorno y con la conservación de las especies con las que comparte el territorio, como podría ser el lobo de lograr que vuelva a Sierra Morena, para lo que habría que desarrollar legislación sobre ganadería extensiva y buenas prácticas, así como dotar a los ganaderos de las herramientas e instrumentos necesarios para que aprendan a convivir con esta especie. ¿Quién dice que no es posible? ¿No ha sido así durante miles de años, hasta que se provocó su práctica extinción?
Es necesario un cambio de percepción respecto a la especie. El daño cuantificado del lobo sobre la ganadería no supera el 1%. Es decir, la ganadería extensiva tiene problemas muy importantes en España, pero el lobo no es uno de ellos. En zonas de baja densidad de lobos muchos de los ataques son causados de hecho por perros asilvestrados, abandonados o descuidados, por lo que se debe regular su presencia en los entornos naturales. ¿No podría hacerse lo mismo con una especie emblemática que aportaría además a nuestra tierra un valor añadido?
De hecho, frente a la animadversión manifestada por los sectores ganadero y cinegéticos hay quien, sin buscar el enfrentamiento, pide que se respete y promueva la conservación de esta especie. Por eso, miles de personas se sumaron a la manifestación en defensa del lobo ibérico que se paseó por Madrid con la consigna ‘Lobo vivo, lobo protegido’ en la tercera marcha que organizaban Ecologistas en Acción, Lobo Marley o EQUO entre decenas de asociaciones convocantes, para reclamar que se haga efectiva la protección legal prometida por el Gobierno. Esa consigna quiere romper la otra que repite “Lobo y ganadería son incompatibles”. Y es que la eliminación de ejemplares como fórmula de gestión no va a solucionar los problemas de los ganaderos, que son otros; y al contrario, la recuperación del lobo ibérico en Andalucía sí que podría suponer una verdadera oportunidad para las zonas rurales de nuestra tierra –que, de hecho, es lo que estamos intentando trasladar a la Consejería de Medio Ambiente estos días-. La reintroducción –ojalá los señores de Asaja tengan razón y la Junta de Andalucía tenga la valentía suficiente para plantear esta medida- del lobo en determinadas zonas plantea un nuevo abanico de opciones de cara a revertir el modelo económico actual y apostar por actividades no sólo más sostenibles, sino que además supondrían una oportunidad en cuanto a creación de empleo, pues ser tierra de lobos sería un elemento distintivo a sumar a nuestro patrimonio, potenciando actividades de observación y estudio alrededor de este elemento diferenciador.
No solo devolveríamos la riqueza a nuestros ecosistemas –que no pertenecen en propiedad a ganaderos y cazadores, aunque ambos sectores vivan de su explotación, sino al conjunto de la sociedad-, sino que ofreceríamos nuevas oportunidades al sector turístico, por ejemplo, en el que la observación de la naturaleza y de entornos biológicamente diversos y conservados no deja de ganar terreno.
Cabe recordar además a los ganaderos –básicamente a aquéllos que muestran una oposición tan agresiva, que sabemos que no son todos- que existen métodos probados que permiten compatibilizar la reintroducción del lobo con la actividad ganadera, por lo que más que oponerse a lo que confiamos sea a medio plazo una realidad –la recuperación del lobo en Andalucía- deberían emplear sus esfuerzos en formarse sobre estas técnicas y reclamar a las administraciones que esta reintroducción se lleve a cabo con todas las garantías y con ayudas para el sector, que podrá convivir perfectamente con la nueva situación de ser capaz de cumplir unas pautas mínimas. No tenemos duda sobre su capacidad, y con ello ganaría Andalucía.
Carmen Molina, parlamentaria y coportavoz de EQUO Andalucía Verdes