El momento estratégico del trabajo distribuido

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IMAGE: Mohamed Hassan - Pixabay (CC0)

El fin de las restricciones pandémicas en muchos países está trayendo consigo un debate más que razonable: la posibilidad de, aprovechando la experiencia desarrollada durante los períodos de confinamiento, optimizar de una vez por todas las condiciones de trabajo de muchos empleados.

Es perfectamente conocido que un amplio porcentaje de personas desarrollan diariamente trabajos en oficinas que, en realidad, podrían llevar a cabo desde cualquier sitio. Según un estudio de la Comisión Europea, un 37% de trabajos en el continente podrían ser llevados a cabo en régimen remoto, en un rango que va desde el 27% de Rumanía al 54% de Luxemburgo pasando por el 34% de España. Si embargo, el reflejo inmediato de una gran cantidad de compañías ha sido el de, terminadas las restricciones, volver a las condiciones de trabajo anteriores a marzo del 2020, no solo eliminando así un debate sobre el futuro del trabajo que pone a esas compañías en una clara desventaja, sino incluso demostrando estar dispuesto a poner en peligro a sus trabajadores con tal de ganar en control.

Si en tu compañía no se está llevando a cabo ese debate, ten claro que os estáis perdiendo algo importante, muy importante, que va a afectar enormemente a su futuro y a sus posibilidades de atraer y retener talento. No me creas a mí, cree a mis enlaces. Intenta plantearte por qué ese debate no ha tenido oportunidad de surgir: por qué, mientras en otras compañías están avanzando ya en lo que será el futuro de las relaciones laborales, tú sigues obsesionado con ideas como el «es fundamental verse todos los días» (falso) o «si trabajan desde casa no controlo lo que están haciendo». Plantéate qué te lleva, como directivo, a inventarte preocupaciones que mantienen a tus trabajadores en una situación absurda en la que muchos tienen que comerse un atasco todos los días, perder tiempo miserablemente y trabajar en condiciones mucho menos cómodas frente a las que podrían tener si estabilizasen su estatus como trabajadores distribuidos.

No, posiblemente no sea para todos, y de ahí que debamos plantearnos la situación como exploratoria: las situaciones personales, las circunstancias y la preparación de los trabajadores no son homogéneas, de manera que mientras algunos se encontrarán comodísimos y apreciarán la libertad de poder trabajar desde cualquier sitio o no tener que acudir a la oficina más que ocasionalmente, otros lo verán como algo imposible, complicadísimo o inimaginable. Pero el momento es el momento, y nunca encontrarás uno mejor para plantear cómo va a ser el trabajo y las relaciones laborales del futuro, que sin duda, no serán iguales que las actuales (que se parecen sospechosamente a las de hace unas cuantas décadas).

Plantéatelo: lee sobre los miedos infundados al trabajo distribuido y las cinco «C», sobre la que debería ser la carta de derechos fundamentales de los trabajadores en entornos distribuidos, o sobre los interesantísimos y muy justificados debates que están teniendo lugar en las compañías que tienen una mentalidad suficientemente abierta como para plantearse esa transición. No lo dejes: no permitas que la simple inercia y la aversión al cambio bloquee una transición necesaria a la que le ha llegado su momento. El trabajo del futuro no tendrá nada que ver con atascos ni con trabajadores sentados en una silla entre las 9 y las 5 para demostrar que están haciendo algo. El trabajo del futuro será otra cosa, y bloqueándolo, solo conseguirás poner a tu compañía en situación de desventaja frente a las que sean capaces de entenderlo antes que tú. Mientras no te lo plantees, mientras no seas capaz de ofrecer al menos la opción a tus trabajadores en unos términos justos y razonables, solo conseguirás tener trabajadores desmotivados y que sienten que trabajan para una compañía del siglo pasado. Trabajadores que, en muchos casos, estarán simplemente esperando la oportunidad para irse a otra compañía.

Trabajar en modo distribuido no tiene nada que ver con ser asocial, ni con estar aislado. Tiene que ver con asignaciones lógicas de los recursos, con bienestar, con un balance más razonable entere trabajo y vida personal, y con la productividad que se deriva de ello. Tiene que ver con relaciones laborales gobernadas por la confianza y no por la autoridad. Si no lo has entendido aún, tendrás problemas. Aunque no lo creas. Si no eres capaz de pensar fuera de tu zona de confort, terminarán echándote de ella a patadas.

El trabajo distribuido está en su momento. Plantearlo y optimizarlo llevará su tiempo, pero bloquearlo con mitos y miedos absurdos solo conllevará que esa transición tarde más tiempo, y que las compañías que lo hagan resulten, en último término, perjudicadas.


Enrique Dans

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