El papel clave de las ciudades contra el calentamiento global

Es en las ciudades donde se crea el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero

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Loïc Alejando
Coportavoz federal de Equo

La comunidad científica es categórica: nos quedan muy pocos años para revertir la tendencia y evitar que los efectos del calentamiento global se transformen en desgracias humanitarias y medioambientales a escala masiva. Es, por lo tanto, importante concentrar los esfuerzos donde más resultados podemos obtener. Concentrar los esfuerzos en los sectores más contaminantes, en las zonas geográficas más influyentes, y en la escala adecuada. En esta óptica, todo indica que las ciudades tienen un papel primordial en la lucha contra el calentamiento global.

Ya no hay lugar a dudas del origen antrópico del calentamiento global, y cabe entonces preguntarse dónde está la mayoría de las personas. Desde 2007, la población urbana es superior a la población rural. Actualmente, es más de un 55% de la población mundial la que ya vive en las ciudades y sigue aumentando (aunque a un ritmo cada vez más lento). Esa cifra llega al 75% en Europa y al 82% en Estados Unidos.

Es en las ciudades donde se crea el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero. El transporte rodado es uno de los sectores que más emisiones de CO2 generan. En 2018 representaba un 25% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero, y se estima que un tercio de estas emisiones se genera en espacios urbanos. Por otra parte, los sectores de la energía y de la edificación, concentrados en las urbes, son también importantes emisores de CO2. Las ciudades consumen casi el 80% de la energía mundial, a pesar de ocupar solo el 2% de la superficie del planeta.

Puesto que la ordenación del tráfico y el urbanismo son competencias municipales, es evidente que, aunando esfuerzos a escala urbana, se conseguirá un impacto sustancial en la limitación del calentamiento global. Pero las ciudades no son importantes solo porque son un foco importante de emisiones de CO2, sino también porque están a mitad de camino entre la micro-acción individual y la macro-acción institucional.

La ciudad es la entidad institucional más cercana al la ciudadanía. Por este motivo, puede desarrollar políticas mejor adaptadas a su población para cambiar los hábitos individuales. En una ciudad los esfuerzos se concentrarán en mayor o menor medida en la gestión de residuos, en otra en la movilidad, en otra en las costumbres de consumo, en otra en el urbanismo etc. Aunque muchas problemáticas son comunes a muchas urbes, cada ciudad tiene sus especificidades y sabe cómo y dónde conseguir los mejores resultados, porque conoce a su gente. Son las más indicadas para formular propuestas de reducción de emisiones a aplicar a la ciudadanía.

El papel crucial de las urbes se plasma en una serie de redes que se han ido conformando a lo largo de los diez últimos años: C-40, Grupo de Ciudades Líderes en Clima (Cities Climate Leadership Group, 2005) que reúne a más de 90 megaciudades de todo el planeta con una población total de más de 600 millones de habitantes; el Pacto de Alcaldes por el Clima y la Energía (Covenant of Mayors for Climate & Energy, 2010); la Coalición de Alcaldes (Compact of Mayors, 2014); la Red Española de Ciudades por el Clima; Red de Ciudades BID; la Red de Ciudades en Transición; o la Red de Ciudades Biofílicas.

¿Entonces qué deben hacer las ciudades?

Hay 3 ingredientes fundamentales:

1 La información. Tener datos de calidad, tanto para la administración como para la ciudadanía, permite realizar acciones de calidad. Tener información actualizada también permite hacer un seguimiento de las medidas para evaluar su grado de éxito. La ciudad de Helsinki lanzó recientemente la “Vigilancia del Clima”, una herramienta en línea que permite a la gente monitorear y seguir de cerca el progreso de la ciudad, en el logro de su objetivo de convertirse en una ciudad neutra en carbono para el año 2035.

2 La implicación ciudadana. La acción institucional verá sus resultados multiplicados si las ciudades consiguen implicar a su ciudadanía en la limitación del calentamiento global. Este aspecto es la piedra angular de la Red de Transición. Esa implicación se puede conseguir a través de programas de participación ciudadana en la elaboración de planes u ordenanzas, a través de presupuestos participativos, o a través de formaciones y acompañamiento para adoptar nuevas formas de consumir, desplazarse, …

3 La acción real. Los gobiernos municipales suelen redactar planes estratégicos muy completos, que proponen medidas concretas, presupuestadas, y con un cronograma. Pero en demasiadas ocasiones, se llevan a cabo pocas de las medidas previstas. Por este motivo es importante resaltar acciones exitosas como la de Madrid Central, desarrollada por la ahora diputada de EQUO, Inés Sabanes. Es un ejemplo de una política valiente, de acción concreta y palpable, reconocida internacionalmente. Valencia, valorada por Greenpeace como una de las ciudades que mejor cumplen con sus propios planes de movilidad, ha aprobado una ordenanza de movilidad ambiciosa que establece hasta 630 kilómetros de calles limitadas a 30km/h (64,3% de la red viaria), y prevé 18 kilómetros de ‘ciclocalles’ y 89 kilómetros de vías peatonales. En Bruselas, gracias a diferentes factores como la instalación de infraestructuras de aparcabicis protegidos y seguros, el número de ciclistas se ha duplicado entre 2010 y 2017.

La COP25 es un espacio donde las naciones deben negociar y adoptar acuerdos para mantener el calentamiento global por debajo del grado y medio. Pero para cumplir este objetivo, el papel de las ciudades es clave. Se podrá hablar de ello en el acto organizado por EQUO este miércoles 11 de diciembre a las 17:30 en el salón de actos de la facultad de filología de la Universidad Complutense. Participarán Inés Sabanés, diputada de EQUO, Joan Ribó, alcalde de Valencia, y Evelyne Huytebroeck, coportavoz del Partido Verde Europeo, entre otros invitados.

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