Hoy es 12 de octubre, Fiesta Nacional, Día de la Hispanidad, una jornada repleta de patriotismo y, según para quién, nostalgia de un imperio en el que nunca se ponía el sol. Lo cierto es que la llegada de Cristóbal Colón supuso para los pueblos indígenas su mayor desgracia. Las guerras, la esclavitud y, sobre todo, enfermedades como la viruela, la gripe, el sarampión o el cólera acabaron con el 90% de los nativos. Cien años después, la población indígena había caído de 60 a 6 millones de personas. Por todo ello, como cada año, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha insistido en que España debe pedir perdón. De hecho, el Papa Francisco ya pidió perdón por los abusos cometidos por la Iglesia durante la «evangelización».

El perdón es una responsabilidad política cuando se ha explotado y expoliado, aunque haga 500 años. Quienes se niegan a pedirlo son los mismos que jamás han pedido perdón por las miles de personas asesinadas durante el franquismo o por las víctimas del terrorismo de Estado. El perdón es indispensable para poder establecer relaciones entre iguales y estrechar lazos, sobre todo humanos. Si bien es cierto que hay que tener claro a quién se le debe pedir, como veremos, y debe ir acompañado de una voluntad real de cambio.

Las contradicciones del gobierno mexicano

No hay que perder de vista la instrumentalización política que hace en este caso el Gobierno de México. No es un secreto que las posiciones de poder siempre las ocuparon criollos y a día de hoy, incluso tras su independencia, el país no se ha convertido precisamente en un Estado modelo de respeto a los derechos humanos y a las diferentes etnias y poblaciones indígenas. El pasado 3 de mayo, López Obrador pidió perdón a estos pueblos por los abusos y por la Guerra de Castas, que tuvo lugar entre 1847 y 1901 en Yucatán tras una insurgencia maya y que dejó alrededor de 250.000 víctimas.

Sin embargo, los pueblos mayas no aceptaron este perdón ni la solicitud a España, asegurando que se trataba de una medida electoralista y demagógica, teniendo en cuenta que las elecciones eran el día 6 de junio. Además, explicaban que no les sirve para resarcir los daños y que se trataba de una postura contradictoria, ya que uno de los proyectos estrella del Gobierno mexicano es el mal llamado Tren Maya. Se trata de un megaproyecto ferroviario para Yucatán cuyo fin se prevé para 2024 y que se extenderá a lo largo de 1.500 kilómetros, conllevando un complejo reordenamiento del territorio que afectará precisamente a estos pueblos.

Arrasando las tierras indígenas

El historiador y cronista maya, Carlos Chablé, declaraba a la Agencia Anadolu que López Obrador debería pedir «perdón por lo que va a hacer, porque el Tren Maya va a pasar sobre nosotros. (…) El Tren Maya tiene el mismo sentido de ‘La Conquista’: es invasivo, transgresor de los territorios indígenas, destructor de nuestros recursos naturales; es exactamente lo que sucedió hace 500 años, pero con un tren».

López Obrador critica el imperialismo español durante la conquista, y nadie le quita la razón, pero resulta contradictorio mientras actualmente su Gobierno mantiene estrechos lazos con empresas del país imperialista por antonomasia, Estados Unidos, incluyendo inversiones para la construcción del Tren Maya.

Asimismo, en un comunicado publicado en su página de Facebook el pasado mes de mayo, el movimiento Campaña U Je’ets’el le Ki’ki’kuxtal (Asentamiento de la buena vida/autonomía) critica las concesiones a parques eólicos y de energía solar, «que despojan las tierras»; las políticas que impulsan las industrias de las inmobiliarias y el turismo masivo, «que devasta la naturaleza y nuestras diversas formas de vida que defienden la vida misma», las granjas porcinas, «que contaminan nuestras aguas»; y la siembra de transgénicos y uso de pesticidas. En definitiva, exigen «que se detenga el desarrollo capitalista en nuestro territorio maya».

En ese mismo comunicado también se compara a López Obrador con el presidente Porfirio Díaz (1876-1911), cuyo gobierno se caracterizó por fomentar la inversión extranjera en detrimento de los pueblos nativos: «Al igual que Porfirio Díaz, (tiene) una alianza abierta con las grandes empresas, los militares», «la devastación de las selvas», «la contaminación de las aguas» o el «despojo y la terrible explotación» de los mayas.

Se preguntan «de qué sirve pedir perdón a los pueblos mayas cuando quien pide perdón perpetúa el racismo, la discriminación y el menosprecio a los pueblos. (…) De qué sirve pedir perdón por los agravios del pasado cuando, en el presente, la colonización de nuestros territorios y de nuestros cuerpos y emociones y pensamientos persiste cada día».

Finalmente, es interesante la reflexión del activista maya Pedro Uc también a la Agencia Anadolu: «No le corresponde a él, sino a nosotros, los pueblos indígenas, (definir) el tipo de relación que establecemos con otros países y con el viejo continente».

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