“Pablo González ha sido detenido en Polonia por hacer su trabajo“, decía el tweet de su abogado Gonzalo Boye. Y con esas palabras, abrimos una caja de Pandora plagada de acusaciones sin base firme, retenciones sin claridad y lo que parece un persistente intento por silenciar la verdad.
Parece que a las autoridades polacas les encanta bailar al son de la confusión. El caso de González es tan laberíntico que resulta sorprendente que estemos hablando del encarcelamiento de un periodista en pleno siglo XXI y no de una novela negra. Pero, esta no es una historia inventada; es la realidad que enfrentan las y los periodistas en un mundo donde la verdad a menudo resulta incómoda.
RETENCIONES SIN RESPUESTAS
Las circunstancias que llevaron a Pablo a encontrarse con los servicios de inteligencia de varios países, incluidos los propios, parecen sacadas de una película de espías. Atrapado entre Ucrania, con su clonación de móviles y la sombría visita del CNI a su familia, uno se pregunta si acaso estamos hablando de un simple reportero o de Jason Bourne. Pero no, es Pablo González, un periodista que se vio arrastrado a un torbellino de acusaciones y retenciones.
Ahora, al observar su detención en Polonia, es inevitable cuestionarse sobre el proceso legal y los derechos del acusado. Si las autoridades lo acusan de espiar para Rusia, uno esperaría que existieran pruebas sólidas. Pero, 18 meses después, lo que tenemos son insinuaciones y “evidencia” como “dos pasaportes y dos tarjetas de pago de bancos rusos para dos identidades diferentes”, cuya explicación se ha cansado de repetir una y otra vez:
Nacido en Moscú, Pablo González (o Pavel Alekssevich Rubtsov) tenía toda la razón para conservar su pasaporte ruso. Su historia familiar, que abarca desde los “niños de la guerra” hasta un cambio de nombre para adaptarse a España, revela una vida entre dos culturas. Eso no lo convierte en espía, simplemente en alguien con una historia rica y compleja.
Pero las autoridades polacas no lo ven de esa manera. Para ellos, dos alias (uno de los cuales es simplemente su nombre completo) son prueba suficiente para acusar a alguien de espionaje.
EL SILENCIO ENSORDECEDOR
Las acciones discretas de las figuras políticas no hacen más que avivar las llamas del misterio. La falta de claridad y las declaraciones vagas del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, sugieren que quizás no se está diciendo toda la verdad.
Por otro lado, tenemos a Agentstvo, un medio ruso que acusa a González de espionaje. Sin embargo, el artículo 130.1 del Código Penal polaco, que describe el delito de espionaje, parece no coincidir con las acusaciones hechas contra él. ¿Está el reportero siendo acusado bajo una ley que no aplica a sus supuestas acciones?
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?
La injusticia de Pablo González en Polonia es un reflejo de un mundo donde la verdad se distorsiona fácilmente. La realidad es que un periodista está tras las rejas sin una razón clara, mientras las insinuaciones y las acusaciones sin fundamento llenan el aire. Las y los periodistas merecen protección y claridad, no un laberinto de acusaciones sin sustento.
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