Virginia García

“Cuando los hombres son los oprimidos, se habla de tragedia. Cuando lo son las mujeres, se le llama tradición”. Letty Cottin Pogrebin

El seis de Febrero fue el día internacional contra la mutilación genital femenina, sin embargo poco o nada se ha hablado de otra mutilación que afecta aproximadamente a 3.8 millones de mujeres en el mundo y es una de las violencias hacia las mujeres menos denunciada según afirma la ONU.

El alisamiento o planchado de pecho, es una práctica muy arraigada y por tanto muy difícil de erradicar en los países en los que se practica, pertenecientes al oeste y centro de África, siendo Camerún el país en el que está más extendida sufriéndola una de cuatro niñas según la ONU o una de cada dos según datos de la organización Gender Danger

Esta práctica consiste en torturar a las niñas cuando sus pechos comienzan a desarrollar, a partir de los nueve años. Para ello, durante meses, les aplastan y golpean sus pechos con piedras, palos o cuchillos calientes, mientras les obligan a llevar una faja que oprime sus cuerpecitos.

De esta forma se impide o retrasa el crecimiento del pecho con innumerables consecuencias para la salud, que van desde quemaduras e infecciones hasta cáncer o la obstrucción de los conductos para amamantar a sus bebés. Los daños psicológicos son irreparables siendo las depresiones y la baja autoestima los más comunes.

La causa de esta práctica es muy similar a las que originan la mutilación genital. Creen que los senos atraerán sexualmente a los hombres y para evitar relaciones sexuales precoces y violaciones, mutilan a las niñas. Ellas son las culpables y no las víctimas de las violaciones que sufren, ya que está en su mano ser menos atractivas y no despertar el deseo en los hombres. Ellos no tienen ninguna responsabilidad en las violaciones, simplemente no pueden evitar violar si una mujer no ha conseguido mutilar su belleza suficientemente.

En África la mayoría de las niñas son consideradas parte del patrimonio de las familias. Seres inferiores que no tienen derechos sobre su propio cuerpo. Para que las familias puedan venderlas a buen precio, tiene que estar demostrada su pureza y personalidad sumisa, así que tienen que contar con las características que las tradiciones patriarcales del lugar donde viven impongan.

 

La mayoría de las veces son las propias madres las que practican el planchado de pechos intentando así proteger a sus hijas de violaciones, embarazos no deseados y matrimonios infantiles. En otras ocasiones son las propias niñas las que se practican esta mutilación porque han aprendido que es la única forma de protegerse de los hombres.

¿Podéis imaginaros el miedo que tienen que sentir para preferir causarse a sí mismas estas lesiones?

Cada vez que hablo o escribo sobre las mutilaciones que sufren millones de mujeres y niñas en el mundo, recibo las mismas críticas. No es el patriarcado el causante porque son las madres, tías y abuelas quienes practican esta violencia extrema en las niñas. Ignoro si esta simpleza argumental es causa de la ignorancia o de un intento desesperado de aferrarse a los dogmas patriarcales para no perder los privilegios que éstos les han otorgado. Quizás no sepan que la mutilación femenina, tanto la genital como la de pechos no es más que la consecuencia. La consecuencia de un conjunto de normas opresivas que el patriarcado ha impuesto a las mujeres y que se han arraigado tanto en estas sociedades que les han hecho creer que la atrocidad es la mejor solución para las niñas. Porque de no cometerla, las consecuencias serán mucho más despiadadas con ellas.

No han sido las mujeres las que crearon los roles de género, y la cultura del honor basada en la fidelidad femenina y en la importancia de una buena reputación asociada a nuestras conductas sexuales. El honor masculino de sustenta en la fidelidad de la mujer, Y en su buena reputación. Y una mujer solamente tiene buena reputación demostrando ser asexuada con el único propósito de honrar a sus familias casándose vírgenes, manteniéndose fieles a sus dueños y gestando sus hijos.

Las mujeres africanas mutilan a sus hijas con la intención de evitar sus violaciones y embarazos prematrimoniales, que derivan en la marginación social y en muchos casos en la violencia que toda la comunidad ejercerá sobre ellas.

El 20% de las mujeres de Camerún tienen embarazos no deseados antes de los dieciocho años y sin estar casadas. Los hombres las abandonan y con ellas a sus hijos, a ellos no se les impone la más mínima responsabilidad puesto que todo el peso de la misma recae sobre ellas. Ellas, las que se dejaron violar, ellas las responsables de ser atractivas y provocar los instintos sexuales de ellos.

Ellas, ¡las culpables!

Y son ellas las que se quedan solas con sus hijos. Son una verguenza para sus familias que las repudian y su único futuro es la marginación y la miseria.

Cuando una mujer mutila a su hija, en realidad la está mutilando el patriarcado para controlar su sexualidad y su vida para su propio beneficio a través de la misma cultura del honor que nos lleva controlando a las mujeres desde hace siglos para que permanezcamos a disposición de los hombres. La misma cultura del honor que en Europa, en España, sigue culpabilizando a las mujeres de ser violadas.

Las mujeres sufrimos altos índices de violencia sexual, que en la mayoría de los casos no denunciamos. Y no denunciamos porque sabemos que no nos van a creer, y que nos van a culpabilizar.

Nosotras tenemos que demostrar que hemos hecho todo lo posible para evitar ser violadas. Nos preguntarán como íbamos vestidas, el por qué íbamos solas por la calle si cerramos bien las piernas etc

En África y Asia se mutila a las mujeres, o se las obliga a ir cubiertas de ropa para tratar de mantener su honor intacto. En América y en Europa se nos presiona social y psicológicamente.

Aquí solo hay un culpable: ¡El patriarcado!

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