Las empresas petroleras no sólo explotan recursos naturales; también manipulan la política energética.
El poder real de las empresas petroleras no radica únicamente en sus vastos recursos financieros, sino en su capacidad de moldear las políticas energéticas a través de un complejo entramado de influencias. ¿Por qué estas empresas tienen tanto control sobre las decisiones que afectan el futuro del planeta?
EL INFLUJO DE LAS PETROLERAS EN LA LEGISLACIÓN
Históricamente, las empresas petroleras han mantenido una estrecha colaboración con los gobiernos desde principios del siglo XX, construyendo un aparato de lobby que les permite intervenir en los debates sobre políticas climáticas. Hoy, esas empresas continúan buscando debilitar regulaciones que podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Las y los críticos acusan a estas corporaciones de perpetuar la desinformación climática, intentando responsabilizar a las personas consumidoras en lugar de abordar sus propias prácticas operativas.
Las grandes empresas petroleras no están interesadas en cambiar el modelo energético. Sus estrategias de lobby buscan mantener las cosas como están, a pesar de que los científicos llevan décadas advirtiendo sobre los efectos devastadores de los combustibles fósiles en el clima. Aunque algunas compañías han comenzado a reconocer públicamente el consenso científico, la mayoría sigue invirtiendo más en campañas de relaciones públicas que en soluciones reales.
Un ejemplo claro es la relación simbiótica que han formado con los tanques de pensamiento y ONGs. Al formar alianzas estratégicas con estos actores, las petroleras presentan un frente unido que legitima su narrativa ante la opinión pública y los responsables políticos. Estas organizaciones, supuestamente imparciales, promueven propuestas de mercado para la reducción de emisiones que, en última instancia, favorecen a las propias empresas.
El impacto de estos esfuerzos de lobby es difícil de medir, pero su influencia está claramente presente en las políticas que retrasan la transición energética. A pesar de los acuerdos climáticos globales y la creciente conciencia pública sobre la crisis ambiental, las empresas petroleras siguen protegiendo sus intereses a costa del bienestar general.
LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA Y LOS OBSTÁCULOS DEL LOBBY
La pandemia de COVID-19 y eventos geopolíticos recientes han puesto de relieve la lucha entre las empresas petroleras y los esfuerzos por avanzar hacia una economía baja en carbono. Mientras el mundo lidia con la necesidad urgente de una transición energética, estas corporaciones siguen destinando grandes sumas de dinero a ejercer presión sobre los legisladores, obstaculizando la adopción de energías renovables y manteniendo su influencia en los marcos regulatorios.
Las y los críticos han señalado que las compañías petroleras no solo buscan asegurar un trato preferencial en las leyes energéticas, sino que también intentan retrasar cualquier avance significativo hacia un futuro más sostenible. Esto incluye aprovecharse de los vacíos legales en los sistemas regulatorios de la Unión Europea y otros territorios. Estas lagunas les permiten operar con distintos grados de transparencia, lo que complica aún más el seguimiento de su influencia en los procesos legislativos.
Un estudio reciente reveló que cuando la opinión pública está a favor de una acción climática, las empresas que comparten esa postura suelen necesitar menos esfuerzo de lobby para influir en las políticas. Sin embargo, las grandes petroleras continúan gastando cantidades exorbitantes en mantener su poder sobre la política energética, utilizando su vasta riqueza para aplastar cualquier oposición.
El lobby petrolero no es solo un actor en el escenario político, es un titiritero oculto. Estas corporaciones, a través de su influencia sobre legisladores y legisladoras, han logrado ralentizar el avance hacia una economía baja en carbono, saboteando los esfuerzos por mitigar la crisis climática. Esto no es una cuestión de debate, sino de hechos comprobados: el mundo necesita una transición energética urgente, pero las petroleras siguen dictando las reglas del juego.
Los gobiernos, por su parte, parecen incapaces de liberarse de la dependencia que han creado con estas empresas. La crisis energética desatada por la invasión de Rusia a Ucrania es el ejemplo más reciente de cómo la influencia del lobby petrolero sigue siendo determinante. Ante la necesidad de diversificar las fuentes de energía, Europa ha vuelto a depender del gas natural licuado y otras fuentes de combustibles fósiles, socavando así sus propios compromisos ambientales.
EL FUTURO ESTÁ EN JUEGO
La pregunta que queda es: ¿quién ganará esta lucha por el control del futuro energético? Mientras el mundo sigue en busca de soluciones sostenibles, las petroleras continúan aferradas a sus modelos de negocio obsoletos, usando su poder económico para impedir cualquier cambio estructural. El lobby petrolero ha dejado claro que no cederá terreno fácilmente, y su influencia seguirá moldeando el destino del planeta.
Lo más preocupante es que, aunque los esfuerzos de lobby de estas empresas están cada vez más expuestos, su poder sigue intacto. Las recientes fusiones y adquisiciones dentro del sector petrolero, motivadas por los cambios en las dinámicas del mercado, demuestran que están preparadas para adaptarse, pero sin cambiar su esencia: mantener su control sobre el suministro energético global.
Al final, la batalla no es solo por el control del petróleo, sino por el control del planeta.
Fuentes:
https://www.cfr.org/backgrounder/how-us-oil-and-gas-industry-works