Imagínate a esa empresa que gana 30.000 euros obligando a la gente a comprarle a ella cosas que preferirían adquirir fuera y mucho más baratas

Rubén Sánchez

Es uno de los grandes fraudes del verano. Festivales y conciertos donde no te dejan entrar con comida y bebida. Unos inventan que lo hacen por seguridad, para intentar justificar legalmente el fraude. Ya sabes, para evitar el riesgo de que fabriques un cóctel molotov con una botella de refresco y una rodaja de jamón york. Otros, que van más de sobrados, te dicen que no te dejan porque ellos ya te venden esas cosas dentro. Imagínate que te dijeran que tienes que entrar con el torso desnudo porque venden camisetas en el recinto.

No, no podemos equiparar un concierto o un festival con un restaurante donde es lógico que no puedas traer de casa lo que piensas comer y beber. Que estos eventos cuenten con establecimientos de restauración no implica que esa sea su actividad principal ni el motivo por el que el público acude a ellos. La gente va a disfrutar de la música de los artistas que le gustan. Si además quieren comprarse un bocata, un refresco o una cerveza allí dentro, deben ser tan libres de hacerlo o no como para decidir si se compran una camiseta. Sin que les registren ni les desnuden en la puerta.

Cada vez más gente contacta con FACUA para preguntarnos qué puede hacer. Porque resulta evidente que si no te dejan entrar con comida y bebida, no puedes hacerlo a la fuerza. Lo que sí puedes es reclamar, después, el sobreprecio que tengas que abonar por comprar allí dentro cosas que te salían infinitamente más baratas fuera.

Esta gente infla sus beneficios de forma bestial secuestrando al público dentro del recinto sin comida ni bebida hasta que la sed y el hambre puede con ellos. Y encima, si intentan salir a la calle para comprarse un bocata y un refresco, en muchos casos les dicen que tienen que pagar un extra por volver a entrar. El colmo de la poca vergüenza.

Mientras tanto, comunidades autónomas y ayuntamientos miran hacia otro lado o, como mucho, les aplican multas absolutamente ridículas. Imagínate a esa empresa que gana 30.000 euros obligando a la gente a comprarle a ella cosas que preferirían adquirir fuera, mucho más baratas. Imagínate que por hacer eso la multan con 3.000 euros. Imaginate que la empresa le dice a la administración: anda, cóbrate 9.000, que tengo dos festivales más y voy a seguir haciendo lo mismo.

Si las autoridades competentes siguen siendo tan incompetentes ante estas irregularidades, los consumidores estamos apañados.

Soy Rubén Sánchez y en ocasiones veo fraudes.

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Editorial del episodio 15 del pódcast En Ocasiones Veo Fraudes.

 

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