De forma constante, en la dialéctica parlamentaria y en este vaivén institucional totalmente bien entramado, se desoyen propuestas políticas, que podríamos llamar alternativas. Es en estos contextos cuando siempre recuerdo las palabras de Perry Anderson en ‘Las antinomias de Antonio Gramsci’, donde expone que las masas tienen acceso al Estado “a través de unas elecciones democráticas, pero la experiencia muestra que estas nunca producen un gobierno dedicado a la expropiación del capital y a la realización del socialismo”. ¿Las cartas están marcadas? En Cataluña durante los últimos tiempos los temas a debate, además, se han visto dilucidados y emponzoñados entorno a una agenda casi unánime y omnipresente. Tanto en el período electoral, como fuera de este. Por ello, y a raíz del caso de la inhabilitación de Quim Torra hemos hablado con Domènec Merino, camarero, estudiante de Derecho y, desde hace relativamente poco, Secretario Político del PCTC.
¿Cómo debe entenderse o cuál es la lectura que puede extraerse de la inhabilitación de Torra?
La inhabilitación de Torra puede ser cualquier cosa menos una sorpresa. De hecho, no creo que haya sido una sorpresa ni para el propio Quim Torra, que en el momento de colgar la pancarta en el balcón de la Generalitat era, seguramente, muy consciente de lo que le iba a suceder. El gran titular ha sido la pena impuesta, que no era necesariamente previsible. Lo cierto es que a pesar de que los jueces del Supremo han intentado fundamentar jurídicamente y con mucho detalle la sentencia, nunca será posible quitarse la duda de hasta qué punto ha influido la cuestión política en esta. Al final la línea que separa al poder judicial y al político es muy fina y la separación de poderes es algo que no existe más que sobre el papel. En este punto es donde desde el PCTC estamos intentando hacer hincapié. Debemos decir que la inhabilitación de Torra es grave, sí, pero simplemente en el sentido de que ilustra esta falta de separación entre ambos poderes, hasta el punto de que la justicia puede permitirse el lujo de quitar o poner presidentes con esta facilidad. Pero también es grave, de hecho, incluso quizá mucho más grave, el hecho de que Quim Torra puso una pancarta en el balcón de la Generalitat en pleno período electoral, cuando él que es de formación abogado, muy seguramente sabía lo que le iba a suceder. Quizá incluso buscándolo. Esto es lo grave porque constituye la punta del iceberg de lo que ha sido el gobierno de la Generalitat en los últimos tres años. Es decir, un gobierno instalado en la performance política y que ha acabado siendo uno de los menos productivos legisladores de la historia catalana. Aunque no nos engañemos, porque que legisle más o menos tampoco supone una gran diferencia para la clase obrera. Al final, cuando legislan lo hacen en contra de esta. Lo que sí supone una diferencia, en un sentido negativo para la clase obrera, es que el gobierno de la Generalitat, y todos los demás partidos independentistas, van a utilizar la inhabilitación de Torra para intentar situar a los trabajadores en un juego en el que se pasa a, incluso, defender un presidente que tiene unos intereses de clase distintos.
De este modo ¿esto marcará las próximas elecciones en Cataluña?, pero ¿y en el ámbito nacional repercutirá y dirigirá la agenda a partir de ahora?
Claramente las elecciones, que en un principio serán en febrero, vendrán muy marcadas por la inhabilitación de Torra. Ya veremos qué posición desempeñará cada partido, porque lo cierto es que ahora mismo el independentismo está roto por dentro, resquebrajado y fragmentado en varios partidos de cierta relevancia nacional. Lo que sí es cierto es que como tendencia general se está viendo un retorno a posiciones autonomistas de buena parte del independentismo, de forma muy acusada y sobre todo en ERC, pero es una tendencia general. Al final esto solamente viene a confirmar aquellos análisis que hacía el PCTC en 2017, donde se afirmaba que el independentismo es objetivamente la aspiración de una parte de la pequeña y mediana burguesía catalana, pero que quienes realmente detentan el poder en Cataluña son los grandes burgueses, los empresarios, son los que entre bastidores controlan los hilos del poder político. Estos, y no cabe ninguna duda de esto, no están interesados en la independencia. Lo dejaron medianamente claro en el mismo 2017, antes del referéndum, cuando comenzó a haber una cascada de empresas que retiraban sus sedes sociales de Barcelona y las situaban en otros sitios de España. Eso fue un aviso para navegantes de los burgueses y que influye decisivamente en la declaración simbólica de Carles Puigdemont. Además, Foment del Treball ha hecho numerosas declaraciones al respecto. Han pasado tres años de eso y se están reajustando las posiciones dentro del independentismo. En cuanto al ámbito estatal no se puede predecir con exactitud, pero todo parece indicar que las relaciones, sobre todo, con ERC y el PSOE no van a quedar especialmente tocadas.
Pero ¿Y en cuanto al resto de partidos? Las derechas nacionales parece que vuelven a tener una excusa para establecer un discurso, y entrar a la palestra. De hecho, incluso se les ha visto discutir por redes para adjudicarse la inhabilitación de Torra, ¿Esto marcará la línea de los próximos meses? ¿Qué problemas pueden esconderse o pueden quedar ocultos?
La derecha sí que vuelve a tener una excusa para emitir su discurso, pero no sólo la derecha, también la izquierda en cierto sentido, si queremos expresarnos en términos liberales. Hay más de uno, dos y tres partidos de izquierdas en Cataluña, y en el resto de España, que hablan de cualquier cosa menos de los intereses de la clase trabajadora y de sus problemas reales. Está tendencia va a seguir y se va a agudizar en los próximos meses, porque problemas para hablar hay y los habrá muchos y eso a ellos no les interesa. Todos ellos tienen mucho más interés en hablar de otras cosas. Es mucho mejor agitar esta conflictividad nacional para aplacar la rabia e indignación de clase que potencialmente podría surgir este otoño, invierno y primavera a raíz de la brutal crisis económica que tenemos encima, que, aunque ahora todavía en algún aspecto pueda no parecerlo, es en verdad la mayor crisis económica que ha tenido este país en épocas de paz. Al final este es el resumen de la situación actual. Estamos ante una crisis absolutamente devastadora y cualquier elemento de distracción es bueno para intentar que los trabajadores no se organicen y reivindiquen sus intereses como clase independiente. Siendo así, desde el PCTC, para intentar contraponernos un poco a ese discurso que promueven los partidos del sistema, lo que hacemos es transmitir a los trabajadores ese mensaje de que lo que hace falta es algo de lo que se habla demasiado poco: la independencia de la clase obrera. Por esto debemos entender que nos referimos a que la clase obrera se organice en su propio partido y en sus propias estructuras de lucha con un programa y unas reivindicaciones de los intereses de otras clases. De este modo, decimos alto y claro que ya es hora de hablar de ésta como la independencia que realmente cuenta para nuestra clase.
¿Existe una solución pragmática para el conflicto catalán? ¿Tendrá calado alguna vía alejada de esa “agitación de esta conflictividad nacional”?
Para esto, en primer lugar, debe abordarse un estudio histórico de los orígenes de esta cuestión nacional que nosotros relacionamos con el peculiar desarrollo del capitalismo tardío y desigual en España, que lleva a la curiosa situación, común por otra parte en otros países capitalistas, de que surge y coexisten un proyecto nacional estatal y otros proyectos nacionales periféricos, que coinciden, en su mayoría, con las zonas de mayor desarrollo industrial. Hablamos por ejemplo de Bilbao o Barcelona. Esto lleva a que, en la actualidad, en este país haya trabajadores con diversos sentimientos de pertinencia nacionales. Dentro de Cataluña misma tenemos trabajadores que sienten que pertenecen a una nación, a otra o a las dos a la vez. Esto es algo muy peculiar que los partidos del sistema, los partidos burgueses, utilizan para enfrentar a los trabajadores entre sí. Aquí nos encontramos todo tipo de posiciones más o menos reaccionarias. Nosotros aquí lo que vemos es que en el capitalismo no hay soluciones para el problema, porque el mismo sistema capitalista, que tiende a la centralización, no va a permitir la autodeterminación de ninguna de sus partes ni de sus territorios. Eso es algo que hay que dejar claro. En Cataluña quien manda es la burguesía y la patronal ya ha dicho por activa y por pasiva que del derecho a la autodeterminación no quieren oír ni hablar. Esta es la verdadera posición del poder en Cataluña, y por lo tanto cualquier cosa que hagan los partidos independentistas los conduce al final a un callejón sin salida, porque son cosas que no son materializables. Por otro lado, nos encontramos, fundamentalmente, que los trabajadores tienen intereses de clase comunes y coincidentes y que todo esto está suponiendo un obstáculo para abordarlos. ¿Significa esto que hay que ignorar el problema nacional en Cataluña? No, significa que hay que atraer y organizar a los trabajadores en posiciones conjuntas, de mutuo respeto, algo que para nosotros pasa por la lucha contra el enemigo de clase. La verdadera solución al problema nacional en este país supone luchar juntos contra el poder de los empresarios para construir un país de los trabajadores donde se permita a los trabajadores ser dueños de su futuro y decidir cómo se quieren organizar. Una vez demostrado, por la fuerza de los hechos, que la clase dominante en la actualidad no quiere hacer otra cosa que instrumentalizar los sentimientos nacionales para marear la perdiz, esta es la única vía.
¿Cuáles son las dificultades que se han vivido en Cataluña para ofrecer y exponer estas vías alternativas en los últimos años?
Si por alternativas te refieres a aquellas posiciones que no ofrece el mismo sistema se trata de algo complejo. Piensa que desde pequeños nos educan a pensar dentro del sistema, nos enseñan a pensar como nuestro enemigo de clase. Y nos enseñan a pensar así de forma inconsciente, ya que nos parece el pensamiento natural. Aprendemos a identificar determinados valores e ideas como los naturales. Por lo tanto, plantear una alternativa a esto, plantear una alternativa a las peleas nacionalistas o una alternativa al debate entre diversas gestiones del mismo capitalismo es algo complejo, es largo y algo que requiere mucha paciencia, pero que se da y se está dando fundamentalmente en los centros de trabajo. En estos cada día vemos que hay un empresario que nos roba aquello que nosotros producimos e, incluso, de forma espontánea nos enfrentamos con él en muchas luchas inmediatas en las que nos enfrentamos a ellos por mejores condiciones, mejor salario y que van generando una especie de subjetividad y conciencia de que hay algo que no funciona. Si juntas este malestar y esta subjetividad con discusión política, con el planteamiento de ideas rupturistas y revolucionarias en estos centros de trabajo ahí se encuentra el caldo de cultivo de un proyecto verdaderamente alternativo.