Por Javier Cortines
Fue hace muchos años, no me acuerdo en qué programa de televisión, ni tampoco de los protagonistas (si alguien me refresca la memoria se lo agradeceré). Sólo tengo grabado en mi mente que la conductora de aquel espacio preguntó a un grupo de invitadas ¿Os parece erótico un hombre cocinando?
Las congregadas se miraron unas a otras, como intentando leerse la mente y, tras unos segundos de silencio, una de ellas habló, con tal gracia, genio, ironía y espontaneidad que hizo partirse de risa a las hembras de aquel cónclave, pues se notaba que, en líneas generales, todas estaban de acuerdo con su “morboso diagnóstico”.
La portavoz dijo -más o menos- “Bueno eso depende del hombre que se ciña el delantal. Si yo viera a Aute preparándome la cena en mi apartamento, lo más seguro es que me pondría a tope (húmeda), pero, si ´el chef` es ´alguien neutro` (ni fu ni fa) quizás lo observaría con indiferencia y su vaivén culinario “no despertaría mi hambre sexual”.
Aquella sentencia abrió la Caja de Pandora y dejó claro que hay hombres que sí, que te pueden poner cachonda, y otros que no, que por mucho que se empeñen en erotizarte echando a las ostras los afrodisíacos más potentes, lo único que consiguen es que busques refugio en el móvil, una excusa para irte a comer a casa de tu madre o a la del amante que te embruja, te eleva y te envuelve en llamas.
Cogiendo el hilo de esa cometa, entiendo perfectamente que haya muchas mujeres que no encuentren nada sexis cocinando -con taparrabos que deje al culo «al vento»- a presuntos chefs como Francisco Marhuenda o Federico Jiménez Losantos, pareja que, junto a Eduardo Inda, forman el grupo de Los Tres Mosqueteros (mosquitos peloteros).
A pesar de que ese trío esgrime jubiloso el tridente del “estulto aguijón”, desde el ángulo del ‘sex appeal’ no son iguales. Eduardo Inda se desmarca de Fede y Paco y, aventuro, que “para ciertos colectivos de hembras que hocican en la prensa rosa y gozan con el coito rápido”, puede llegar a ser una “bomba sexual”. Ese periodista, esa guindilla ladilla, que se vuelve loca hablando de Podemos y Venezuela, y tiene sonrisa de chacal, puede convertirse en un “oscuro objeto del deseo” moviendo sartenes, con un faldellín egipcio, y dejando que sus níveos glúteos tremolen cual flanes de leche y huevo.
Hablando del sexo y del atractivo masculino vayamos a otro programa de tv. Me refiero a uno que dio -quizás hace dos años- La Sexta (Atresmedia). El conductor del espacio Iñaki López entrevistaba a Julia Otero (quien en su día fue el amor platónico de Pablo Iglesias (1) y le preguntaba acerca del tipo de hombre que le gustaba.
La musa de Pablo pareció quitarse de encima veinte años, rejuveneció como si alguien le hubiera tocado la frente con una varita mágica y dijo: “A mí me gusta Brad Pitt. Especifico, al B. P. de la película de Troya. Ahí está irresistible. Supera en belleza al mismo Apolo”.
A Iñaki López le debió desanimar la respuesta de Julia Otero (después de estudiar que todos somos iguales) y, en vez de hacerse el sueco, él, un profesional como la copa de un pino, metió la pata hasta el fondo, y dijo a la vivaz adoratriz de Aquiles:
“Cualquiera vestido con el traje de un guerrero griego, tiene que parecer un semidiós”.
Julia Otero fue implacable y, mirando al pobre Iñaki que debería estar pensado en ese momento ¡Tierra trágame!, le disparó frontalmente: “¡No, Iñaki, no! No todo hombre que se vista así adquiere el aspecto de una divinidad! ¿Cómo crees que te quedaría a ti la armadura de Aquiles?
El maquillaje debió de ocultarlo, pero a Iñaki se le pondría la cara como un tomate. Tal vez se imaginó durante unos instantes con la minifalda de tiras de cuero, sudoroso y soportando una lluvia de flechas frente a las murallas de la inexpugnable Ilyon (Troya) y deseó traspasar las puertas giratorias que nos lleva a los universos paralelos.
Este escriba sale en defensa de Iñaki (su programa es de lo mejor que hay en televisión) y le dice “No te preocupes colega, quizás el traje del héroe de la Ilíada no te quede como a Brad Pitt”, pero te imaginas ¿Cómo le quedaría a Francisco Marhuenda y a Jimenez Losantos? Sin duda, ambos hubieran sido apedreados por las esforzadas troyanas, manteados por las amazonas o enjaulados por el astuto Odiseo, destructor de Troya.