El asno de Buridan es un burro que se encuentra ante dos montones de heno (otros dicen frente a un pilón de avena y un cubo de agua) y, aunque está hambriento y sediento, permanece indeciso. Tras razonar “una eternidad” moviendo la cabeza de un lado a otro, sin atreverse a dar el paso decisivo, acaba muriéndose de hambre y de sed. ¿Es Trump, ante el dilema del Covid-19, un alter ego del asno de Buridan? ¿Es capaz de tomar decisiones, no llevadas por la soberbia y la avaricia, el Onagro de la Casa Blanca?
Por Javier Cortines
Donald Trump lleva varias semanas indeciso y en su cabezón se libra una lucha feroz “entre dios y el diablo”. Por una parte, quiere combatir al coronavirus, que ya ha contagiado en EEUU a 150.000 personas y causado la muerte de unas 2.400 y, por la otra, desea con “todas sus fuerzas” salvar la economía “aunque haya que exterminar a una parte de la población”. Si no se lanza como un bólido en esa dirección es porque teme ser apedreado por el vulgo que, si se desmadra, ejecuta encabritado “los ejemplarizantes” castigos de la Biblia.
En este sentido Trump se parece al asno de Buridan[1]. Ese burro se encuentra ante dos montones de heno (otros dicen frente a una pila de avena y un cubo de agua) y, aunque está hambriento y sediento, permanece indeciso. Tras razonar “una eternidad” moviendo la cabeza de un lado para otro, sin atreverse a dar el paso decisivo, acaba muriéndose de hambre y de sed. ¿Es ese presidente, ante el dilema del Covid-19, un alter ego del jumento que hemos mencionado? ¿Es capaz de tomar decisiones, no llevadas por la soberbia y la avaricia, el Onagro de la Casa Blanca?
Si el emperador que pregona “America First” y que “los otros se jodan” sique vacilando entre “salvar al máximo número de compatriotas” (para lo que la superpotencia tiene medios de sobra) o dejar que los más desfavorecidos “sean sacrificados al dios del dinero”, veríamos un caso de esquizofrenia mayúscula que salpicaría a todo el planeta y, por qué no, el 666 de la Casa Blanca podría acabar embutido en una camisa de fuerza y encerrado en un psiquiátrico de máxima seguridad.
El epidemiólogo Anthony Fauci, director del Centro Nacional de Enfermedades de EEUU y consejero de Donald Trump, dijo el pasado domingo en una entrevista con la CNN que (si no se toman las medidas adecuadas) “el coronavirus podría contagiar a millones de personas en el país y provocar la muerte de entre 100.000 y 200.000 individuos”.
Fauci, de 79 años -la réplica estadounidense del español Fernando Simón- (espero que pronto se recupere) es un experto de gran prestigio internacional y ha sido premiado en varias ocasiones por sus investigaciones sobre el Sida y el Ébola.
Al poco tiempo de enterarse de las declaraciones del Dr Fauci, Donald Trump dijo en uno de sus tuits que si sólo nos movemos en una horquilla de entre 100.000 y 200.000 muertos eso significaría que “hemos hecho un trabajo muy bueno”. [2]
Al principio, cuando el coronavirus sobrepasó los quinientos casos en EEUU, Donald Trump se estrujó el cerebro y arguyó:
Sólo el año pasado 37.000 estadounidenses murieron de gripe. El promedio anual suele oscilar entre los 27.000 y los 70.000. Nadie cerró ningún lugar por eso y la economía siguió creciendo. En este momento sólo tenemos 546 casos confirmados de coronavirus y 22 muertos. ¡Pensad en (el quid de la cuestión de) lo que estoy diciendo! [3]
Dejando a un lado la paupérrima humanidad, ética, moral, “del hombre más poderoso de la tierra” hay varias cosas que sin duda nos golpearán a todos: una profunda depresión económica y una gran alteración del mapamundi en la que todas las incógnitas quedan abiertas.
Algunos dicen que EEUU saldrá reforzado de esta crisis, otros que no. La mayoría cree que continuará la guerra comercial y psicológica entre Washington y Pekín, lo que afectará, por efecto dominó, en todos los rincones de la aldea global.
La gente más noble, los mejores, auguran que vendrá un mundo más limpio y solidario. ¡Ojalá que así sea! ¡Que no se vuelva, tras un lapso de abrazos, al depredador instinto carroñero! A la máxima de Hobbes: “el hombre es un lobo para el hombre”[4] ¿Acaso nos hicimos más solidarios tras la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial que dejaron unos 60 millones[5] de muertos? ¿Acaso nos estamos haciendo más humanos con los refugiados que huyen de las guerras que mantienen en llamas gran parte del planeta?
[1] La aporía del asno tiene su origen en el teólogo francés Jean Buridan (1300-1358), quien defendía el libre albedrío y “el uso equilibrado de la razón”. Este escolástico fue satirizado por algunos intelectuales de su época “que redujeron al absurdo sus planteamientos filosóficos”.
[2] Fuentes: BBC y CNN.
[3] Traducción literal del inglés al español.
[4] Homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre) es una frase sacada de la obra Asinaria de Plauto (250-184 d.C), que fue popularizada por Hobbes en su Leviatán (1651).
[5] Algunos estudiosos hablan de hasta cien millones de muertos.