El término Estado laico se utiliza para denominar al país que funciona de manera independiente de cualquier organización o confesión religiosa o de toda religión y en el cual las autoridades políticas no se adhieren públicamente a ninguna religión determinada y en el cual las creencias religiosas no influyen sobre la política nacional.
Esta condición de Estado laico supone la nula injerencia de cualquier organización o confesión religiosa en el gobierno territorio, ya sea el poder legislativo, el ejecutivo o el judicial. El Estado laico es aquel que es neutral en materia de religión por lo que no ejerce apoyo ni oposición explícita o implícita a ninguna organización o confesión religiosa. Es importante señalar que no todos los Estados que se declaran laicos lo son en la práctica.
Un Estado laico trata a todos los ciudadanos por igual, tanto a los creyentes de cualquier religión como a los no creyentes. En tal sentido evita la discriminación por cuestiones religiosas pero tampoco favorece a alguna confesión determinada.
España, un país aconfesional
Sin embargo, este no es el caso de España, ya que nuestro país entraría en lo que se denomina Estado aconfesional. Según el artículo 16.3 de la Constitución Española afirma que «ninguna confesión tendrá carácter estatal», pero nuestro país puede mantener «relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones».
Desde el punto de vista de la Constitución, era normal que el Estado se esforzara por amoldarse a las “creencias religiosas de la sociedad” y mantuviera “las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica”. El punto de partida es la dictadura: el catolicismo era la confesión oficial del régimen franquista.
No podemos obviar la existencia de la religión católica en nuestro país, ya que, aunque no se quiera reconocer, forma parte de la vida de prácticamente todo ciudadano. La materia de religión que se imparte en las escuelas públicas es un ejemplo. Está también presente en actos institucionales, tanto de carácter civil como militar. En política, no son pocos los ministros que juran su cargo con la mano sobre la Biblia, con un crucifijo en la mesa, y no sobre la Constitución. De igual manera, la presencia de crucifijos y otros elementos sagrados en edificios públicos no contribuye a la creación de una España laica.
Queda un largo camino por recorrer para alejar la religión del Estado y convertirnos en una democracia moderna y laica.