Grecia se dispone a reabrir la próxima semana al turismo. Un paseo por el barrio de Plaka, un café a la sombra del majestuoso Acrópolis, un vino Retsina en Santorini o un baño en las playas de Mykonos. Todo lo que sea por reactivar lo antes posible la economía.
A su vez, los medios de comunicación se deshacen en elogios por la gestión de Grecia frente al COVID19, “ni test masivos como Alemania ni un despliegue tecnológico como el de Corea del Sur o Israel. Disciplina, resiliencia, rapidez y la conciencia de sus propias limitaciones sanitarias”, subtitula El confidencial.
Pero como bien apunta Hibai Arbide en su cuenta de Tuiter: “Si estás pensando en venir ten en cuenta el pequeño detalle de que 10 años de recortes han dejado el sistema sanitario en los huesos. Hemos esquivado la pandemia, pero no han solucionado la sanidad”.
No vamos a hacer una cronología del escalabro económico de Grecia desde 2008, pero si resulta fundamental apuntar sobre el esquilmamiento de la sanidad griega para advertir a egocéntricos ensimismados lo que implicaría un rebrote mayor en el país heleno causado por un excesivo turismo.
En 2014, seis años después del inicio de la crisis se hacía público el informe Panorama de la Salud, en este se destacaba España como un país en claro retroceso en materia sanitaria (un -1’9% anual entre 2009 y 2012), por encima encontrábamos a países como Chipre (-2’5%), Portugal (-3’3%), Croacia (-3’6%), Irlanda (-3’7%), Luxemburgo (-5’1%), pero en primer lugar con la friolera cifra de un -9% de descenso anual encontrábamos a Grecia, que parecía querer desmantelar totalmente el sistema de salud.
Una de las consecuencias latentes de tal despropósito fue que para ese 2014, unas 3 millones de personas, prácticamente 1 de cada tres griegos, ya no tenían acceso a la sanidad publica. Estos datos fueron recogidos también por el Sistema Nacional de Salud y esto se debía a que “la cobertura sanitaria se perdía al pasar más de un año en paro o al no pagar contribuciones”.
Nikitas Kanakis, director de Médicos del Mundo, aseguraba a la periodista Clara Palma, de forma escéptica ante augurios de un futuro mejor, que “el sistema para acceder a la atención médica es muy complejo para los no asegurados. Tienen que ser evaluados por un comité, y en caso de emergencia no es viable. También existen bonos que ofrece el Ministerio a los desempleados para que puedan acceder a ciertos tratamientos. Sin embargo, el programa cubría solo a 200.000 personas, una gota en el mar. Además, los beneficiarios de estas ayudas deben estar al día en sus pagos a hacienda y a la seguridad social, algo prácticamente imposible para los desempleados griegos”. Ante esta tesitura los ciudadanos helenos se veían abocados, cada vez más, a recurrir a clínicas sociales, atendidas por voluntarios.
En los hospitales y centros médicos públicos la situación tampoco era alentadora, esperas interminables, camas en los pasillos. Sobre esto, en la mayoría de países del sur de Europa, podríamos relatar situaciones similares, pero en Grecia llegó a afectar a un cuarto de los ingresados.
El personal sanitario, por su parte, “se enfrentan a la falta de personal sanitario, a una organización administrativa ineficaz, a la carencia de equipamiento y a unos sueldos demasiado bajos,” lamentaba Yorgos Patulis, el presidente de la Asociación de Médicos de Atenas.
Dentro de este contexto resurgieron enfermedades contagiosas, se dispararon por diez, por ejemplo, los casos de VIH, se doblaron los casos de tuberculosis y crecieron de forma rotunda las muertes por cáncer. El aumento de la mortalidad fue tangible y reflejado en distintos informes.
Theodoros Megaloikonomu, el director del Hospital Psiquiátrico del Ática, también hablaba de los “problemas invisibles”, las repercusiones psicosociales y psiquiátricas de la crisis. De este modo los casos de depresión crecieron en un 250% entre 2008 y 2011.
Los posteriores recortes y ajustes presupuestarios, obviamente, no trajeron buenas nuevas al sistema sanitario Griego. A pesar de que una de las primeras medidas tomadas por el expresidente Alexis Tsipras fue permitir la sanidad pública a 2’5 millones de personas, que como se ha remarcado posteriormente, perdieron paulatinamente en derecho a protección social por estar en paro, aún mucha gente debía acudir a los centros de voluntariado para recibir asistencia primaria.
El resultado de la entrada de más pacientes en el sistema público de salud, aunque justo, sin la posibilidad de un cuantioso aumento del presupuesto sanitario, fue catastrófico para los hospitales. “El corsé de los memorandos de rescate europeos – explicaba la agencia EFE – obligó a Grecia a seguir reducir drásticamente el gasto en Sanidad” también los años posteriores a 2014. “Una de las consecuencias de haber tenido que absorber repentinamente a millones de pacientes son esperas de hasta un año”.
Otro de los problemas que sigue existiendo es, por la falta de recursos, el problema para hacer frente a los gastos farmacéuticos. Esto llevó a que clínicas de voluntariado como Ellinikó, a las afueras de la capital, se convirtieran “principalmente en distribuidoras de fármacos hasta el punto – como señalaba Papaguika a la agencia de noticias – de que alguna vez han tenido que abastecer a hospitales públicos”.
“Los problemas no pueden solucionarse con caridad o solidaridad. El sistema de salud es una causa muy cara que necesita mucho dinero y que todos luchemos por ella. No es una causa de los griegos, sino de toda Europa, porque lo que ocurre aquí es el futuro de España, de Francia, de Italia…”, resumía Papaguika.
Haciendo hincapié en que todo esto sigue suponiendo una realidad tangible para la sanidad del país heleno, quizá fuera bueno no dejarnos llevar por medios de desinformación propagandísticos, el ensimismamiento individualista y egocéntrico en este caso puede implicar la muerte de gente.
Reafirmando lo expresado por Hibai Arbide el COVID19 se ha esquivado, la sanidad no se ha recuperado y una recaída puede suponer el filo de un abismal precipicio. Y aún todo lo mencionado nada más se roza, superficialmente, lo que ocurre. El hablar del tema de los refugiados daría para un extenso monográfico, en cuanto a salud se refiere.