Un hombre es absuelto de la violación a cinco mujeres. Este hombre es absuelto de colgar a mujeres en ganchos y golpearlas como si fueran meros trozos de carne; de golpearlas en la cara, quemarles los pezones y de arrancarles las uñas. Ha sido absuelto de colgar a hombres y golpearles, a algunos hasta la muerte, torturarles, golpear sus caras hasta desfigurarlas y colocar unas pinzas con electricidad en sus testículos. Este mismo hombre ha sido absuelto de participar en pelotones que fusilaban a gente por defender su libertad, su ideología o sus creencias. Este hombre no ha sido absuelto por un tribunal sino por una mentira llamada Transición modélica.
Esta supuesta Transición modélica empezó tras la muerte del genocida Francisco Franco, el 20 de noviembre del 75, quien le pasaba el poder el 22 de noviembre al actual rey emérito de España, Juan Carlos I.
Este paso a la democracia, a tener una Constitución en España, conllevó hechos muy tristes y enfrentamientos entre extremistas. Uno de ellos fue el atentado de Atocha: el 24 de enero del 77 un grupo de ultras franquistas entraron a un despacho de abogados laboralistas en Atocha y acabaron con la vida de 5 de los 8 abogados que había allí en aquel momento.
Otros hechos muy importantes fueron que se legalizó el Partido Comunista Español y que muchos partidos políticos, opositores o gente a quien se consideraba que no cabía en España durante el franquismo fueron saliendo de la clandestinidad.
El 15 de junio del 77, dos años tras la muerte del dictador, se llevaron a cabo las primeras elecciones libres desde las últimas, que fueron en el 36, antes de que el genocida diera el golpe de Estado. El partido que ganó las elecciones de 77 fue el de Adolfo Suárez, UCD, con un 34% de los votos.
Otro hecho clave de este momento se produjo en el 78: se constituyó la Constitución Española. Se reunió a los partidos democráticos para ver qué medidas se tomaban para crearla. El día 6 de diciembre del 78 se produjo un referéndum para que el pueblo español aprobara esta constitución, que se aprobó con el 88% de los españoles a su favor. A partir de este momento España comenzó su camino a la democracia.
Enumeramos los hitos pero hay también aspectos que se pasaron por alto, como que a las víctimas de la represión franquista no se les reconoció su derecho a duelo; no se les reconoció como víctimas a los familiares ni a la persona fallecida; no se reconocieron sus asesinatos, no se reconocieron sus torturas y todos los criminales, violadores, asesinos y torturadores siguieron campando ancha y libremente por España.
Las víctimas de la represión franquista fueron olvidadas y se intentó que fueran silenciadas. No se les dio la oportunidad de contar su versión de la historia, de ser reparadas, de que se anulasen los juicios falseados que condenaron a sus familiares, de que les dieran el reconocimiento que merecen las víctimas directas ni de ser ayudados sus descendientes a encontrar a sus familias. No fue, por tanto, una Transición modélica sino que fue la de los grandes olvidados, las víctimas del franquismo.
Por esto, este hombre capaz de violar, de torturar y de asesinar fue absuelto, valga la redundancia, no por un tribunal sino por una mentira llamada Transición modélica. Este señor camina por una calle empedrada, se va subiendo la bragueta, entra en un bar y le dice al camarero “Ponte una copa. Hoy cargada, que el trabajo hoy ha sido duro”. Se mira el puño de la camisa blanca salpicado de gotas de sangre. La pernera también la tiene manchada de sangre. Piensa y se dice a sí mismo “Cómo gritan estas putas rojas… Cada vez peor, mordiscos y arañazos. Y eso que esta vez me la follé yo, no fue entre todos. No fue ni agradecida de que yo la cuidara para mí. Puta roja…”. Bebe un trago, recordando cómo violaron entre seis a esa niña de 15 años que simplemente fue a llevar agua, comida y cigarrillos a su padre, detenido por ser de la CNT; porque para un franquista el ser de la CNT era el mayor sacrilegio y merecía la muerte, ser asesinado. Y su hija, solo por llevar comida a su padre, podía ser violada como lo fue entre seis guardias civiles. Eso es horrible y no se ha reparado.
Este hombre bebe un trago recordando la violación, el asesinato. Está ahí, en la barra del bar, sin pagar la copa y con todos a su alrededor acobardados: saben que dicen cualquier palabra que a él no le gusta y acaban en un paredón de fusilamiento, o bien acaba su familia ultrajada, su mujer violada o ellos sin sus bienes. Se mira el puño de sangre, el pecho salpicado de sangre y piensa en su mujer, que le tocará frotar el puño y la camisa para que se vaya esa sangre sucia, esa sangre de rojo; porque “joder, no se mueren esos rojos tras los tiros. Me tocó acercarme a pegar unos tiros de gracia. Cómo cuesta matar a esos rojos, son difíciles de matar”.
Este hombre puede violar, torturar o matar despreocupadamente porque saldrá libre, jamás será juzgado ante un tribunal, se le concederá una amnistía en el 77 sin haber sido juzgado. Se hará callar a las personas torturadas. Se hará callar a las violadas. Se intentará llegar a sus descendientes para que callen también. Llamaremos a esta estrategia Transición y diremos que fue modélica.
Una Transición es modélica si se juzga a los asesinos, violadores, torturadores y se imparte justicia. No es justo que a una mujer se le rape el pelo, se le ponga un lazo rojo en la cabeza, se le dé a ingerir aceite de ricino y le hagan hacer un paseíllo mientras se caga y me mea, al mismo tiempo que sus vecinos la miran —a muchos de los cuales les tocaba observar de forma obligada—, simplemente por su hijo es rojo; porque su marido es rojo; porque es maestra y la depuran porque no les gusta cómo imparte sus clases. No es justo que una mujer fuera violada por varios guardias civiles simplemente por defender a su familia y a su pueblo.
Hay cientos de hijos e hijas esperando justicia desde hace años, desde esa supuesta Transición modélica; buscando en fosas y cunetas, abriendo fosas con todo el sudor que supone, pues aún hoy en día hay gente que interpone impedimentos a que estos familiares recuperen a sus seres queridos, porque en una de esas fosas o cunetas se tiró a su padre o a su madre tras ser fusilados por buscar un país libre, alejado de la mano del dictador genocida Francisco Franco y todos sus secuaces.
Dos de esos familiares eran María Martín y su hija Marián. A María la circunstancia de estar enferma le dificultaba pero no le impedía ir a la cuneta donde enterraron a su madre después de fusilarla, cuneta por encima de la que ahora pasa una carretera nacional, para dejar flores a su madre. Su madre fue asesinada simplemente porque no encontraban a su padre, como represalia. También lo es Pilar Alcorisa, que casi pierde su casa de toda la vida por luchar por la exhumación de su padre, asesinado porque buscaban a su hijo, al hermano de Pilar, también como venganza. O Pepica Celda, que encarcelaron a su madre, fusilaron a su padre y la abocaron a la pobreza. Su dolor más grande es que nunca fue a la escuela ni conoció lo que era un hogar de verdad. Esas familias y miles más necesitan justicia, merecen la justicia que no se les ha concedido.
La impunidad pasea por las calles españolas de la mano de los crímenes franquistas. A los criminales que perpetraron alguno o varios de estos crímenes se les dejó en libertad; pero cometieron un error: pueden intentar apagar una hoguera pero miles de chispas vuelan libres e incendian. Eso hacemos, un incendio: no acallar más. No acallar las historias de personas asesinadas por defender la libertad y su ideología; contar lo que ocurrió en artículos, documentales, programas en que nos cedan un espacio; narrar sus vidas, explicar quiénes fueron. Queremos que se sepa esa parte de la historia y que se conozca nuestra lucha, la lucha de todos los descendientes. Queremos contarlo y dejar claro que en España hubo una represión por parte de Franco el genocida dada ya por terminada la Guerra Civil, la represión franquista; que en supuesto estado de paz se siguió asesinando, se siguió depurando a maestras y maestros; que se siguió quitando a mujeres el fruto de sus vientres, robándoles a sus hijos; que muchas mujeres siguieron siendo violadas y muchos hombres, torturadas; que no se olvide nunca.
Que no se olvide. Las chispas incendiarias vamos a seguir contándolo porque en tiempo de paz aquí, en España, se siguió asesinando. El franquismo querían ver arder los ideales de sus detractores antifascistas y engendró la llama dormida. No pudieron apagar esas chispas, no nos pueden apagar porque los descendientes luchan, lucharon y lucharán. Luchamos y lucharemos por la justicia.
No olvidemos las cifras: más de 150.000 personas desaparecidas, más de 300.000 entraron en las diversas prisiones y campos de trabajo. Muchas mujeres como Dolores recordaban cómo en la cárcel se tenían que comer las hierbas que brotaban entre las rocas, las hormigas o las cucarachas para no morirse de hambre.
La gente que dice sin miramientos ni reflexión previa que todo esto es pasado debería pensar si les violan a una hija, a sus mujeres o acaban con la vida de su hijo o de su padre de un tiro en la cabeza o de varios por sus cuerpos si pueden olvidar. No se puede olvidar esto tapándolo. Cuando te infieren una herida profunda no le pones una tirita y esperas a que se cure: lo que debes hacer es curarla y cuidarla. El primer proceso, el de poner la tirita, se llama Transición modélica; que no funcionó porque dejó libres a muchas personas torturadoras y asesinas. El segundo proceso es el de la justicia y la reparación.
Aquí no se busca venganza, se busca reparación. ¿Cómo se va a olvidar esto si dedican una calle a tu violador, a tu torturador, al asesino de tu padre o de tu madre y tienes que pasar por ella? No solo mataron y violaron, además se quisieron recochinear. Vemos cómo en España algunas personas hacen homenajes por nuestras calles a la División Azul, somos el único país de Europa que permite dichas atrocidades. Es una vergüenza que dejemos ondear las banderas anticonstitucionales por nuestras calles. Actualmente hay un aumento de delitos de odio, de fake news para intentar llevar a cabo un revisionismo de la historia —es decir, intentar reescribir la historia—.
El odio crece, los delitos de odio crecen, la defensa a los genocidas crece. Esto ocurre porque las raíces no se arrancaron de cuajo y estamos dejando brotar de nuevo al hierbajo. Es un gravísimo error no ser más contundentes; pero no nosotros sino la Justicia, que parece que broma a veces. No es normal tener calles dedicadas a genocidas, a violadores, a torturadores, a asesinos, monumentos o vestigios en su nombre. No se puede ocultar, aunque lo pretendan, que aquí, en España, hubo campos de concentración y hubo campos de trabajo. Esos pantanos asociados al milagro del franquismo, una mentira repetida miles de veces pero no por ello más verdad, los construyeron esclavos del franquismo.
Hubo una vez que en España se consideraba que sobraba mucha gente y la quisieron liquidar. No podemos hablar de dos bandos iguales, no podemos poner en la misma línea a opresores y a oprimidos. Nunca es igual luchar por un todo que que sobren la mayoría de ese todo.
Jamás será igual defender la libertad que luchar contra la libertad.