Eva Solla
Coordinadora nacional de Esquerda Unida e vicepresidenta do Parlamento de Galicia
María tiene un sueldo algo superior al Salario Mínimo Interprofesional por su trabajo como oficial en una empresa del sector textil. Luís, su pareja, también trabaja como oficial y pertenece al sector del metal. Su salario es 1,5 veces el salario de María. Cuando nacieron sus hijos, María tuvo que reducir su jornada laboral para poder compatibilizarla con las tareas de cuidado. Obviamente, no podían reducir el salario de Luís, superior en cuantía, porque de este dependía el pago de la hipoteca de su casa y la alimentación de sus hijos.
La brecha salarial entre mujeres y hombres alcanza ya un 29 % en el conjunto de España. Y como podemos ver en este ejemplo, no se trata sólo de un problema a nivel económico. Es un problema grave de desigualdad, de violencia silenciosa que impacta directamente en los derechos de las mujeres, que lastra su libertad e impide la igualdad de oportunidades.
Pero, ¿Por qué existe esta brecha?
Los hombres cobran una media de 25.924 euros anuales en España, mientras que las mujeres perciben una cantidad de 20.131 euros. La diferencia es de 5.763 euros, por tanto, la brecha no es del 22 % menos de salario de las mujeres en relación al de los hombres, si no del 29 % que habría de incrementar el salario medio de una mujer para equipararse con el de un hombre.
Aclarado este concepto, hablemos del origen de la brecha.
En primer lugar las mujeres ocupamos en el conjunto del Estado el 73 % del trabajo a tiempo parcial. Esto no ocurre generalmente de forma deseada, si no debido a que muchas mujeres no encuentran otra oferta de empleo o a que, como María, se ven obligadas a reducir su jornada para compatibilizarla con las tareas de cuidados, en muchos casos porque su salario – en el caso de una pareja heterosexual- es inferior al del hombre.
Por otra parte, las actividades en la mayoría de sectores feminizados tienen inferior remuneración a las actividades en los sectores masculinizados para las mismas categorías profesionales.
María tiene un salario algo superior al SMI como oficial. Luís, que también es oficial en su fábrica, cobra 1,5 veces el salario de María. La retribución en el convenio de las empresas textiles para este puesto se sitúa en los 13.588 euros anuales, mientras que en los diversos convenios del metal se mantiene en los 20.741 euros anuales.
En el sector servicios, el trabajo de limpieza, muy feminizado, se remunera con un importe bruto de 14.591 euros anuales. En la seguridad, un sector estructuralmente de hombres, los sueldos para la categoría mas básica son de 17.177 euros anuales.
Esta situación evidencia una clara desvalorización del trabajo femenino dentro de la sociedad patriarcal en la que vivimos. Persistiendo de forma inconsciente la idea de que el salario de la mujer “no es el salario principal” de una familia, si no algo “complementario”.
En último lugar, esa precariedad en modo de jornadas parciales o temporales unidas a la inferior consideración del trabajo femenino redunda en muchas menos oportunidades de mejoras laborales. Es decir, la precariedad engorda el techo de cristal, que a su vez, sigue aumentando la diferencia entre los salarios de mujeres y hombres.
Para acabar, imaginemos que María no vive con ningún Luís, si no con su mujer, Sonia, que tiene un salario similar al suyo. O pensemos que María es madre soltera. O imaginemos también que cuida de sus padres enfermos. No hace falta desarrollar mucho más la idea para reconocer parte de la génesis de la feminización de la pobreza.
Y no hace falta imaginarlo porque hay cientos de miles, millones de Marías en nuestro país en todas esas situaciones. Marías que son nuestras hermanas, madres o amigas. Marías por las que salir a las calles el 8 de Marzo. Marías por las que secundar la huelga feminista.
Marías por las que defender la necesidad de permisos de maternidad y paternidad iguales, obligatorios e intransferibles. Por las que luchar para la subida del SMI, por las que defender la necesidad de aumentar la inspección laboral y pelear convenios que dignifiquen el trabajo de las mujeres. Por las que luchar en contra de la legislación que favorece la temporalidad y parcialidad.
Pero, sobre todo, Marías por las que entender que el feminismo que sirve para atacar la raíz estos problemas va de la mano de la lucha contra la precariedad y las desigualdades de clase y por ello, nunca podrá ser liberal.
Como en la vieja canción de Antonio Tarragó y Mercedes Sosa, a la huelga del 8 de Marzo… María va.