Setenta y cinco años después de terminar la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia Protestante de Países Bajos ha reconocido públicamente que no hizo lo suficiente por ayudar a los judíos perseguidos por los nazis. Tampoco después, cuando los judíos supervivientes de los campos de concentración nazi regresaron a sus hogares y les faltó apoyo social para superar la tragedia y admitió que su actitud contribuyó al holocausto nazi.
El pasado 8 de noviembre, durante la conmemoración de la Noche de los Cristales Rotos, el reverendo René de Reuver declaró que la congregación cristiana “ayudó a preparar el caldo de cultivo en el que pudieron crecer las semillas del antisemitismo y del odio“.
“Durante siglos, la Iglesia protestante del país ayudó a mantener ‘la brecha’ que aislaba a los judíos de la sociedad y que luego permitió que fueran deportados y masacrados”, añadió.
La Iglesia Protestante y las disculpas
A principios de año el primer ministro Mark Rutte pidió disculpas en nombre del Gobierno por haberle fallado a la comunidad judía ante la persecución durante la ocupación nazi y, según apuntan medios locales, la Iglesia también se vio obligada a hacerlo.
“Ante el alza actual del antisemitismo, es una forma de compromiso hacia la comunidad judía. En la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de las Iglesias de los países ocupados se centraron en su propia supervivencia, y aunque su comportamiento abarca desde la colaboración a la resistencia activa a escala local, la percepción de la rama neerlandesa es que pudo haber hecho más porque su protesta contra los nazis no fue unánime”, señaló Bart Wallet, historiador especializado en Estudios Hebreos y Judíos.
“Hubo judíos que se habían convertido al cristianismo décadas antes de la guerra, y otros que lo hicieron entonces; y había también pastores protestantes de origen judío, pero llegó un momento en que fueron tomados como rehenes morales por parte de los nazis para evitar el rechazo eclesial. Es decir, si la curia no se doblegaba, acabarían con estos conversos. El arzobispo católico no cedió, y sus feligreses fueron deportados. La jerarquía protestante no se quejó tanto, aunque sí lo hicieron muchos de sus religiosos sobre el terreno, y es una de las razones que explican el reconocimiento actual”, añadió.
Durante la Segunda Guerra Mundial las tres cuartas partes de la población judía holandesa fue asesinada. La mayoría de ellos fueron deportados a los campos de concentración y de exterminio de Auschwitz y Sobibor, donde los asesinaron.
Amor y odio entre el nazismo y cristianismo
El estudio de la relación entre nazismo y cristianismo ha sido muy controvertido. En concreto, en el cristianismo, aunque Hitler y los líderes nazis hicieron uso de simbología cristiana y pagana en su propaganda ante el pueblo alemán, existen versiones contradictorias sobre las creencias religiosas de Adolf Hitler y sus vínculos con la Iglesia.
Lo que sí es cierto es que alrededor de un tercio de los alemanes eran católicos en la década de 1930, generalmente en el sur de Alemania; los protestantes dominaban el norte. Aunque la iglesia católica alemana se había opuesto al Partido Nazi, el Partido del Centro, de tendencia católica, capituló en 1933.
La llegada al poder político por parte del partido nazi en Alemania no fue fácil, Hitler tuvo que buscar un acercamiento a la jerarquía católica y prometió a la Iglesia católica que tendría una especial posición de privilegio en el Nuevo Reich si el Vaticano usaba su influencia para asegurarle el voto del Partido del Centro (el partido católico).
Además hizo un trato con el Vaticano en el que pedía a la Iglesia que no interfiriera ni protestara contra la persecución que ya tenían en marcha los nazis contra los comunistas, los socialistas y los judíos, e incluso contra miembros díscolos de la propia Iglesia.