La ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno Isabel Rodríguez, respondía así al presidente Andaluz del PP tras anunciar la supresión del impuesto de patrimonio, como en Madrid:
“Lo que hace el PP en Andalucía es eliminar impuestos a los privilegiados cuando con ellos lo que están eliminando son recursos que van dirigidos a estas políticas públicas. No deja de ser paradójico que los mismos días en los que algunos anuncian a bombo y platillo la reducción de más de 100 millones del presupuesto público, nosotros hagamos un esfuerzo para con las comunidades autónomas, para destinar esos recursos a la sanidad pública”
La fuerza impulsora detrás de las innovaciones tributarias históricamente fue el constante retraso del estado en el desarrollo de la economía y la constante necesidad de ponerse al día y adaptarse a las nuevas condiciones.
Los Estados en todo momento buscaron estar en el centro de la actividad económica, pero ésta nunca se detuvo, su centro tomó nuevas formas. Si al comienzo mismo de la historia en estudio los principales valores económicos fueran la tierra y el trabajo para su cultivo (respectivamente, un impuesto sobre las personas, otro impuesto sobre la tierra…), entonces el estado moderno habría quebrado si no hubiera cambiado el tipo de sus impuestos.
La pregunta para el gobierno fiscal es qué gravar (base imponible), cuánto cobrar (tasa impositiva), cómo calcularlo (oficina de impuestos) y cómo minimizar el impacto negativo de los impuestos sobre la actividad económica (política fiscal).
Al referirse a la historia de los impuestos, destacan una tendencia general – las prioridades de la política tributaria estatal justificadas por el desarrollo económico y las grandes innovaciones, y también destacan las curiosidades tributarias.
Los primeros impuestos fueron sobre valores básicos: tierra, ganado, trabajadores. Otra fuente de ingresos fiscales, el impuesto sobre los vencidos, es más probable que se clasifique como “empresa estatal”, si la conquista se considera un proyecto con sus propios costos (tropas) e ingresos (impuesto único sobre los vencidos y constantes tributos o impuestos).
Todos estos impuestos eran directos, es decir, gravaban directamente a las personas que percibían ingresos, realizaban transacciones y poseían bienes. Estos impuestos fueron recaudados respectivamente por las autoridades seculares y espirituales de forma independiente.
En el antiguo Egipto, el principal ingreso era el pago por el uso de la tierra propiedad del jefe de estado. En la antigua Grecia, el impuesto sobre la renta era el principal, pero los ciudadanos libres de las ciudades no lo pagaban.
En cambio, los ciudadanos hacían donaciones voluntarias, y solo en emergencias (guerra) se recaudaba un porcentaje fijo de los ingresos de ellos. Prácticamente no había impuestos en la Antigua Roma. Mientras Roma siguió siendo una ciudad-estado, los gastos públicos se cubrían mediante el arrendamiento de tierras públicas.
El aparato estatal se sustentaba a sí mismo. Los magistrados electos, no sólo ejercían su cargo gratuitamente, sino que aportaban con sus propios fondos a las necesidades públicas de manera voluntaria, por considerarlo honroso.
Un invento interesante de Europa fue el “impuesto a la vivienda“. Estamos hablando de un impuesto sobre la propiedad inmobiliaria, introducido en Inglaterra, un impuesto calculado sobre el número de hogares, luego recaudado sobre el número de ventanas. También en Europa, este impuesto se calculaba en función del largo de la fachada, etc. Todo esto dejó una fuerte huella en la arquitectura de Europa.
Los 3 principios básicos que rigen la imposición de impuestos.
Principio de Certeza: El impuesto que cada individuo está obligado a pagar debe ser determinado con precisión y no de manera arbitraria. El plazo, el método y el monto del pago: todo esto debe ser claro y definitivo para el pagador. La incertidumbre de los impuestos desarrolla el descaro y contribuye a la corrupción de esa categoría de personas que ya son impopulares aunque no se distingan por ello.
Principio de Conveniencia: Todo impuesto debe ser exigido en el momento o en la forma en que sea más conveniente para el contribuyente pagarlo.
El principio de economía: Todo impuesto debe ser concebido y diseñado de tal manera que tome y retenga de los bolsillos de las personas lo menos posible además de lo que aporta al tesoro público. Al obligar a la gente a pagar, puede reducir e incluso destruir los fondos que les permitirían hacer estos pagos con mayor facilidad. Un impuesto irrazonable crea una gran tentación para el contrabando.
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