Este sábado, el magistrado Joaquim Bosch se ha pronunciado sobre la “excepcionalidad” en la que se encuentran el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Constitucional en su columna de opinión en Eldiario.es, titulada Estado de excepción judicial.
El juez ha señalado que “el principal partido de la oposición es el artífice del bloqueo del CGPJ y ha esgrimido un reguero desordenado de pretextos para prolongar una trama a medio camino entre el surrealismo y el teatro del absurdo”.
“Las excusas más asombrosas para justificar el bloqueo se refieren al descontento sobre medidas de todo tipo que promueve el Gobierno. La última alude a la reforma de la sedición”.

Según el magistrado, “las mismas argucias en el bloqueo del CGPJ se están repitiendo para obstaculizar la renovación del alto tribunal, con el propósito similar de ejercer una influencia potencial sobre sus actuaciones. En ese contexto de grave anormalidad institucional, resulta comprensible que desde el Gobierno se impulsen medidas de desbloqueo, lo cual no implica compartir necesariamente las formas o el fondo de esas iniciativas”
“El alto tribunal tiene asignadas funciones de control de la constitucionalidad de las leyes una vez sean promulgadas, pero no puede impedir que estas se aprueben”, explica.
Y advierte que “eso supondría una extralimitación muy peligrosa de sus competencias que generaría un enorme daño al sistema democrático”.
Para finalizar, Joaquim Bosch recuerda que “los organismos europeos nos insisten reiteradamente, al borde de la desesperación con España, en que ahí no deberían figurar comisarios de las fuerzas políticas, porque eso resulta incompatible con dicha misión de control”.
“Si tenemos un CGPJ y un Tribunal Constitucional que se cubren con cuotas de partido, no debemos sorprendernos si después pueden actuar potencialmente como órganos de partido”.
Como periodista veterano, amante del cuidado de las formas, me asombra que un artículo de este tipo lleve firma -de la jefe de redacción nada menos- y que se anuncie con un pomposo “Autor: Luna Izquierdo”. Limitarse a transcribir partes de un artículo de opinión aparecido en otro medio, sin añadir absolutamente nada de interés al mismo, forma a veces parte del trabajo de un periodista. Pero eso, tradicionalmente, jamás se firmaba. Era habitual la firma de “Redacción” o el nombre del medio propio. Pero sólo llevaban firma “de autor” los artículos en los que el redactor había conseguido la información por su cuenta y en fuentes no públicas. Claro que, entonces, en la Facultad de Ciencias de la Información, existía una asignatura llamada Redacción Periodística, que se impartía a lo largo de dos cursos, pese a ser de puro sentido común.