La historia ha demostrado que el dolor y la injusticia ignorados terminan pasando factura en las urnas. La administración Harris-Biden está a un paso de conocer el precio de su indiferencia.

En las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos, el voto demócrata se enfrenta a una fractura interna profunda: la cuestión palestina. Kamala Harris, que hasta hace poco contaba con el apoyo ferviente de jóvenes progresistas, ahora ve su candidatura amenazada por su alineación incondicional con Israel. La indiferencia de la administración Harris-Biden ante el genocidio en Gaza ha alejado a una parte de su base electoral, un grupo que fue crucial para la victoria demócrata en 2020 y que ahora se siente traicionado. La frustración es palpable en voces como la de Waleed Shahid, ex portavoz de Justice Democrats y figura destacada de la izquierda demócrata, quien considera que la administración ha preferido sacrificar valores morales y políticos antes que perder los apoyos de los lobbies proisraelíes.

Shahid reflexiona sobre el cambio drástico que se ha gestado en la relación entre los votantes demócratas y su partido: “Más de un año de presión por parte de la comunidad progresista y de demócratas musulmanes no ha bastado para modificar la política armamentística hacia Israel. Ni Harris ni Biden han movido un dedo.” Los sectores más jóvenes y críticos de la coalición demócrata han visto con desilusión cómo el gobierno evade cualquier debate en torno al embargo de armas a Israel, manteniéndose al margen de un problema humanitario que, para estos votantes, representa una prueba de fuego para el liderazgo progresista.

Mientras, Harris se prepara para su acto final de campaña en Washington, en la explanada del National Mall, un lugar emblemático donde convergen la Casa Blanca y el Monumento a Washington, símbolos de la política estadounidense. Allí, activistas pro-palestinos organizarán una protesta en contra de la política exterior del Partido Demócrata. En sus convocatorias, el mensaje es claro: “El Partido Demócrata puede imponer un embargo de armas y detener el genocidio en Gaza. Pero se niega a hacerlo”. Para quienes se oponen al asedio de Gaza, el apoyo del gobierno demócrata a Israel es una muestra de complicidad inaceptable.

EL PARALISIS DEL VOTO ANTE EL MONOPOLIO BIPARTIDISTA

La situación electoral ha hecho emerger una crisis ética y política en la elección del voto. La reticencia de muchos progresistas a apoyar a Harris tiene su reflejo en figuras como el alcalde de Dearborn, la primera ciudad estadounidense de mayoría árabe, quien ha decidido no respaldarla. Esta decisión simboliza la ruptura de un pacto que los demócratas establecieron en 2020, prometiendo un cambio real y un compromiso con los derechos humanos. La traición percibida es tan grande que Donald Trump, en su campaña, intenta captar el apoyo de votantes musulmanes y árabes, criticando a Harris por su alianza con figuras políticas como Dick Cheney, símbolo de la militarización y del antimusulmanismo en Estados Unidos.

Esta fractura trae consigo el resurgir de movimientos y candidaturas independientes, como Jill Stein, del Partido Verde, y Cornel West, quienes exigen un embargo de armas a Israel y denuncian el apoyo incondicional de Estados Unidos a la política de limpieza étnica en Gaza. “Hay mucha gente que esta vez no votará por Harris, personas que votaron por Biden en 2020 y que ahora consideran que su voto representa una traición a sus valores”, explica Shahid. El peso simbólico del paralelismo con Vietnam es evidente: al igual que en 1968, la administración demócrata vuelve a perder votantes que la apoyaron contra viento y marea, pero que ahora se ven defraudados por su postura en política exterior.

La conexión con la guerra de Vietnam no es casual: el respaldo de Estados Unidos a conflictos que devastan otras regiones sigue siendo un tema divisivo. “El movimiento contra el genocidio en Gaza es el mayor desde la invasión de Irak en 2003”, apunta Shahid. Con cada envío de armas a Israel, Estados Unidos da continuidad a una política exterior insensible al dolor humano. La administración actual actúa como si el sufrimiento palestino fuera una cuestión periférica, ignorando que en las urnas este sufrimiento se convierte en un grito de protesta que puede costarles la presidencia.

INTERESES POLÍTICOS, CÁLCULO Y SILENCIO

La maquinaria política estadounidense ha hecho un cálculo electoral: temen que al cuestionar el apoyo a Israel, pierdan el respaldo de poderosos donantes y grupos de presión, como el AIPAC, que maneja grandes sumas de dinero y votantes comprometidos. Es un juego de intereses donde, según Shahid, “el voto de las personas que exigen justicia en Gaza queda aplastado por el peso de un sistema corrupto que vende la dignidad humana al mejor postor”. La carrera política de muchos demócratas, incluidas figuras como Harris, depende de alinearse con la agenda del AIPAC y asegurarse de que el flujo de armas continúe.

La geopolítica también desempeña un papel crucial: Israel, aliado estratégico en Oriente Medio, es para la administración Biden-Harris una pieza clave en su visión militarista de la región. Sin embargo, esta postura ignora las demandas de una comunidad estadounidense cada vez más crítica, que rechaza ver en su gobierno un cómplice de la destrucción de un pueblo. La indiferencia demócrata frente a estos votantes podría traducirse en una abstención masiva o en el voto a otras opciones políticas que sí denuncian este apoyo indiscriminado.

Para quienes buscan un cambio real en la política exterior estadounidense, la actual campaña electoral no representa una visión de país, sino una disputa entre dos figuras incapaces de plantear un modelo alternativo. Shahid lo resume con dureza: “Esta elección se reduce a dos famosos que luchan entre sí. Sin un proyecto, sin una idea de país.” La falta de propuestas y de compromiso es tan grande que el electorado se ve atrapado en un dilema sin salida, donde cualquier opción implica un retroceso en los principios éticos.

La historia ha demostrado que el dolor y la injusticia ignorados terminan pasando factura en las urnas. La administración Harris-Biden está a un paso de conocer el precio de su indiferencia.

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