Revolut, la compañía fintech fundada en 2015 por Nikolay Storonsky y Vlad Yatsenko, incorporada como banco en 2018 gracias a una licencia bancaria lituana, acaba de cerrar una ronda de financiación de 800 millones de dólares a cargo de SoftBank y de Tiger Global, dos de los mayores fondos de inversión tecnológicos a nivel mundial. La ronda asume una valoración de la compañía de 33,000 millones de dólares.

Hace relativamente pocos años que, en un curso in-company de alta dirección impartido a directivos del Santander, les hablé por primera vez de Revolut, saqué de mi cartera su tarjeta, les puse un pequeño vídeo y les hablé de su popularidad entre los estudiantes de Erasmus. La inmensa mayoría de los que estaban entonces en el aula no habían oído hablar de la compañía.

El Banco Santander, hoy simplemente Santander, fue fundada en 1857, hace 164 años. Tiene más de 190,000 empleados en todo el mundo, y una capitalización bursátil de unos 64,000 millones de dólares. Revolut, en tan solo seis años y con unos 2,200 empleados, vale ya aproximadamente algo más de la mitad que Santander. Y obviamente, no es mi estimación de su valor: es lo que dos de los mayores fondos de inversión tecnológicos del mundo creen que vale.

Ahí lo dejo para la reflexión. No pretendo en absoluto hablar mal de Santander, ni especialmente bien de Revolut. Cada una tiene sus luces y sus sombras, su trayectoria, sus activos y sus pasivos. De hecho, en términos de servicios no me emociona especialmente ninguno de los dos, ambos tienen sus carencias, sus limitaciones, sus cosas que hacen bien y sus cosas que hacen mal. Podría haber utilizado para la comparación a cualquier otro banco tradicional, o a Klarna, la compañía de pagos sueca valorada en $46,500 millones, o a Stripe, la norteamericana con una valoración por encima de los $95,000 millones. He escogido a Santander y a Revolut por una razón puramente anecdótica y personal: el recuerdo de aquella clase de hace pocos años. Nada más.

¿Qué hace Revolut que no haga Santander y que merezca ya no esa valoración, sino ese crecimiento en tan solo seis años? ¿Qué ven los inversores en una pequeña compañía de algo más de dos mil personas que no son capaces de apreciar en un gigante de 190,000 empleados? En prensa española, el propio Nicolay afirmó en 2018 que los bancos deberían despedir al 80% de su plantilla. ¿No debería servir el caso de Revolut para que algunos bancos tradicionales llevasen a cabo un análisis riguroso de su negocio y de su futuro?


Enrique Dans

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