Hace casi 30 años, tras la Guerra de Golfo de 1991, políticos y medios de comunicación españoles se las prometían muy felices porque nuestro país se colocaba, por una vez, en el epicentro de la diplomacia mundial —eso decían— y contribuía decididamente a solucionar uno de los problemas más graves y enconados de la historia contemporánea internacional, el conflicto árabe–israelí o palestino–israelí. La denominada «Conferencia de Paz de Madrid» duró únicamente tres días y se jacta de acuñar el concepto o el paradigma de Paz por Territorios y centrar las conversaciones en torno a las resoluciones 242, sobre la inadmisibilidad de la adquisición de territorio por medio de la guerra, y la 338, un refuerzo de la anterior y que insta a las partes a declarar una paz justa y duradera en Oriente Medio. Sin embargo, la Conferencia no supuso el éxito que sus organizadores esperaban, aunque sí se considera que sentó las bases para futuras rondas negociadoras, especialmente los Acuerdos de Oslo.
Pero, si nos alejamos del relato oficial, las cosas fueron bien diferentes. Para el ente sionista de Israel, Madrid fue un éxito sin paliativos. Basta echar una ojeada a la página del gobierno israelí sobre el proceso de paz para comprobar cómo fue un verdadero punto de inflexión
«El proceso de paz no solo ha afectado las relaciones de Israel con el mundo árabe, sino que también ha mejorado en gran medida la posición de Israel en la comunidad internacional. En términos cuantitativos, Israel mantiene hoy relaciones diplomáticas con 163 estados, un aumento de 71 desde la convocatoria de la Conferencia de Madrid en 1991».
¿Y qué obtuvo la parte palestina? No exageramos si decimos que absolutamente nada, aunque faltaríamos a la verdad, porque en realidad, no hay habido nada más dañino para la causa palestina que la situación surgida del binomio Madrid-Oslo. Es fácil de adivinar, cuantos más países reconozcan al régimen sionista establecido sobre Palestina, menor presión sentirá y menor necesidad de someterse a las convenciones que dicta el derecho internacional. Solo el hecho de que países árabes se sentasen en la mesa con el enemigo, ya debilitaba las aspiraciones nacionales palestinas, como así hemos podido comprobar.
Esto ya ha sucedido en la historia reciente de Palestina en varias ocasiones. El precedente más claro lo tenemos en la aceptación por parte de Arafat del Plan Breznev en 1974, ratificado por el Consejo Nacional Palestino nº 12, que además aprobó el Plan de 10 puntos de Arafat, donde se inició el camino de las negociaciones y el fin de la resistencia legítima, a cambio del reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina por la ONU. Esta cesión desembocó en la creación interna del Frente del Rechazo, liderado por George Habash como cabeza más visible.
Pero Oslo fue aún peor si lo consideramos en términos de domesticación de la causa palestina y alejarla de la resistencia. La aceptación final de de la Resolución 242 y el reconocimiento de Israel suponía abandonar toda reivindicación sobre la Palestina Histórica. La Autoridad Nacional Palestina surgida de los Acuerdos se convirtió en un apéndice de Israel, la Policía Civil Palestina en carceleros de su propio pueblo, en represores de cualquier tipo de disidencia o resistencia. Todo ello mientras la ocupación alcanzó niveles nunca vistos, mientras alrededor de medio millón de inmigrantes judíos se trasladaban a Palestina y se producía una escandalosa limpieza étnica en Jerusalén. Nuevamente, a pesar de las dolorosas contrapartidas y los pasos dados por la OLP, Israel no da ni un solo paso hacia los compromisos de Oslo. La Autoridad Nacional Palestina lo fía todo a la labor del Cuarteto de Madrid de 2002, que se muestra absolutamente inútil para poner fin a la creciente ocupación hasta el punto de que el paradigma de dos estados sobre la Palestina histórica en las fronteras de 1967 se vuelve completamente imposible. A pesar de todo, del fracaso de Oslo, de la corrupción endémica, del descrédito interno y externo, la ANP sigue centrada en la represión de su pueblo y en el cercenamiento de cualquier iniciativa de liberación de Palestina, colaborando con las fuerzas israelíes para frenar cualquier disidencia.
El gobierno de Trump, ajeno a resoluciones, acuerdos y consensos internacionales, se saltó todas las líneas rojas con el Acuerdo del Siglo y preparó un enfoque economicista para abordar el conflicto que, a pesar de ser un supuesto fracaso, supuso el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén y la consumación de la traición de un grupo de países de la Liga Árabe, que abandonaron los consensos históricos de su propia iniciativa de paz, a cambio de sumarse a las filas del conservador republicano.
La situación no puede ser peor para la causa palestina. La convocatoria de elecciones, que es lo que ofrece Abu Mazen, presidente de la ANP, para salir del atolladero no va a servir para nada sustancial, solo para reflejar el equilibrio actual de fuerzas. Únicamente para la perpetuación de los Acuerdos de Oslo, que ya nacieron muertos para la parte israelí, como han reconocido varios de sus líderes. Las voces internas y externas que piden la disolución de la Autoridad Palestina y la salida de los Acuerdos se multiplican. Piden un nuevo enfoque que lleve de verdad a la liberación de Palestina para la proclamación de un estado democrático y plenamente soberano y a la materialización del derecho al retorno de los millones de palestinas y palestinos de expulsados de sus tierras.
Es en este contexto donde nace Masar Badil, la Conferencia de la Ruta Alternativa Palestina. Masar Badil es la denuncia de una efeméride, la denuncia de la Conferencia de «Paz» de Madrid, que, 30 años después, más que de paz, podría llamarse de ocupación de Palestina. Tres décadas después, Madrid acogerá a personalidades palestinas de diversas filiaciones políticas e ideológicas, tanto de los territorios ocupados como de la diáspora internacional; a representantes de países solidarios —de verdad— con la causa palestina contrarios a los movimientos de normalización nacidos de un proceso de paz que realmente nunca existió como tal; así como a ONGs y movimientos sociales internacionales que trabajan por la causa nacional palestina y el boicot a Israel. Usando medios telemáticos Masar Badil conectará con cualquier lugar del mundo donde haya algo que aportar en favor de la lucha nacional y la liberación del pueblo palestino y sus sesiones podrán ser seguidas por internet en todos los rincones del planeta.
Pero Masar Badil pretende ser mucho más que eso. Del mismo modo que la Conferencia de Madrid supuso un evidente retroceso para la causa palestina, la Conferencia de la Ruta Alternativa Palestina pretende ser un punto de inflexión que despierte las conciencias del mundo palestino. Que apueste por nuevos paradigmas, alejados de procesos de negociación eternos, vacíos, con los que la entidad sionista no pretende más que la ocupación del 100% de la Palestina histórica y la aniquilación total de las ansias nacionales de un pueblo que ha demostrado con creces su dignidad y compromiso con su autodeterminación y un futuro libre, soberano.
La lucha palestina, símbolo de la resistencia antiimperialista internacional, debe volver a ocupar el lugar que le corresponde en la agenda política mundial y especialmente en la de los países árabes que han traicionado su causa por intereses espurios de líderes corruptos al servicio del sionismo y del imperialismo. Palestina debe volver a mirar a los que siempre la han defendido contra viento y marea al margen de tacticismos y coyunturas políticas o personales.
Aún más, bajo la convocatoria de la iniciativa de Masar Badil, de forma transversal una idea impregna todos sus documentos y declaraciones. Si la generación de dirigentes presentes en Madrid y Oslo fracasaron en su intento de proporcionar un hogar nacional al pueblo palestino, treinta años después hay una nueva generación de mujeres y hombres jóvenes preparada y dispuesta a tomar el relevo de los viejos liderazgos vencidos, doblegados, cooptados hasta la médula por Israel y Estados Unidos y sin nada que aportar a la lucha por la liberación de su pueblo. La renovación de las personas y las estructuras, sin duda será uno de los debates más jugosos que se acometerán en la Conferencia de la Ruta Alternativa Palestina de Madrid. Nuevos líderes para nuevos tiempos.
Juanlu González