Por Emir Sader 

El momento decisivo para el golpe que rompió con la democracia en Brasil sacó al Partido de los Trabajadores (PT) del gobierno e introdujo gobiernos antidemocráticos, antinacionales y antipopulares, como los de Temer y Bolsonaro, fue cuando la derecha orquestó el impeachment de Dilma Rousseff en 2015/2016 y las fuerzas democráticas no tuvieron fuerzas para salir a las calles a defender a la democracia y sucumbieron al golpe de derecha.

El enorme apoyo masivo que tuvieron los gobiernos del PT durante tres mandatos se basó, sobre todo, en el éxito de sus políticas sociales. Cambiando la prioridad del ajuste fiscal de los gobiernos neoliberales de Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, los gobiernos de Lula da Silva y Dilma ganaron y consolidaron un gran apoyo popular, que permitió su elección y reelección en cuatro elecciones sucesivas, de 2002 a 2014.

Significativamente, el gran bastión del apoyo gubernamental fue el noreste, la región más pobre de Brasil, y que tuvo la transformación más espectacular en los gobiernos del PT. Y, al mismo tiempo, el sector con menos apoyo a los gobiernos del PT fue el de la clase media del sureste y sur de Brasil, aunque también se ha beneficiado de las políticas sociales del PT -si bien relativamente, en menor medida que los más necesitados, los más pobres-, y para quienes la cuestión democrática suele tener un gran peso.

Bolsonaro

El caso de São Paulo es paradigmático. Es el estado más poblado, con la mayor población de origen del noreste del país, con las mayores desigualdades y contradicciones sociales en Brasil, debido a la extraordinaria riqueza de las élites y la inmensa masa de población pobre, lo que hizo que inicialmente fuese un bastión del PT, pero ha dejado de serlo. La sucesiva reelección de gobernadores del PSDB (partido socialdemócrata) es una expresión de ello, como también lo son las dificultades para reelegir los gobiernos municipales del PT en la ciudad de São Paulo -Luis Erundina, Marta Suplicy y Fernando Haddad-, confirman esta dificultad de consolidación del PT en São Paulo.

El PT, pese al prestigio ganado con sus políticas sociales, no obtuvo un apoyo amplio y permanente en las grandes periferias de São Paulo ni en las grandes metrópolis del sureste y sur de Brasil, como se podría esperar, debido a su éxito en la promoción de los derechos de los sectores más pobres de la población.

Las fuerzas democráticas, la izquierda y el PT no han desarrollado un discurso y un trabajo de sensibilización popular que demuestre cómo la democracia es un valor fundamental para Brasil, que solo en la democracia la mayoría de la población puede imponer su voluntad, que solamente en una democracia la elección y reelección de los gobiernos del PT fue posible. La visión de la izquierda tradicional de la “democracia burguesa” devalúa la democracia y promueve una actitud instrumental de democracia: que la democracia se usa en la medida de lo posible, mientras se pueda. Pero no como una democracia que, con todas sus limitaciones, fue conquistada por la lucha popular contra la dictadura, que es la izquierda la que valora la democracia, que la derecha gobernó, la mayor parte del tiempo, como dictadura, que tan pronto como pudo rompió la democracia para sacar al PT del gobierno.

Se trata de una democracia liberal como sistema político. Por eso es fundamental reflexionar sobre qué tipo de Estado y democracia quiere la izquierda. Cuál es el sistema más democrático posible para Brasil. ¿Qué tipo de transformaciones se necesitan para expandir aún más la democracia y eludir sus aspectos antidemocráticos?

La falta de esta conciencia democrática entre el pueblo permitió a la derecha articular el derrocamiento de Dilma Rousseff, con argumentos falaces y antidemocráticos, que de ninguna manera deberían permitir el impeachment a un presidente. No había conciencia democrática para movilizar al pueblo en defensa de la democracia, estuviera de acuerdo o no con el gobierno de Dilma. Fue un gobierno reelegido democráticamente por el pueblo. La derecha intentó hacer una especie de referéndum sobre el gobierno e impuso el impechment, como si un gobierno eventualmente no aprobado en los primeros meses del nuevo mandato, pudiera ser derrocado.

Es cierto que las mismas condiciones para la reelección de Dilma fueron un fuerte llamado de atención por la pérdida del apoyo popular de los gobiernos del PT. Aecio Neves ganó en el sureste y en el sur con más de dos tercios de los votos. Dilma logró ser reelegida, en gran medida, porque tenía más del 70% de los votos del noreste. Y triunfó por un pequeño margen de votos, a pesar de haber hecho un muy buen gobierno desde el punto de vista de las políticas sociales y haber terminado su mandato con Brasil teniendo, por primera vez en su historia, el pleno empleo.

El PT asumió que, después de ganar las elecciones, podría gobernar al menos otros cuatro años, demostrando que no estaba al tanto del proceso golpista que se estaba gestando en el país durante el primer mandato de Dilma y como el sistema político estaba en profunda crisis, impulsado por las campañas contra la política y por la descalificación del PT vinculándolo a la corrupción. No entendió lo qué estaba pasando y por qué se estaban produciendo movilizaciones golpistas en 2015 y 2016 y por qué repercutieron en importantes sectores de la población. El PT no tenía capacidad de actuar, de organizar fuerzas políticas para la defensa de la democracia, acompañadas de movilizaciones populares, que pudieran neutralizar y derrotar el golpe que se estaba articulando.

Es cierto que en 1964, aun con grandes movilizaciones populares en defensa del gobierno de Jango Goulart y la democracia (encuestas reveladas mucho más tarde mostraban el apoyo mayoritario que tenía el gobierno de Jango) no fueron suficientes para evitar el golpe. Pero eso fue un golpe de Estado articulado durante década y media y que contó con el apoyo activo de la FFAA, que finalmente se hizo cargo del gobierno y gobernó por más de dos décadas.

Ahora era una articulación mucho más débil, que podría haber sido derrotada. La responsabilidad no es solo de los gobiernos del PT y del PT como partido, sino de todo el campo popular, incluidos los movimientos sociales, que también han concentrado la concientizacion popular en las conquistas sociales, sin combinarlo con la indispensable consciencia democrática. Se acusó a la izquierda de no valorar la democracia, de utilizarla para lograr sus objetivos. Cuando perdió la democracia, con el golpe de 1964 y la dictadura militar, empezó a valorarla. Pero sin entender el tipo de Estado que surgió del proceso de redemocratización, sus potencialidades y sus límites.

Nunca en la plataforma fundamental del campo popular estuvo el tema de “democratizar la democracia”. En Bolivia, Ecuador y Venezuela se convocaron Asambleas Constituyentes, que democratizaron a los estados, cambiaron su carácter, como condición para los gobiernos antiliberales y democráticos que empezaron a tener esos países.

Es necesario incorporar la idea de que el Estado está condicionado por una determinada correlación de fuerzas, que es un espacio de disputa entre fuerzas democráticas y antidemocráticas, entre la esfera mercantil y la esfera pública, de que el Estado actual tiene una fuerte estructura antidemocrática, que incluye a las FFAA, la policía, el poder judicial, la forma de representación política.

En este sentido es tarea prioritaria de la izquierda y de todas las fuerzas democráticas, del PT en primer lugar, reflexionar sobre la naturaleza del estado existente, hacer un balance de lo que ha sucedido con ese estado desde la redemocratización –con los gobiernos neoliberales, con los gobiernos del PT, con los gobiernos de restauración antidemocrática– para definir los temas democráticos fundamentales que se deben enfrentar. Tanto para desarrollar un trabajo de conciencia popular sobre la importancia de la democracia, como para definir los límites del Estado actual y cómo restaurar el potencial democrático que permitía a los gobiernos del PT y, probablemente, señalar la necesidad de una Asamblea Constituyente, que redefine la naturaleza del Estado, democratizando la democracia, definiendo mecanismos que bloqueen los procesos de militarización del Estado, que promuevan la democratización de los medios de comunicación y del poder judicial, que establezcan, de manera institucional, mecanismos de participación popular en el Estado, que redefina las formas de elección de los parlamentarios, estableciendo mecanismos de revocación y referendos mediante los cuales el pueblo pueda revocar a un gobierno que no responde de las propuestas por las que fue elegido- entre tantas otras cuestiones.

En definitiva, es fundamental rescatar la política y el Estado como temas centrales en el Brasil de hoy. Solo con este rescate será posible restaurar y consolidar la democracia en el país. La conciencia democrática enraizada en la conciencia popular es condición indispensable para la construcción de un país menos desigual, menos injusto, más solidario, de un Brasil emancipado y soberano.

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