La entidad muestra su inquietud tras la aprobación del pasado martes 28 de febrero del Plan de Ordenación del Espacio Marítimo (POEM), que contempla a la Costa Brava gironesa como espacio autorizado para la instalación de parques eólicos marinos.

La Fundación Cousteau considera que cualquier proyecto de carácter energético desarrollado en el área marina debe, ante todo, respetar la biodiversidad / DP

La Fundación Cousteau recuerda en un comunicado que si bien ante la amenaza global del cambio climático se hace necesario desarrollar energías renovables que permitan la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero la Directiva europea 2014/89/EU sobre la ordenación del espacio marítimo también invita a tener en consideración las interacciones y conflictos entre las diferentes actividades para garantizar su coexistencia, lo que implica el deber de respetar los espacios naturales como las Zonas Especiales de Conservación (ZEC), las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y los Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) establecidos dentro de la red ecológica de áreas de conservación de la biodiversidad europea (Red Natura 2000) creada por la Directiva 92/43/CEE. Además, explican que uno de los objetivos establecidos por la UE en la Agenda 2030 es el de reducir la degradación de los hábitats naturales y detener la pérdida de biodiversidad a través, entre otros de la protección del 30% de las áreas marinas.

En este sentido denuncian que el espacio marino de 250 kilómetros cuadrados aprobado por el POEM, que podría permitir la construcción de un macroparque eólico marino en la Costa Brava se encuentra precisamente entre los parques naturales del Montgrí, las Illas Medes y el Baix Ter, tres espacios que albergan numerosas áreas protegidas por la Red Natura 2000 y aportan una gran riqueza ecológica al Empordà catalán.

OBJETIVOS “DIFÍCILMENTE ALCANZABLES” PARA EL MITECO

La Fundación detalla, además, que aunque las premisas por parte del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) se han establecido, en teoría, en función de que no se afecte a la biodiversidad marina y que no se generen conflictos con otras actividades como el turismo sostenible y la pesca artesanal, estas bases “parecen difícilmente alcanzables” ante las consecuencias que puede acarrear la instalación de parques eólicos marinos en un mar tan “ecológicamente debilitado por las presiones antrópicas” como es el Mediterráneo.

En esta línea apuntan que “la energía eolica marina no está exenta de tener impactos negativos sobre el medio ambiente” pues conforme este tipo de proyectos han aumentado desde la década de los 90 en el norte de Europa “también lo han hecho los estudios de impacto ambiental sobre estas macroestructuras” alertando, entre otros factores, de la posible pérdida de biodiversidad, la destrucción de los hábitats, la emisión de sustancias contaminantes y la proliferación de especies invasoras durante las fases de construcción, operación y desmantelamiento de los parques eólicos marinos.

Además, el ruido asociado as operaciones de construcción/desmantelamiento y funcionamiento de las turbinas eólicas puede llegar a superar los 200 dB y afectar de manera importante a prácticamente todas las especies marinas que se encuentren a poca distancia de la fuente de perturbación. De este modo, la comunicación, la elección de rutas migratorias y de hábitats y el estrés físico y fisiológico pueden verse seriamente impactados por la contaminación acústica en innumerables organismos de la fauna marina presente de manera permanente o estacional, además que que cetáceos, peces y tortugas marinas corren el riesgo de chocar con las embarcaciones encargadas de las operaciones de construcción y mantenimiento de estos proyectos.

Por otra parte, señalan que en la Costa Brava “se pueden perder completamente” áreas del fondo marino o quedar afectadas bajo los cimientos o sistema de fondeo de las turbinas eólicas, cables y otras estructuras y la degradación de los hábitats bentónicos también puede ser causada por las actividades propias de la construcción, que pueden producir plumas de sedimento los suficientemente disruptivas “para desplazar de manera temporal o permanente organismos del fondo marino”. En este sentido “la creación de nuevos sustratos no solo puede favorecer la colonización de nuevas especies oportunistas, sino que también podría favorecer el asentamiento de especies invasoras” en unos hechos que sin duda “podrían alterar el equilibrio ecológico de la zona”. Además, las estructuras y actividades de este tipo de parques eólicos “también pueden producir efectos hidrodinámicos capaces de alterar las condiciones físico-químicas de la columna de agua y, por tanto, la actividad de su fauna asociada, entre la que se encuentran diferentes especies en peligro de extinción”.

Finalmente, la Fundación Cousteau detalla que la presencia de los cables eléctricos submarinos de evacuación que transportan la electricidad del parque eólico hasta la costa, en distancias que pueden llegar a superar los 20 kilómetros, generan campos electromagnéticos que se propogan al medio marino, afectando a la flora y a la fauna y pueden afectar también a todos aquellos organismos que utilizan el campo geomagnético natural de la Tierra para orientarse o a los que dependen de la presión de sus órganos electrorreceptores para llevar a cabo sus funciones biológicas y/o ecológicas, señalando que “estudios recientes también han demostrado cambios en el comportamiento de algunas especies de crustáceos y efectos sobre diferentes especies de cetáceos cuando sus rutas diarias y/o migratorias se ven expuestas a este tipo de perturbación”. “Debido a la mayor conductividad de las ondas electromagnéticas de baja frecuencia del agua de mar y el elevado número de estudios que han investigado la relación entre los campos electromagnéticos y el cáncer en humanos nos preocupa también el impacto que estas radiaciones podrían provocar en la salud de los organismos humanos” -explican desde la entidad-.

Por estos motivos, piden tanto a Administraciones como empresas privadas que tomen estos hechos en consideración antes de plantear cualquier tipo de proyecto y que se realicen todos aquellos estudios previos que resulten necesarios para garantizar la protección directa e indirecta de los ecosistemas y la biodiversidad, no admitiendo a trámite el MITECO ningún parque eólico marino que pueda perjudicar a esta zona del Mediterráneo.

EL PRECEDENTE DE LA COSTA PORTUGUESA Y EL FUERTE RECHAZO GALLEGO A LA EÓLICA MARINA

El primer parque eólico marino de Portugal, Windfloat Atlantic, conformado por un consorcio de cuatro empresas entre las que se encuentran Repsol y EDP Renovables, se inauguró en el año 2020 a 20 kilómetros de la costa. Sobre su impacto las cofradías de la zona de Viana do Castelo han denunciado la práctica desaparición del recurso pesquero en el entorno de este proyecto experimental.

En Galicia, que a día de hoy es la zona española más afectada por la ordenación de los espacios marinos del MITECO, la inmensa mayoría de grupos ambientalistas también han mostrado su rechazo expreso a la instalación de proyectos de eólica marina y la actuación del Ministerio de Teresa Ribera tras la aprobación de los POEM.

Entidades como la Federación Ecoloxista Galega -integrada por 14 colectivos-, la Sociedade Galega de Historia Natural o Salvemos Cabana han alertado sobre los múltiples impactos negativos que conllevan este tipo de proyectos industriales para numerosas especies señalando que el área marina frente a la costa gallega es “de extraordinaria importancia” sobre todo en lo que a corredor migratorio se refiere para miles de aves, considerando en este sentido que el MITECO ha obviado de un modo “inaceptable” el principio de precaución al incluir buena parte de las aguas exteriores de la costa gallega, no suficientemente estudiadas en cuanto a biodiversidad, en cinco zonas de alto potencial para el desarrollo de la energía eólica marina.

Para la Asociación de Defensa Ambiental Salvemos Cabana “no se puede pretender solucionar un problema como el cambio climático provocando otros a la misma escala, con impactos inasumibles sobre los ecosistemas marinos y las actividades económicas con una industria que por otra parte necesita de los combustibles fósiles y materiales no reciclables para su funcionamiento y construcción“. Por eso considera que la “revolución verde” de las “mal llamadas energías renovables” promocionada por el oligopolio eléctrico “y ahora parece que defendido por quienes deberían de representar a la ciudadanía” no deja ser lo que siempre ha sido, “una cruel falacia”.