El letargo de las universidades españolas ante la masacre en Gaza está finalmente llegando a su fin. Las protestas que comenzaron en la Universidad de Valencia han despertado una ola de movilizaciones por toda España, con estudiantes y profesorado de diversas instituciones que ahora se plantan firmemente en contra de la ofensiva israelí y exigen a sus rectorados y al gobierno central que corten sus vínculos con Israel. El silencio que imperaba en los campus contrasta con la rapidez con la que las universidades reaccionaron tras la invasión rusa de Ucrania, lo que ha dejado un sabor amargo entre aquellos que buscan justicia y coherencia.
Las movilizaciones han evidenciado una flagrante hipocresía en la política institucional. La respuesta del Gobierno de Madrid, liderado por Isabel Díaz Ayuso, al intentar frenar estas protestas aludiendo a que la «política debe quedar fuera de las aulas» es un claro intento de mantener la imagen pro-israelí del gobierno regional. Este mismo gobierno fue rápido en mostrar solidaridad con Ucrania durante la invasión rusa, desplegando banderas y organizando actos contra la guerra, pero ahora exige que el estudiantado y las instituciones permanezcan en silencio frente a un conflicto igualmente devastador.
Este doble rasero ha generado indignación entre estudiantes y profesores. La Red Interuniversitaria por Palestina ha salido en apoyo de las protestas, buscando coordinar las movilizaciones en todo el país. La profesora Eva Aladro, de la Universidad Complutense, ha denunciado el deterioro sistemático de la educación pública por parte del gobierno, señalando que las universidades no son el «cortijo» de la Comunidad de Madrid y que la represión de estas protestas solo pone en evidencia la «autoridad autoritaria» del consejero de Educación.
El movimiento estudiantil en España sigue el ejemplo de las protestas que se han visto en universidades de élite en Estados Unidos. Aunque el gobierno intenta disuadir estas manifestaciones, los estudiantes están decididos a forjar una coalición a nivel nacional que se oponga no solo a las acciones de Israel en Gaza, sino también a los intereses financieros que las apoyan. El Banco Santander, que mantiene vínculos con la industria armamentística, ha sido identificado como un objetivo clave de las protestas, ya que su presencia en muchos campus españoles es un recordatorio del poder de las corporaciones en la educación superior.
En Barcelona, a pesar de los intentos de la Universidad de impedir el paso de los manifestantes, los estudiantes han logrado establecer una base sólida en el patio central de la sede universitaria. Valencia abrió el camino, y ahora las universidades de Euskadi, Navarra, Sevilla y Madrid están respondiendo con la misma determinación. La presencia masiva en estas protestas señala un compromiso genuino del estudiantado y el profesorado con la justicia internacional.
La tibia respuesta institucional frente a esta crisis refleja una traición a los principios que deberían guiar a las universidades como bastiones de pensamiento crítico. El movimiento estudiantil está comprometido con la justicia para Palestina, y su resistencia ante la represión gubernamental es un llamado claro a la coherencia moral. Es hora de que las universidades se enfrenten a sus responsabilidades y pongan sus acciones en línea con sus principios, rompiendo la complicidad que se ha visto hasta ahora en la tragedia que se despliega en Gaza.
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